Cómo y cuándo se conocieron el presidente ruso y el magnate, padre del piloto que por ahora podrá seguir corriendo a pesar de la invasión de su país a Ucrania, aunque ya fue vetado en Gran Bretaña
NotMid 03/03/2022
DEPORTES F1
A mediados de los años ochenta, en los días como agente de la KGB en la Alemania Oriental, Vladimir Putin ni se imaginó que un camarada en el Ejército soviético, Dmitri Mazepin, iba a ser un socio estratégico cuadro décadas más tarde en el más alto nivel internacional como lo es la Fórmula 1, al punto de poner los colores rusos en una escudería estadounidense (así como se lee), y que en tiempos de restricciones para Rusia por su invasión a Ucrania, iban a arreglárselas (al menos por ahora) para seguir en el gran circo con su piloto e hijo del magnate, Nikita Mazepin.
Pero en Europa del Este fue Hungría el que les ganó de mano a todos cuando en 1986, producto del ojo de halcón para los negocios de Bernie Ecclestone, entonces dueño de la F1, cerró la llegada de la Máxima más allá de la Cortina de Hierro, en plena Guerra Fría. Tras la caída del Muro de Berlín y el fin de la ex Unión Soviética, Putin y Mazepin lograron mantener sus influencias e hicieron sus caminos, uno como presidente desde hace 23 años y el otro como un magnate en la industria de los fertilizantes minerales con su empresa, Uralchem. Según Forbes, Mazepin padre es una de las 100 personas más ricas de Rusia, con una fortuna de 1,3 billones de dólares.
Dmitry (18/04/1968), bielorruso de nacimiento, en los últimos años de la Unión Soviética tejió buenas relaciones y, si bien fue militar, a fines de los años ochenta solo se desempeñó como intérprete en Afganistán. Luego supo moverse en la nueva Rusia y tuvo cargos ejecutivos en empresas de seguros y después en petroquímicas. También fue funcionario público del Fondo Federal de Propiedad en 2002. Hoy es presidente del Consejo Empresarial Rusia-Zimbabwe (Cámara de Comercio e Industria de la Federación de Rusia) y presidente del Consejo Empresarial Rusia-Bielorrusia. Hace dos décadas comenzó el vínculo con Putin.
Enero de este año: la última reunión entre Vladimir Putin y Dmitry (Metzel/POOL/TASS)
El 2 de marzo de 1999 vino al mundo Nikita Mazepin y a el 31 de diciembre de ese año Putin asumió como presidente. Los negocios multimillonarios del padre del corredor y sus relaciones con el Estado ruso promovieron un vínculo casi de amistad con el primer mandatario, que vio en la F1 una tentación irresistible para que su poder irrumpa en un ámbito dominado por el mundo occidental.
¿Cómo Rusia pudo entrar de lleno en la F1? El primer piloto de esa nacionalidad en correr en la Máxima fue Vitali Petrov (2010/2012) y luego Serguéi Sirotkin (2018), ambos con más cualidades técnicas que Mazepin. Pero Dmitry no podía fallarle a su hijo ni a su ex camarada, Putin, y quiso comprar un equipo.
Mientras Nikita corría en la GP3 Series (hoy Fórmula 3), su padre quiso quedarse con Racing Point (actual Aston Martin), pero sintió que no le jugaron limpio. De hecho anunció que iba a llevar a la Corte Suprema del Reino Unido a Lawrence Stroll, padre de Lance, por la compra ilegítima. La subasta terminó llevándosela el canadiense, por 116 millones de dólares (105 millones de euros). No obstante, el ruso alega haber ofrecido más de 144 millones de dólares (130 millones de euros).
Dmitry fue por más y no se rindió en su afán de comprar un equipo de F1. Intentó hacerlo con Renault, pero quedó en charlas iniciales. Luego Williams, aunque le ganó de mano la firma de inversores Dorilton Capital LLC, que adquirió el histórico equipo británico y una participación minoritaria en el negocio relacionado de Williams Advanced Engineering, por 179 millones de dólares, según informó el sitio Racer.
