EEUU debe recuperar lo que ha carecido por demasiados años: un sentido de continuidad de su política exterior, de unidad, ya que no es aceptable que como superpotencia modifique sus objetivos
NotMid 01/12/2024
OPINIÓN
RICARDO ISRAEL
¿Qué mundo lo va a recibir? Es uno complicado y difícil, negativo para EEUU en al menos los desafíos de Irán, Rusia y China, no solo en Taiwán, sino como el rival que quiere desplazarlo como la principal superpotencia del mundo en este siglo XXl, en cuyo caso hay una de dos lecturas, o es un país al cual todavía la falta mucho trecho o como aquel que todos los años, cada año reduce la distancia. Tampoco es positivo en lo militar, ya que no parece que sus tropas tengan hoy la capacidad de combatir en simultáneo el tipo de guerra que se presencia en el Medio Oriente y en Europa, para la cual se va a necesitar inversión en entrenamiento y armas. Es además uno donde hay una alianza entre Rusia y China, y como superpotencia no le sirvió haber cortado todo tipo de relaciones con Rusia, lo que nunca existió durante la Guerra Fría.
Sobre todo, y antes que nada, EEUU debe recuperar la disuasión perdida, no solo en lo mencionado, sino también con la Venezuela de Maduro que simplemente incumplió los acuerdos de Barbados y con los hutíes en la navegación internacional en el mar Rojo. Es decir, se le perdió respeto.
Sin embargo, en la medida que Rubio lo entienda bien es un mundo que le ofrece una oportunidad, una gran oportunidad. De tener éxito, no solo se podría convertir en el primer latinoamericano, que a diferencia del 2016 enfrente el 2028 una elección con posibilidades reales de ganarla, sino también podría mejorar el rol de EEUU como la potencia necesaria, como la indiscutida superpotencia del mundo, que hoy no lo es. De partida, la política exterior de EEUU necesita recuperar lo que abundó en la Guerra Fría, es decir, desde el sentido de misión al concepto de líneas rojas, en términos de un mundo más previsible, donde amigos y adversarios tenían claro tanto lo que era inaceptable como aceptable para Washington, con respuestas que hoy no existen acerca de cuáles serían las condiciones con las que EEUU iría a la guerra, no a la distancia, sino con tropas en el terreno.
EEUU debe recuperar lo que ha carecido por demasiados años, es decir, un sentido de continuidad de su política exterior, de unidad, ya que no es aceptable que como superpotencia modifique sus objetivos, simplemente porque cambia el o la ocupante de la Casa Blanca, toda vez que todavía hay elementos de “El Príncipe” de Maquiavelo, que tienen vigencia en política exterior, como la necesidad de ser respetado y no solo querido, como también de la visión que se tenía en la Grecia clásica de la conducción política, en términos de un Gran Timonel, es decir, aquel capaz de conducir la nave del Estado con mano, a la vez segura y firme, permitiendo que las decisiones lleguen a buen puerto, tanto en mar calmo como en la tempestad.
Se agregan además características personales, ya que desde su primer gobierno estoy convencido que para entender del todo cómo toma decisiones Trump hay que recurrir al Art of the Deal (El Arte de la Negociación),1987, libro en coautoría con el periodista Tony Schwartz, mezcla de autobiografía y consejos de inversión, y cuya relectura reciente, permite entender mejor que otros textos, que se espera conseguir con los aranceles.
De la propia campaña presidencial, a diferencia de otras áreas donde hubo propuestas y un mandato claro, en política exterior no surgió nada similar, y de hecho, ni siquiera como respuesta a la nueva política nuclear de Rusia, de ahí la oportunidad para que aquí como en otras áreas se recupere la influencia que alguna vez tuvo el Departamento de Estado, incluyendo asegurarse que un mandatario estadounidense no sea el próximo objetivo de la Corte Penal Internacional por alguna intervención militar futura. Una campaña donde los latinos quedaron instalados por primera vez no solo como la primera minoría, sino una que puede resultar decisiva para ganar elecciones, sitial que las cancillerías latinoamericanas todavía no captan que es el mejor instrumento para influir con una sola voz en política estadounidense. ¿Otra oportunidad ignorada? Si se dan cuenta, colaborar con Rubio puede ser su mejor opción, partiendo por México, aunque ello signifique olvidar su preferencia por el moribundo castrismo.
