El 20% de los propietarios tienen más de una vivienda. Pero el gigante asiático acumula ciudades fantasmas con más de 100 millones de casas vacías. Hay preocupación por la gran burbuja y el gobierno empieza a poner restricciones a la acumulación de inmuebles
NotMid 29/09/2022
ASIA
Primero, la casa. Luego, la boda. Si no hay casa, no hay boda. Si no hay boda, a Luo le dejará la novia. Y si Luo vuelve a la soltería, sus padres amenazan con desheredarlo. «Esto en muchas familias de China todavía funciona así. Mis padres fueron los que me buscaron pareja porque veían que había pasado los 30 y que ellos seguían sin nietos. Me acabé enamorando de la chica que me presentaron y nos prometimos las pasadas Navidades. Pero mi novia me amenazaba con que, si no compraba una casa antes de la boda, rompería conmigo».
Luo tiene 33 años y trabaja como programador de videojuegos en la provincia de Shandong, en la costa este de China. Tiene novia, coche, bicicleta y una tortuga como mascota. En dos semanas también tendrá su propia casa. Un apartamento interior con dos habitaciones en la ciudad de Yantai. Sus padres han acabado vendiendo su tercera residencia y prestándole los 900.000 yuanes (alrededor de 130.000 euros) que necesitaba para pagar el piso.
«Lo digo en serio, mi novia decía que me dejaría si no teníamos una casa en propiedad antes de que nos casáramos el próximo noviembre», reitera Lui. «Por mucho que este país socialmente haya avanzado, se siguen manteniendo costumbres como que tiene que ser el hombre, o su familia, el que ponga de su bolsillo todo el dinero para una primera casa cuando la pareja se va a casar».
La promotora a la que Luo compró la vivienda tiene un bloque con cinco edificios nuevos y prácticamente vacíos, levantados sobre un antiguo suburbio de pescadores en Yantai, una gran urbe con más de seis millones de residentes que no se pudo resistir a abrazar el credo del desarrollismo patrio durante las últimas cuatro décadas: construir, construir y construir. Más de 15 millones de casas nuevas cada año se construyen en China, cinco veces más que las que se hacen en Europa y Estados Unidos juntos.
Los grandes bloques de edificios están por todos los rincones. Muchas de las tradicionales villas de campesinos se han reconvertido en megaurbes con rascacielos en tiempo récord. Y pueblos costeros han sido engullidos por constructoras que tenían todo vendido antes de poner la primera piedra. Poco alquiler, mucha venta. Porque los estudios internos dicen que el 90% de los hogares los ocupan sus propietarios, entre los que además hay un 20%comás de una vivienda.
Es el caso de los padres de Luo, un ingeniero y una veterinaria que han forjado una economía familiar de clase media-alta en un país con más de tres décadas bajo la política de un solo hijo y donde la mejor manera de gastar los ahorros era invertir en propiedad. Desde el año pasado, para revertir la caída de la tasa de natalidad, se permitió tener hasta tres hijos. China quiere más niños, pero no tantas casas nuevas. El sector inmobiliario, tras años de desenfreno sin control que ha sostenido una economía de la que representa aproximadamente una cuarta parte, está tocando fondo.
Los padres de Luo viven en un apartamento en el centro de Yantai. A finales de los años 90, cuando el Gobierno chino dio la bienvenida a la propiedad privada, compraron un par de pisos más, por los que pagaron un 800% menos de lo que cuestan ahora. Uno ya lo han vendido para comprar la casa a su hijo: la rueda sigue girando en dirección a la multipropiedad. Eso, para las autoridades, antes significaba prosperidad. Hasta que llegó la crisis inmobiliaria y la especulación dejó de estar bien vista. Sobre todo, cuando se encuentran con que muchas de esas propiedades están vacías.
Los padres de Luo nunca se plantearon alquilar alguna de sus otras dos casas. Casi todos los chinos pudientes, y son muchos en el país más poblado del mundo, tienen al menos un nido desocupado a su nombre. Luego están los millones de trabajadores migrantes que se han ido a otras provincias dejando vacías sus casas. El resultado: alrededor de 100 millones de viviendas desocupadas en China. Este dato lo resalta una estimación de Capital Economics, una firma de investigación y consultoría con sede en Londres. Hay otros informes que rebajan a 75 millones la cifra de pisos vacíos. Lo que es seguro es que las casas vacías de China podrían alojar a toda la población que vive en España. O al doble.
Estas cifras de desocupación excluyen a los cientos de miles de viviendas terminadas que los desarrolladores aún no han vendido y que probablemente nunca harán porque muchos de ellos están en quiebra. Las promotoras han sido arrastradas por millonarias deudas que no pueden pagar. Encima, han cargado con hipotecas a muchos compradores por propiedades que nunca existirán. La crisis del mercado inmobiliario golpea a un país donde, en 2021, el 87% de las nuevas casas se vendieron mientras aún estaban en construcción, frente al 63% en 2005. Un modelo que ha sobrealimentado el mercado, permitiendo a los desarrolladores financiar cantidades masivas de construcción. Pero las deudas ahora han ahogado a esas empresas, que han tenido que paralizar miles de proyectos urbanísticos.
Incluso los medios locales han reportado casos de compradores desesperados que se han mudado a sus casas sin acabar. Así hizo una pareja de la provincia de Shaanxi, al noreste del país. Wang Xudong y Zhou Zongzhen, ambos de 60 años, viven en un cuarto piso de un edificio de 33 plantas que es poco más que un esqueleto de hormigón.