Mientras Nikita comenzó con su preparación física su padre se reunió con Putin (@nikita_mazepin)
Pero las consecuencias económicas que generó la pandemia de COVID-19 fueron la carta que Mazepin usó para cumplirle el deseo a su hijo. Uno de los equipos más perjudicados a nivel financiero fue Haas F1 Team, que tiene base original en Kannapolis, en los Estados Unidos, pero operacional por un tema de logística en Banbury, en el Reino Unido. Sin sponsors fuertes, el team no tuvo opción y algo inimaginable décadas atrás se hizo realidad: una escudería norteamericana, sostenida por capitales rusos y con los colores de la bandera de ese país.
Ardió el celular de Mazepin y desde Moscú descorcharon al ver los renders del auto para la temporada 2021. Putin disfrutó saber que su país logró poner el dedo en la llaga en un ámbito al que nunca Rusia pensó que iba a llegar con todo, la F1: piloto, sus colores en un equipo estadounidense y el Gran Premio que se corre en Sochi desde 2014.
Mazepin padre llegó con Uralkali, otra de sus empresas de fertilizantes, fue la salvación para Haas y consiguió burlarse en ese momento de la prohibición de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) que le fue impuesta a Rusia por una manipulación de datos de forma sistemática de su laboratorio de control de dopaje durante los Juegos de Invierno de 2014 que se celebraron también en Sochi. La sanción de la AMA prohibió a los deportistas rusos participar bajo su himno y su bandera en cualquier competición olímpica o campeonato del mundo durante dos años, hasta el 16 de diciembre de 2022. En ese momento el sitio inglés Autosport reveló que AMA iba a analizar el caso de Haas, aunque luego el tema no pasó a mayores.
Nikita Mazepin junto a Lewis Hamilton saludando al público ruso en el Gran Premio de 2021 (REUTERS/Maxim Shemetov)
Más allá de correr en uno de los dos equipos con menos presupuesto, la temporada 2021 no fue buena para Nikita, que en el global de resultados quedó detrás de su compañero, Mick Schumacher. Mientras el ruso comenzó con sus trabajos físicos en la pretemporada, el pasado 13 de enero su padre se reunió con Putin al que le informó sobre “la situación actual en los mercados de consumo claves para los productos Uralchem y Uralkali, incluidos los países africanos, el apoyo a los productores agrícolas rusos, el desempeño financiero y los proyectos de inversión de las empresas”, según indicó el comunicado de Uralkali. Además, Mazepín destacó “la construcción de instalaciones de infraestructura en Siria”, otro país en conflicto con Estados Unidos.
Pero dos meses más tarde el accionar de Putin perjudicó a los Mazepin y a todos los deportistas rusos. ¿Qué habrá pensado Dmitry de su “camarada? Su decisión puso en jaque la continuidad de su hijo en la F1, por el que a lo largo de los años desembolsó casi 100 millones de dólares para que llegara a la Máxima.
En el segundo día de la invasión rusa a Ucrania, fueron retirados los logos de Uralkali de los autos de Haas F1, sus camiones y de los boxes del Autódromo de Montmeló en Barcelona, donde se desarrollaron los primeros ensayos de pretemporada. Sin el patrocinio ruso, las conjeturas sobre la salida de Nikita corrieron como reguero de pólvora y el brasileño Pietro Fittipaldi (nieto de Emerson Fittipaldi), piloto de reserva en Haas, apareció como un posible reemplazante.
Dmitry Mazepin espera que su hijo pueda seguir corriendo sin problemas en 2021 (REUTERS/Maxim Shemetov)
Desde el inicio del conflicto el deporte en general se vio afectado por diversas decisiones. Se especuló con que los pilotos rusos no iban a poder seguir corriendo a nivel internacional, pero este martes la Federación Internacional del Automóvil (FIA) informó que les permite seguir compitiendo, pero no bajo bandera rusa ni con la posibilidad de escuchar su himno en caso de una victoria; además canceló los eventos en Rusia y Bielorrusia.
Fue un alivio para Nikita y Dmitry, pero este miércoles se conoció que el Reino Unido no dejará correr en su país a pilotos de nacionalidad rusa, por lo que no podrá participar de la décima fecha de la temporada que se correrá en el Autódromo de Silverstone, el próximo 3 de julio.
¿Continuará el conflicto bélico en esa fecha? ¿Cuál será el contexto mundial? ¿Hasta cuándo se sostendrá Haas sin los logos de Uralkali? Los vínculos de los Mazepin con Putin de alguna forma allanaron el camino de Nikita hacia la F1. Son las mismas relaciones que ahora generan un interrogante sobre el futuro del piloto.
Agencias