Visita a la ruta de evacuación de los últimos soldados ucranianos que abandonan Avdivka
NotMid 18/02/2024
MUNDO
Alberto Rojas
La ciudad de Avdivka ardía como una pira funeraria vista desde kilómetros de distancia. Mientras que se consumía en sus cenizas, una batería de artillería ucraniana abría fuego contra los rusos que ya ocupaban sus edificios con los últimos proyectiles disponibles. Después de 10 años de batalla, sus ruinas han caído en manos del Kremlin.
Los soldados de la Z, tras meses de ofensivas sangrientas y fallidas contra la ciudad, en las que han perdido 250 carros de combate y más de 1.000 blindados de todo tipo, han conseguido el preciado trofeo que anhelaba Putin, una población de unos 37.000 habitantes totalmente destruida y con escaso valor estratégico, pero gran valor político para Moscú. Avdivka es el bellocino de oro que el candidato presidencial Vladimir Putin ofrece a sus votantes para unas elecciones decididas de antemano.
Ha sido un día frenético en todos los alrededores de Avdivka. Varias brigadas ucranianas habían comenzado a retirarse la noche del viernes al sábado, a la orden de Olexander Syrsky, el nuevo comandante en jefe, para sacar sobre todo su material blindado aprovechando la oscuridad. Después amaneció un día frío como la hoja de un cuchillo pero despejado y luminoso, el cielo ideal para que vuelen los drones, dueños del campo de batalla en esta fase de la guerra. “Tenemos muchos volando encima de nosotros. Están lanzándose incluso sobre coches civiles”, reconocía una militar ucraniana desde su refugio en conexión con este reportero.
Avanzando sobre alfombras de cadáveres de sus propios compañeros, las tropas de la Z han conseguido avanzar en dos pinzas simultáneas este y oeste tras meses de intentar hacerlo por su zona industrial sin éxito. En esta victoria, aunque sea pírrica, han influido dos factores: la participación masiva de la aviación rusa, que ha lanzado cada día casi 80 bombas guiadas para laminar cada edificio de la urbe, y la ausencia de munición por parte de los ucranianos. El hambre de proyectiles es tal que sólo se lanzan en caso de extrema necesidad. Ucrania se ha quedado sin fuego de contrabatería (una de sus especialidades) por falta de pepinos de 152 y 155 milímetros, o sea, artillería pesada. En estas condiciones, y en una inferioridad de siete soldados a uno de los rusos frente a los ucranianos, la pregunta no era si Avdivka iba a caer, sino cuándo. Si no hay pronto un plan para poner las fábricas de munición de Occidente a funcionar a pleno rendimiento y otro plan para abastecer a Kiev, “Ucrania perderá esta guerra“, dice otro de los militares con los que nos cruzamos.
La vía de evacuación elegida fue la que une las rutas secundarias de Avdivka, aún no cortadas por los rusos, con la aldea de Ocheretyne, donde las ambulancias fueron trasladando a muertos y heridos. En esa misma carretera se apreciaban vehículos afectados por la metralla, algunos de ellos con los cristales rotos, pero llenos de soldados sanos y salvos al fin.
Lo mismo puede decirse de los carros de combate y los blindados, que en su mayoría se encontraban ya fuera del cerco ruso. En Hrodivka una enfermera admitía que habían evacuado a muchos heridos, pero que algunos se encontraban todavía en la planta de coque, en plena zona industrial, cuando los rusos ya habían cerrado el cerco. De los 2.000 soldados ucranianos que combatían en el interior de la bolsa, la gran mayoría ha conseguido salir de forma ordenada, aunque los rusos han comunicado que han capturado prisioneros. Ucrania también se ha cobrado algunas piezas de gran valor: sólo en el día de hoy sus baterías derribaron tres cazabombarderos rusos de los que acosaban a las tropas en su evacuación.
“Esto ha sido un error. Deberíamos habernos retirado mucho antes”, comentaba a este periódico un sargento de la llamada Brigada Presidencial mientras tomaba un café ya en zona segura. El general Olexander Syrsky fue muy criticado hace un año por no acceder a una retirada temprana en la ciudad de Bajmut, cuando aún le sonreía la ratio de bajas con respecto a los mercenarios de Wagner, pagando un alto precio en vidas de sus soldados. En este caso su decisión ha sido la contraria, “por preservar la vida de nuestros militares”, según dejó escrito en un texto que publicó en redes sociales esta mañana.
Una oficial de comunicaciones del ejército de Ucrania nos advertía: “Estamos escuchando las conversaciones de los rusos y sabemos que han desplegado sus francotiradores por toda la carretera. No se os ocurra avanzar por esta ruta, pero si lo hacéis, con el chaleco y el casco puestos”.
La carestía de municiones, sin solución al menos hasta dentro de un mes, que comenzarán a llegar las prometidas estos días por Francia y Alemania, puede cebarse con los defensores ucranianos, que tienen cientos de carros de combate y cañones parados porque no tienen con qué usarlos. Este reportero visitó una unidad de lanzacohetes Grad de origen soviético, que entraron en servicio en 1969. Lanzaron tan solo dos misiles de los 40 que puede disparar, aunque sonaron como un trueno en la noche del Donbás. Los obuses de artillería los mantienen sordos. “En Europa y en EEUU deben saber que las guerras no se ganan sólo con esto”, decía un soldado ucraniano a este reportero blandiendo su viejo AK47.
Para asegurarse de que la ruta de escape no se cerraba Ucrania desplegó la tercera brigada de asalto Azov, una de las más experimentadas de su ejército. En Hrodivka sus soldados se arremolinaban en torno a su comandante, que les daba las últimas órdenes antes de hacer los kilómetros finales de su travesía hacia el volcán de Avdivka. Algunos de los presentes eran veteranos de Azovstal, según reconocían, de nuevo enrolados voluntariamente tras su cautiverio en Rusia.
Un pelotón de soldados, la mayoría veteranos, trataba de comer algo en el único bar abierto. Muchos de ellos tenían más de 50 años. Su destino era también Avdivka. Era fácil distinguir a los que llegaban de refresco (manos limpias, uniformes sin barro, caras lavadas) y los que salían, con sus uñas negras y los rostros tiznados por el humo. Para terminar una jornada negra para Ucrania, Rusia bombardeó de nuevo áreas civiles en el Donbás con una decena de misiles S300, que estremecieron las ciudades de Kramatorsk y Sloviansk, semivacías y castigadas por Putin. Es la manera que tiene Rusia de deprimir poco a poco la moral ucraniana.
La segunda gran movilización de Ucrania, que ya está aprobada en su Parlamento, aún tardará en llevar a los nuevos reclutas hasta sus posiciones de defensa por culpa de los necesarios dos meses de formación. Mientras ese momento llega, le queda a Kiev un paso duro por el desierto. Rusia ha perdido por el camino decenas de miles de vidas en conquistar unas ruinas, pero tiene una ventaja: a Putin eso no le importa.
Agencias