Los uniformados se quejan de la falta de munición para repeler al enemigo
NotMid 22/05/2024
MUNDO
Andrii, capitán de uno de los batallones ucranianos de asalto de la Brigada 92, ha vuelto de combatir y se le nota. Llega sudoroso, con la piel tiznada de humo, los ojos rojos de cansancio y cierto mal humor. “Normalmente está de mejor carácter, pero lleva muchas horas bajo el fuego enemigo”, dice uno de sus compañeros. Uno de ellos cojea, otro se ha tenido que poner una faja de calor porque no soporta el dolor de espalda y un tercero reparte cigarrillos a todos.
Alguien prepara la cena, lo que se intuye por el olor que llega. Hoy no van a comer raciones de combate sino comida caliente. Nos sentamos bajo un toldo para que no nos vean los drones rusos y hablamos sobre la ofensiva rusa de Járkiv a pocos kilómetros de las líneas enemigas. Como es lógico, no podemos revelar la localización y accedemos a ella con los móviles en modo avión.
– ¿Estás preocupado?
– Lo estaba hace unos días, cuando nos desplegaron en esta zona para frenar a los rusos. Ahora ya no.
– ¿Qué ha cambiado?
– Enfrentarnos a ellos. Son soldados casi sin formación, al menos los de esta zona de Lypsi. Van bien equipados pero no tienen experiencia. En los últimos días los hemos visto entrar en pánico varias veces y mis compañeros ya han cogido prisioneros.
Andrii ha dejado su arma, el chaleco antibalas que le hace sudar y el casco. Más relajado, sigue con el relato de la situación y se nos une Sergii, el capitán de otro batallón, que habla: “Creemos que ahora están tanteando el terreno, buscando campos minados y lugares por los que avanzar en los próximos días”. El resto de compañeros, soldados de asalto como él, se mantiene en silencio y con la cabeza agachada. Cuando hablan, lo hacen en voz baja. Uno de ellos, el que parece más mayor, sostiene un cigarro con una mano que le tiembla.
– ¿Tienen posibilidades de alcanzar la ciudad?
– Con estas fuerzas no creo que puedan ir más allá. Ahora estamos en labores defensivas pero pronto les echaremos de aquí.
– ¿Son peores estos soldados rusos que los que hay desplegados en el frente? ¿Tienen ventaja numérica con respecto a vosotros?
– Yo me he enfrentado a los rusos en el Donbás y te puedo decir que los que combaten allí tienen mejor formación que estos, que son carne de cañón. Con respecto a si tienen más soldados que nosotros, no puedo saberlo en todo el frente, pero en la parte donde nosotros combatimos, es así. Ellos son más que nosotros.
Los rusos se han hecho fuertes en la zona norte de Vovchansk, la ciudad más importante de esa zona fronteriza con Rusia y tienen la ventaja de que Ucrania no puede usar las armas occidentales para atacar su logística al otro lado. En cualquier caso, a los generales ucranianos les parece todo una maniobra de distracción para golpear en otro punto con fuerzas más grandes. Hasta 10.000 personas han sido ya evacuadas de la región mientras Rusia lanza cada vez más bombas de aviación contra las posiciones ucranianas al otro lado del río.
En otro punto del frente de Járkiv nos espera un grupo de tanquistas de la tercera brigada, conocida como la brigada de hierro, que tiene una celada de caballero medieval como insignia. Han ocultado sus vehículos bajo los árboles cargados de vegetación primaveral, el mejor camuflaje posible, porque ahora los drones lo ven todo. Los carros de combate son viejos T72 de origen soviético, alguno de ellos arrebatados a los rusos en la contraofensiva de otoño de 2022.
Nassar tiene 23 años y ya es el comandante de una unidad de tanques. Está pendiente del teléfono, porque en cualquier momento tendrá que irse, así que aprovechamos para hablar con él.
– En febrero la munición de calibre soviético estaba bajo mínimos. ¿Ha mejorado esa situación? ¿Es suficiente para estabilizar el frente?
– Ha llegado algo, pero no demasiado. El problema de la munición no va a solucionarse rápido. El enemigo sigue disparando 10 veces más que nosotros.
– Tras haber perdido más de 3.000 tanques, ¿sigue Rusia teniendo unidades para lanzarlas contra vosotros?
– Sí, pero cada vez más antiguas y peor protegidas. Ahora hacen una cosa a la que llamamos tanques tortuga. Les ponen encima una estructura de metal como si fuera una casa, les colocan un inhibidor de señales para desactivar nuestros drones, dos rodillos antiminas delante y los mandan al frente.
– Como comandante de carros de combate, ¿dirías que los asaltos con los tanques tortuga son efectivos?
– Bueno, tienen algún sentido. Aquí en Járkiv ya nos han lanzado algunos así, con vehículos de infantería justo detrás de él. Pero no les ha ido muy bien. Cuando hay muchas minas son tan vulnerables como cualquiera.

Hay una enorme diferencia entre los tanques que llevan meses en servicio, llenos de barro, impactos de drones por todos sitios y trozos de metal arrancados o retorcidos en los laterales y los que salen del taller de reparaciones, recién pintados y sin un rasguño. Tenemos uno de esos delante, impoluto. “Estos monstruos ya no sirven para esta guerra. Se construyeron con una gran protección en el frontal y un blindaje muy fino arriba, pensando en enfrentarse a otros tanques, como en la Segunda Guerra Mundial. Pero aquí los drones llegan desde el cielo y atacan la zona más vulnerable“.
– ¿Crees que la movilización resolverá los problemas de falta de personas?
– El problema lo tenemos con la infantería. Todo depende de la selección que hagan los que mandan. Por ejemplo, no pueden mandar a la primera línea a un tipo de más de 50 años porque al final del primer día ya hay que mandarlo a la enfermería con la tensión por las nubes.
Nassar, que muestra una herida reciente en la mano derecha, nos invita a entrar en el espacio del tirador junto a él, que ocupa el sitio del comandante. El espacio es tan pequeño que más que montarte en él, te lo pones. Sergii, conductor del tanque, de 38 años, ocupa el asiento delantero. Con los cascos puestos, esas chichoneras con auriculares, casi no se oye nada del exterior, pero escuchas a la perfección las órdenes del comandante. “¡Poyíjali!” [Vamos]
Agencias