En mi opinión y análisis, la diferencia que puede marcar Marco Rubio necesita por, sobre todo, la comprensión que ningún éxito duradero puede llegar, si no se recupera esa unidad que le sobró al país durante la Guerra Fría, ya que, para conducir a otros países, para dar liderazgo, se necesita unidad, y con mayúscula, ya que la política exterior es de Estado y no de partido. A su favor, tiene el hecho que como él mismo lo ha destacado, después de la experiencia woke del Partido Demócrata, los republicanos son hoy un partido distinto, más representativo de la diversidad de EEUU que en el pasado, no solo con presencia social creciente de clase trabajadora y mujeres, sino también etaria de jóvenes y étnica de latinos, afroamericanos y asiáticos.
Marco Rubio conoce en detalle cómo operan las dictaduras latinoamericanas (REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria)
Por cierto, que es distinto ser un senador con fuertes credenciales en algunos temas y lugares que ser el encargado, el zar, de las relaciones internacionales. Es también el mundo donde el éxito y fracaso no se va a medir por Cuba o Venezuela sino por China, Ucrania o el Medio Oriente. Por ello, sus propuestas deben tener una marca de unidad nacional, y quizás la primera a acometer debiera ser una propuesta que tenga apoyo bipartidario, y en lo personal, se me ocurre que debe ser algo muchas veces declarado y jamás concretado en serio, como lo sería una nueva arquitectura de organizaciones internacionales y no solo una reforma menor y cosmética de la muy inútil ONU. En efecto, es una iniciativa que solo puede encabezar EEUU ya que es el autor y creador de los dos intentos que hubo en el siglo XX, y por lo demás, sigue siendo financista del que está todavía vigente, a pesar que la burocracia ha adquirido vida propia y, además, sistemáticamente aparecen abrumadoras votaciones en contra de los intereses de Washington, sin consecuencias para quienes así actúan, lo que no solo se da en la Asamblea General sino también en numerosas instituciones relacionadas como la Corte Penal Internacional.
Esa característica de liderar y unir debiera estar presente también en América Latina (AL), ya que Marco Rubio tiene la posibilidad de construir una propuesta como ningún secretario de Estado la había tenido desde Madeleine Albright en el segundo periodo de Bill Clinton (1997-2001), con algo que todavía perdura en la política exterior de EEUU que es la expansión de la OTAN hacia el Este, a pesar de las críticas de Kissinger y George Kennan. Por su parte, Gorbachov aseguró siempre que, para los efectos de permitir la unidad alemana, se les mintió que no habría expansión, lo que también es utilizado por Putin, ahora como pretexto. Sin embargo, la evidencia apunta a respaldar lo aseverado por Rusia, a pesar de que no quedó escriturado.
Siempre se argumentó que en esa decisión había importado el hecho de que la Sra. Albright nació en Praga, y no hay duda, que el origen cubano de su familia influye en las expectativas sobre el todavía senador, que no son fáciles de cumplir, cifradas en su persona en relación con Venezuela y Cuba. De lo que no hay duda, es que no solo existen expectativas, sino también un contexto favorable para el despliegue de Rubio, ya que por lo demás, no había existido en mucho tiempo, un secretario de Estado que tuviera la relación que él posee con la región, no solo el idioma mayoritario, sino comprenderla y conocer personalmente a actores, locales y foráneos.