«Wang, Zhou y casi otros 100 propietarios se mudaron al complejo de apartamentos sin terminar hace tres meses. Fue un acto nacido de la desesperación y el desafío. Al igual que miles de personas en China, han invertido sus ahorros en la compra de un apartamento en preventa sólo para ver al desarrollador caer en dificultades financieras y detener la construcción», reza una publicación de Sixth Tone, un periódico de Shanghai que recoge la historia de la pareja.
«Wang, Zhou y los demás propietarios han estado esperando que los desarrolladores entreguen sus casas durante más de cinco años. Han suplicado a las empresas que completen la construcción, las han llevado a los tribunales y pedido a las autoridades que intervengan. Nada de eso ha funcionado. Con pocas opciones, se han visto obligados a vivir dentro de sus casas a medio terminar».
El edificio donde se ha instalado el matrimonio, en la ciudad de Xi’an, está rodeado por otros muchos complejos de viviendas que sí están acabados, pero también vacíos. La mayoría tienen un propietario que no da ningún uso a la casa, ni siquiera para alquilarla. Esos casos se extienden mucho por todo el país, formando barrios, incluso ciudades enteras, prácticamente desiertas.
No muy lejos de Xi’an está Shenfu, un pueblo fantasma. Hace 10 años era tierra de campesinos. Todo eso se sustituyó por gigantescos bloques de edificios que nunca se llegaron a ocupar. Muchos millones invirtieron los planificadores locales para construir una localidad que sirviera de ciudad dormitorio para la sobrepoblada urbe vecina de Shenyang. Pero la gente, incluso los que habían comprado propiedades en Shenfu, nunca se mudaron allí.
Prácticamente vacío también sigue Tianducheng, a dos horas al oeste de Shanghai. Se construyó en 2007 con la idea de que fuera una copia de París, pero en miniatura, para dar cobijo a unas decenas de miles de personas. La ciudad hasta incluye una Torre Eiffel de 91 metros de altura, rodeada por calles empedradas, fuentes renacentistas y fachadas grises. Tianducheng no logró atraer los primeros años para vivir a más de 2.000 personas.
Otra copia europea, esta vez un mini Londres construido también cerca de Shanghai, se levantó en 2006. La bautizaron como Thames Town y bañaron sus calles de cabinas telefónicas rojas, edificios de estilo inglés y estatuas de Harry Potter y James Bond. El proyecto, para dar cobijo a miles de chinos fascinados por la cultura londinense, fue un fracaso. Al final, tuvieron que reconvertirlo en una especie de parque de atracciones donde las parejas jóvenes únicamente pasan por allí para hacerse fotos.
En la capital, Pekín, también intentaron construir una pequeña Bruselas en el céntrico distrito de Chaoyang. Estaba pensado para que allí vivieran los expatriados, pero entre el público chino, que son los compradores de esas casas que luego alquilan a precios disparados al extranjero, no tuvo éxito. Los pekineses siguen siendo de gustos más locales. Muchos de ellos, sobre todo la generación que nació justo después de que Mao Zedong fundara la República Popular China (1949), hicieron fortuna cuando el Gobierno del reformista Deng Xiaoping comenzó a pagar buenas indemnizaciones a los propietarios de casas viejas en los barrios históricos, que derribaban para levantar grandes edificios y centros comerciales.
«Primero nos instalaron en viviendas sociales, pero después, cuando se abrió la veda a la propiedad, muchos gastamos esa indemnización y parte de los ahorros en comprar pisos en zonas de la ciudad que se estaban comenzando a explotar», cuenta Liu Nephi, un empresario ya jubilado. «Yo llegué a comprar tres casas de más de 50 metros cuadrados por menos de 150.000 yuanes (21.500 euros) y ahora podría vender cada una a más de tres millones de yuanes (más de medio millón de euros)», asegura.
Liu recuerda que, en el pasado, China era conocida por un sistema donde se asignaban viviendas de alquiler público entre los residentes urbanos, mientras que en el campo los aldeanos construían sus propias viviendas en terrenos de propiedad colectiva. Hasta 1998 el gobernante Partido Comunista no anunció el paso de la provisión de viviendas sociales a la propiedad privada.
Fueron pasando los años y China se convirtió en una potencia económica, con la consecuente subida desorbitada de los precios de la vivienda, llevando a las autoridades a tomar medidas para enfriar un mercado inmobiliario que nunca tocaba techo. En la capital, Pekín, hogar de 21 millones de personas, donde el sueldo medio es poco más de 1.000 euros mensuales, los precios han llegado a aumentar en el último lustro un 27%; en Shanghái, un 42%, hasta los 6.200 euros por metro cuadrado; y en el sur, en el epicentro tecnológico de Shenzhen, un 78%, hasta los 7.400 euros por metro cuadrado.
Las autoridades de Shanghai y Shenzhen fueron las primeras en actuar, hace tres años, al aumentar el porcentaje de pago de entrada a la vivienda. En Pekín ahora obligan a que cualquiera que ya tenga una casa a su nombre o se le haya concedido una hipoteca en el pasado tenga que abonar entre un 60% y un 80% del valor del inmueble como entrada. Tampoco se permiten las hipotecas con una duración superior a 25 años. ¿El propósito? Frenar la especulación de los multipropietarios.
Lucas de La Cal / Agencias