Los descendientes de las unidades cosacas que pelearon por y contra Rusia se enfrentan al avance de Moscú sobre una de las ciudades más simbólicas para la identidad nacional ucraniana: Zaporiyia
NotMid 10/03/2022
MUNDO
Yuri Kopishinksky se encargaba de mostrar a las decenas de miles de turistas que solían visitar la isla de Khortytsia las artes guerreras de los cosacos, sable en mano. El actor exhibe un vídeo en el que se ve al presidente Volodimir Zelenski con un pepino en la mano, que uno de los “cosacos” de su grupo rebana de un exquisito sablazo sin llevarse por delante la extremidad del mandatario.
A sus 55 años, quien fuera especialista en doblajes y extra en incontables documentales y películas históricas ha reconducido sus habilidades hacia necesidades más perentorias en Zaporiyia. Los visitantes extranjeros son un mero recuerdo en esta simbólica ciudad y a los que se acercan ahora por el sur -las tropas rusas que avanzan desde Crimea- “no les vamos a dar la misma bienvenida”, apunta con el sarcasmo propio de los locales. El ucraniano acarrea una caja de cócteles molotov hasta los garajes donde el grupo de “Defensa Cosaca” fabrica decenas de estos artefactos.
“Mire, éste es un modelo nuevo”, explica Kopishinksky enseñando una botella a la que va adosada una pequeña bolsa de tela, también rellena de combustible. “Cuando se aprieta sale la gasolina y se enciende más fácil. Y se puede tirar más lejos”, agrega realizando el gesto de lanzar el artilugio.
Son las 11.00 horas y media docena de integrantes del esta variopinta agrupación se afanan en la misma tarea. Hay una señora que corta telas en tiras para confeccionar las futuras “mechas”. Otros rellenan los recipientes con combustible. Bognan Khemelnitsky está desmenuzando poliespán con un rallador de queso. Lo añaden a la gasolina de los envases. “Así cuando explota se queda pegado y el fuego dura más tiempo. Lo hemos aprendido en internet”, apunta Sergey Maltsev, de 19 años.
Bognan pertenecía a la compañía teatral de Kopishinksky encargada de actuar desde el 2006 en la fortaleza que se construyó en la reserva natural de Khortytsia para rememorar la era en la que este mismo enclave era el centro de referencia de los temidos cosacos de Zaporiyia, una casta guerrera que lucho bajo diferentes banderas, incluida la del Imperio Ruso, hasta que la zarina Catalina la Grande decidió arrasar esta pequeña e indómita “república” -“sich”, en su propia terminología- en 1775.

La figura de los cosacos de Zaporiya se ha convertido en un elemento básico de la identidad ucraniana -un émulo de lo que significarían los samurais para Japón- en un instante en el que el presidente ruso, Vladimir Putin, ha puesto en duda la propia existencia histórica de esta nación.
El relato promovido por Kiev considera que esta comunidad que vivió en torno a Zaporiya a partir del siglo XV, hasta que fueron expulsados por las fuerzas de Catalina, fue una especie de “proto-estado” ucraniano. Por ello en el himno nacional se habla de que los ucranianos son “hermanos de la nación cosaca” y los billetes de la moneda local se ilustran con el rostro del jefe cosaco Bohdan Khmelnytsky, que da nombre a calles, monumentos y hasta al regimiento de élite que protege a Zelenski.
“Los cosacos de Zaporiyia han modelado la identidad de la nación ucraniana. Como ocurre ahora, Rusia intentó asimilarlos y eso llevó a las rebeliones. Catalina la Grande les usó como fuerza militar y después les engañó. Los cosacos elegían todos los años a su jefe y votaban lanzando el gorro al aire. Catalina tenía miedo de ese espíritu libre y democrático. Lo mismo que Putin“.
Agencias