Sin embargo, lo razonable sería encabezar una propuesta con posibilidades de trascender en el tiempo, y ello significa hacer cosas en conjunto con América Latina en vez de imponerlas, por ejemplo, en el tema de la inmigración ilegal. Y como la relación no es buena, como lo demostró el fracaso de la Cumbre de las Américas en Los Ángeles el 2022, donde varios países simplemente no aparecieron y quienes se hicieron presentes como Boric, se permitieron criticar a quienes los invitaban por la ausencia de Cuba o por el apoyo a Israel, conductas que difícilmente se permitirían hacer frente a Xi Jinping si fuera el convocante.
De aparecer una propuesta que trascienda, Marco Rubio está capacitado y preparado para encabezarla, toda vez que América Latina es una de las regiones del mundo de mayor cercanía, no solo geográfica, sino también como testigo crítico que EEUU ha retrocedido ante la pujanza económica de China y el regreso geopolítico de Rusia, representando la pérdida de Venezuela como aliado una derrota de proporciones, sin reacción hasta el momento, ya que estamos hablando del país con las principales reservas de petróleo del mundo. La propuesta es necesaria ya que, por ejemplo, EEUU carece hoy de una iniciativa semejante a la de la Ruta de la Seda china, como tampoco se está llevando a cabo una obra de infraestructura remotamente semejante al nuevo megapuerto peruano de Chancay, es decir, el poder económico chino es lo que lo hace un rival muy diferente al que fue la desaparecida URSS. Por lo demás, la mejor evidencia que China busca reemplazar a EEUU es que siguen paso a paso lo que hicieran los estadounidenses para desplazar a la Gran Bretaña, bastando al respecto comparar lo que unos y otros han hecho en América Latina, Washington en el siglo XX, y Beijing en el actual.
No solo eso, es también oportuna y necesaria, ya que ha pasado demasiado tiempo desde la última propuesta bipartidista, que tuvo lugar en la década de los 90, cuando la idea de Bush Sr de una Iniciativa para las Américas fue recogida por Clinton para que, en la primera Cumbre de Miami en 1994, democracia y mercado fueran su base, representando hasta hoy, una de las tantas oportunidades desaprovechadas por América Latina, por influencia castrochavista en una época donde existía optimismo y solo había una dictadura, la cubana.
Y de ser ciertos los trascendidos que han existido consultas entre los equipos de Biden y Trump para temas del Medio Oriente y Ucrania, significaría que se está recuperando cierta cordura en las transiciones de EEUU, además que algo así no ocurría hace años, quizás décadas, razón adicional para que la marca distintiva de Rubio sean grandes propuestas bipartidistas, que aunque fueran rechazadas, marcarían nueva etapa, donde lo de una nueva arquitectura de organizaciones internacionales, tiene mejores posibilidades de ser aceptada por ambos partidos y transformada en ley por el Congreso.
Sin embargo, para que ello resulte, Rubio va a necesitar un instrumento afilado y sintonizado, y existen dudas, contándome entre ellos, que hoy el Departamento de Estado tenga esas características. Se va a necesitar, por lo tanto, liderazgo interno, evitando lo que en jerga deportiva se conoce como autogoles o errores no forzados. Ello pasa también por la sintonía que se va a tener con la persona que constitucionalmente conduce las relaciones internacionales, es decir, el presidente y su equipo, la Casa Blanca. Y una de las cosas seguras de Trump es la forma como personaliza las decisiones, y tarea de Rubio será construir una relación de mutuo beneficio, con espacios claros de acción autónoma de uno y otro, siendo Kissinger y Nixon, un ejemplo. Especial relevancia van a tener, por ejemplo, las designaciones ya hechas de quienes van a tener tareas específicas, donde con seguridad, las líneas estratégicas las consultarán los nominados con el presidente, aunque los detalles de ejecución sean resorte del Departamento de Estado. A modo de ejemplo, es lo que probablemente ocurrirá con quien ya ha sido designado para buscar la paz entre Rusia y Ucrania, el general Keith Kellog.
