Estos Estados existen desde la época medieval y su pequeño tamaño les ha permitido desarrollar y mantener disposiciones constitucionales singulares. Todos ellos han desarrollado soluciones originales a los problemas de la arquitectura estatal, muchas de las cuales sobreviven hoy en día
NotMid 04/01/2025
Estilo de vida
Europa continental alberga cuatro microestados con poblaciones de entre 30.000 y 80.000 habitantes: Andorra, en la frontera entre Francia y España; Liechtenstein, enclavado entre Suiza y Austria; Mónaco, situado en la Costa Azul francesa; y San Marino, rodeado por el norte de Italia.
Estos Estados existen desde la época medieval y su pequeño tamaño les ha permitido desarrollar y mantener disposiciones constitucionales singulares. Todos ellos han desarrollado soluciones originales a los problemas de la arquitectura estatal, muchas de las cuales sobreviven hoy en día.
Los cuatro microestados participan en el Consejo de Europa (la organización europea de derechos humanos) y, por tanto, han tenido que modernizarse para cumplir las normas internacionales de gobernanza.
Esto incluye la independencia del poder judicial. Sin embargo, los cuatro han llevado a cabo estas reformas sin alterar su identidad institucional. Su compromiso de preservar su carácter distintivo frente a otros países impide una reforma más amplia de sus instituciones.
Para ellos, la protección de la tradición y la identidad nacionales es una forma de autopreservación más que una mera expresión de ideología.
El carácter distintivo de los cuatro microestados reside en la pervivencia de disposiciones institucionales que ya no se encuentran prácticamente en ningún otro lugar del mundo.
En los principados de Liechtenstein y Mónaco, por ejemplo, la monarquía sigue teniendo un papel central en la Constitución. A diferencia de la mayoría de los Estados europeos con monarquía, en Liechtenstein y Mónaco el jefe del Estado real sigue ejerciendo un poder significativo.
Andorra y San Marino, por su parte, funcionan con una doble jefatura de Estado. De hecho, tienen dos monarcas.
Los acuerdos institucionales de estos principados se han visto condicionados por su diminuto tamaño, tanto en términos de territorio como de población, y por su situación geográfica.
Y estas disposiciones han sobrevivido desde la Edad Media porque se han convertido en su identidad. Mientras que en otras naciones la tradición nacional es un debate ideológico, en estas preservar el pasado es un mecanismo de supervivencia.
Liechtenstein y Mónaco
La princesa Gabriella, la princesa Charlene de Mónaco, el príncipe Jacques de Mónaco, la princesa Estefanía de Mónaco y el príncipe Alberto II de Mónaco asisten a una ceremonia en el Palacio Principesco de Mónaco con motivo del Día Nacional en Mónaco, el 19 de noviembre de 2023. (REUTERS/VALERY HACHE/ARCHIVO)
Liechtenstein y Mónaco son monarquías constitucionales que ofrecen un poder sustancial a la familia real. Todo se organiza en torno a un príncipe, que ejerce el poder ejecutivo.
Las monarquías contemporáneas de tradición jurídica occidental suelen tener un rey o una reina ceremoniales, pero el poder ejecutivo lo ejerce un gobierno elegido. Liechtenstein y Mónaco han mantenido su organización histórica de gobierno, centrada en un monarca muy poderoso.
Aunque sus poderes no son ilimitados, en Mónaco el príncipe ni siquiera es responsable ante el Parlamento de los poderes que ostenta. El príncipe de Liechtenstein goza de aún más poderes, incluido el derecho a nombrar a la mitad de los miembros del Tribunal Constitucional.
Sin embargo, el poder soberano del príncipe de Liechtenstein se ejerce en asociación con el pueblo de Liechtenstein. La arquitectura institucional está concebida para permitir un sistema de frenos y contrapesos entre el príncipe y el pueblo.
Desde una enmienda constitucional de 2003, por ejemplo, el pueblo puede presentar una moción de censura contra el príncipe si más de 1.500 ciudadanos están de acuerdo en hacerlo, lo que desencadena un referéndum de confianza en él. El mismo número de ciudadanos puede presentar una iniciativa para abolir totalmente la monarquía, si así lo deciden.
Andorra y San Marino
Los microestados de Europa: las monarquías medievales que sobreviven entre nosotros
El Principado de Andorra debería llamarse más bien coprincipado, por su régimen de copríncipes. Uno de los príncipes es el obispo de Urgell -de Cataluña- y el otro es el presidente de la República Francesa (y anteriormente el rey o emperador de Francia). Otra peculiaridad andorrana es que ninguno de los dos príncipes tiene la nacionalidad andorrana.
Tras una reforma de 1993 que estableció una constitución de pleno derecho, ninguno de los dos príncipes ostenta el poder soberano. Su papel constitucional actual es casi exclusivamente ceremonial.
Sin embargo, sigue preocupando el hecho de que no sean nacionales del Estado y que los jefes de Estado no sean elegidos ni por el pueblo andorrano ni por sus representantes.
La razón histórica de un jefe de Estado extranjero es la situación geográfica de Andorra, encajada entre Cataluña y Francia. Permitir esta doble soberanía era una garantía de supervivencia. San Marino también tiene un Estado bicéfalo, pero ambos líderes, llamados Capitanes Regentes, son nacionales de Sammarina.
Son elegidos por el Gran y General Consejo (el órgano legislativo sammarinés) y su rasgo distintivo es que sólo ejercen un mandato de seis meses. La razón de un mandato tan corto es que San Marino tiene una población de poco menos de 34.000 habitantes. Todo el mundo se conoce, lo que puede ir en detrimento de la independencia de los cargos electivos.
Los Capitanes Regentes no consiguen apuntalar el poder lo suficiente en su breve mandato como para poder derrocar a la república. Los Capitanes Regentes se establecieron por primera vez en 1243, poco antes de que varias repúblicas italianas fueran derrocadas por familias adineradas.
Una de las razones por las que San Marino ha podido sobrevivir es haber evitado durante siglos que una familia fuera más poderosa que las demás. Los microestados no son, por tanto, como los Estados europeos de tamaño normal. Tienen arquitecturas institucionales distintivas, y a menudo por razones comprensibles.