Machado llama a la movilización pacífica en un ejercicio de templanza e inteligencia política destinado a evitar una tragedia
NotMid 02/08/20’24
EDITORIAL
María Corina Machado llamó ayer a la movilización contra el masivo fraude que ha colocado a Venezuela al borde de un estallido violento, en un ejercicio de templanza e inteligencia política destinado a proteger al país del «baño de sangre» que Nicolás Maduro vaticinó en caso de perder las elecciones. La líder opositora demuestra así un sentido de Estado del que la autocracia bolivariana -atrincherada en Miraflores tras una farsa electoral rechazada por la comunidad internacional e invalidada por los observadores del Centro Carter- carece por completo. Lejos de abrir un proceso de diálogo para aplacar la tensión en la calle y tras detener a un millar de manifestantes, el chavismo continúa una peligrosa huida hacia delante en lo que cada día se parece más a un callejón sin salida. Una escalada que le ha llevado a amenazar con la cárcel a la propia Machado y al candidato que la sustituyó tras su inhabilitación ilegal, Edmundo González, y que el domingo pasado ganó a todas luces las elecciones.
Un Maduro cada vez más acorralado por las críticas -que llegan incluso desde aliados regionales como Colombia y Brasil- ha optado por subir el tono contra los ciudadanos que están plantando cara a su régimen, a quienes tacha de «criminales». Frente a él, Machado arengaba ayer a la protesta democrática con un mensaje de fortaleza y unidad: «Llevamos años luchando para unir a nuestro país alrededor de valores comunes en un movimiento cívico de redención para la libertad y lo hemos logrado», advirtió. Y recordó que la oposición ha dado margen al régimen para aceptar la derrota «y avanzar en una negociación que asegure la transición pacífica». Una mano tendida que el chavismo ha rechazado, sin embargo, para redoblar la represión contra su pueblo.
El mensaje de Machado llegaba horas después de otro lamentable fracaso de la diplomacia regional. La Organización de Estados Americanos (OEA) no logró aprobar una resolución que exigía al chavismo revelar las actas electorales, pese a que muchos de sus miembros comparten esa reivindicación. Sorprendió especialmente la postura del presidente colombiano, Gustavo Petro, que había manifestado previamente «graves dudas» sobre el escrutinio, pidiendo «transparencia» y aceptación del resultado. En la OEA, sin embargo, su representante se abstuvo de votar a favor de una medida que exigía precisamente lo mismo. Y ayer Petro insistió en que «no es un gobierno extranjero el que debe decidir quién es el presidente de Venezuela».
Tales incoherencias y titubeos, que quiebran la unidad en la región y la comunidad internacional, otorgan a Maduro un oxígeno que sólo puede servir para aumentar el sufrimiento de los venezolanos. Es hora, por tanto, de presionar por la vía diplomática a la autocracia bolivariana para que haga públicos los resultados reales, acepte su derrota, permita una transición sin sangre y cumpla la voluntad que su pueblo ha expresado de manera clamorosa en las urnas.