En otras palabras, Rubio va a tener que imponerse a las facciones internas que hoy caracterizan al Departamento de Estado, con luchas a veces de ego y otras de línea política, algunas legítimas y otras, muy personalistas. Y no se conoce mejor forma de superar estas discrepancias que pueden hundir buenas iniciativas, que trascenderlas con grandes objetivos que permitan la incorporación de todos quienes quieran hacerlo con buena voluntad.
Y nada ilustra mejor lo que funciona mal que el caso de la Embajadora en Chile, cargo que estuvo un tiempo largo sin ser llenado, quien dijo que no se sentiría cómoda representando al nuevo gobierno, cuando lo que en toda universidad o academia diplomática se enseña es que, en democracia, los embajadores o embajadoras representan al país más que a gobiernos.
Por su parte, esta vez el gobierno de Trump parece ser la segunda etapa más que uno nuevo, y lo demuestra la forma exitosa con la que han dado a conocer prioridades y nombres a cargo, lo que demuestra un intenso proceso de aprendizaje en relación con el primer gobierno 2016-2020 donde quedaron muchos cargos sin llenar. Ahora se demuestra una claridad que no existió entonces como también un dominio del funcionamiento de las teclas del poder, que no siempre la poseen quienes llegan al gobierno desde el sector privado.
Es un elemento que también va a tener impacto en las relaciones internacionales, y nada lo ejemplifica mejor que la dupla Musk-Ramaswamy, que evidentemente tiene en política interna la potencialidad de soltar las amarras del capitalismo norteamericano, como también disminuir la importancia del llamado Estado “Administrativo” o “Burocrático”, pero tenga o no éxito, dada la ambición de la tarea, va a tener un indudable impacto no solo en lo tecnológico o en la magnitud del empleo federal, sino que todas y cada una de sus decisiones puede tener un impacto en las relaciones internacionales, más allá del interés noticioso de ver a gigantes de la internet como Zuckerberg comenzando a acercarse a Mar-a-Lago, después de que se censurara a Trump en las redes sociales de algunos de ellos, y es indudable que podrían abrirse grandes avenidas en áreas a las cuales ellos todavía no han llegado, y que representan mucho dinero y negocios. O, por el contrario, podría haber una aplicación de la legislación antimonopolio en su contra, dada la actual mayoría republicana. Veremos.
Y por definición, al ser empresas globales, ello va a abrir fosos de acuerdo y desacuerdo no solo con rivales sino también con aliados de EEUU, y tarde o temprano, ello va a arrastrar al Departamento de Estado, siendo la pregunta si es al principio, al medio o al final, y todo aconseja a un político activo como el todavía senador por Florida, estar desde el inicio.
En otras palabras, aunque Rubio parta con total libertad en la conducción para América Latina, sobre todo, Cuba y Venezuela, la realidad de las relaciones internacionales, y la cuasi total irrelevancia de la región se va a expresar en que necesariamente va a ser afectada a todo nivel, por decisiones que se toman en otros lugares. En el tema de la inmigración, hay que incluir también el impacto generado por lo que se haga en el tema de los aranceles con México, razón adicional que debiera impulsar a Rubio a buscar un proyecto que el conduzca para América Latina, donde sean otras áreas las que son invitadas a integrarse y no el Departamento de Estado el que se vea obligado a hacerlo.
Las decisiones que tomen Vivek Ramaswamy y Elon Musk pueden tener un impacto en las relaciones internacionales
Cuando hay altas expectativas en situaciones donde el control personal es relativo, todo aconseja que Rubio escape a una fatalidad que ya lleva demasiadas décadas, con errores en ambos lados, la que solo ve al sur del Río Grande inmigración ilegal y drogas, sin considerar las potencialidades de una región donde no solo se encuentra litio, cobre y petróleo, sino también las tierras raras cuya producción acapara China desde hace tantos años por su importancia para las nuevas tecnologías como también los productos y minerales necesarios para la cada vez más lejana transición energética. Además, el retorno del objetivo de que EEUU sea principalísimo productor de petróleo y gas, lo hace alejarse aún más de los fracasos autogenerados por las cada vez menos creíbles cumbres climáticas.
La necesidad de reubicar el rol del Departamento de Estado como instrumento de las relaciones internacionales, adquiere un nuevo significado con los anuncios hechos sobre el incremento del uso de aranceles punitivos no solo con China, sino también con México y Canadá, que además de ser los tres principales socios comerciales, son en el caso de los dos últimos, vecinos, y aliados tradicionales, lujo que no todas las potencias comparten o gozan en su seguridad. Por todos lados pueden agregarse consecuencias, sobre todo, si se incorporan temas como la inmigración ilegal y el fentanilo. Por lo mismo, tienen la potencialidad como para afectar relaciones, que tienen buenas y malas épocas, pero siempre, en general, han sido previsibles.
Por lo mismo, tarea para Rubio desde el día uno será probablemente tener una participación directa o indirecta tal que no se afecte innecesariamente su tarea principal en las relaciones permanentes entre estos aliados. Incluso, creo que la focalización en México es exagerada e injusta, y será tarea del Departamento de Estado que se ponga en la balanza una historia de pérdida substancial de territorio, que el fentanilo es consumido en EEUU y no en México, y que las armas con las cuales matan y se matan en alrededor de un 85% los carteles mexicanos provienen de EEUU, además que fue decisión política de la Casa Blanca la entrega de la frontera en términos prácticos a los cárteles, con consecuencias incluso en violación de derechos humanos para mujeres y niños, además que efectivamente en su transitar al norte, la inmigración ilegal afecta la seguridad y los servicios sociales mexicanos, además que el país colabora con las peticiones de Washington sobre la inmigración, incluyendo la política de “remain in Mexico” las veces que le ha sido solicitado, por lo demás, en cumplimiento de lo que dispone el Derecho Internacional, en relación al deber del primer país por el que pasan camino al sueño americano.
Además, si logra tener propuestas bipartidistas hacia América Latina y el mundo, Rubio deberá preocuparse que un nuevo diseño para el Departamento de Estado como el instrumento preferente de la política exterior, no se vea afectado por un error persistente de la Casa Blanca los últimos años, donde hay una lección que extraer de la tentación de trasladar el debate y la polarización interna de EEUU a otros países, habiendo hecho una lectura equivocada, igualmente en Brasil e Israel, donde en ambos casos, más que ver relaciones permanentes, se vio a un aliado de Trump, en los casos de Bolsonaro y Netanyahu, con el resultado que con Lula se ha obtenido un aliado de Rusia, Irán y China en la presidencia, mientras que la relación con Netanyahu ha afectado la conducción de la guerra, interrumpiendo entregas de armamentos y perjudicando el esfuerzo bélico.
Por último, Rubio deberá enfocar su atención junto con el Departamento del Tesoro, a temas como las sanciones donde no se ha logrado ni mucho menos perjudicar el esfuerzo bélico de Rusia, en una guerra que hoy Moscú parece ir ganando. Por sobre todo, desafío principal es la mantención de la fortaleza del dólar, hoy por hoy, elemento clave para que EEUU permanezca como la moneda de reserva del mundo, y aunque todavía a nivel modesto, han aparecido alternativas, no solo por China, sino también en el mercado del petróleo por una Arabia Saudita molesta desde hace tiempo por lo que considera demasiada permisividad hacia Irán, y por algo que quizás la diplomacia no pudo impedir, que se considerara a la monarquía como “paria” por el asesinato en la embajada en Turquía de un disidente.
Y al igual que en otras áreas, quizás en palabras de ese gran constructor de frases trascendentes que fue Winston Churchill, se encuentre el sentido de una política exterior exitosa y permanente: “En la guerra, resolución. En la derrota, desafío. En la victoria, magnanimidad. En la paz, buena voluntad”.
Máster y PhD en Ciencia Política (U. de Essex), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)