Los clubes que expresan su solidaridad con las víctimas de Hamas se encuentran con la hostilidad de los ‘ravers’
NotMid 25/05/2024
EUROPA
Desde mediados de marzo, la cultura tecno de Berlín forma parte oficialmente del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Esto significa que la vida nocturna de la capital alemana, por la que cada fin de semana vuelan personas desde Londres, París o Barcelona, está ahora a la altura del flamenco o del tango. Aunque para el techno, en realidad, sólo hace falta resistencia y creer, como dicen los ravers, en la utopía.
Hasta los ataques de Hamas el pasado 7 de octubre, la noche berlinera hacía realidad ese sueño. Se enorgullecía de ser inclusiva, tolerante e igualitaria. En el club Renate, por ejemplo, uno de los más conocidos de la ciudad, refugiados sirios, drag queens, isralíes gays y raves con aspecto de Matrix que no pasaron la criba en la puerta del templo del infierno, que es Berghain, se difuminaban, porque no había identidades. Era inclusión a la hipérbole.
Todo eso ha cambiado. Los clubes que expresan su solidaridad con las víctimas de Hamas se encuentran con la hostilidad de los ravers. Se retiran las invitaciones a los DJ israelíes o éstos declinan por miedo. Y quien quiera organizar una fiesta en una festividad judía necesita protección policial. Ese fue el caso de Roy.
Israelí afincado en Berlin, Roy no tiene ni una palabra buena que decir sobre el Gobierno de Netanyahu. Aun así, para el festival que organizó recientemente en Renate con motivo de la festividad judía del Purin tuvo que tomar precauciones. Contrató porteros para que registraran a todos los clientes en busca de armas y puso un cartel en la entrada: “Por favor, dejen todos los símbolos políticos en el guardarropa”. La policía de Berlín hasta envió dos furgones y media docena de agentes a patrullar desde el otro lado de la calle.
Roy organizó por primera vez el carnaval Purin hace 10 años. Lo convirtió en una institución. Pero la alegría se acabó el 7 de octubre. Los DJ israelíes guardaron silencio sobre lo que ocurría en Gaza y la escena techno levantó la voz a través de plataformas como ‘Ravers for Palestine’ o ‘DJs against Apartheid’. Los ‘pinchas’ israelíes dejaron de venir a Berlín. El clima político despierta todos los demonios y una actuación en una rave judía podría significar perder la invitación en otro lugar.
Informa el Süddeutsche Zeitung de que ejemplos de ese miedo hay muchos y cita la famosa plataforma de streaming Hör, fundada en 2019 por dos israelíes en Berlín. En Hör, los DJ actúan delante de una cámara en una sala de baldosas blancas y los vídeos reciben cientos de miles de clics. Estrellas como Ellen Allien y Seth Troxler pinchan allí y para los DJ prometedores, una actuación es un espaldarazo. Últimamente, sin embargo, la conexión con Hör puede ser perjudicial para los artistas.
En las semanas que siguieron a la masacre de Hamas, se permitió a decenas de artistas utilizar la plataforma para expresar su solidaridad con pañuelos y camisetas de colores palestinos, pero entonces un DJ estadounidense que llevó una camiseta con un mapa que mostraba el territorio de Israel completamente con los colores nacionales palestinos, fue censurado. Activistas y DJ pidieron que se boicoteara a la plataforma. ‘Ravers for Palestine’ hizo un llamamiento a la “solidaridad anticolonial”. En cuestión de días, dos célebres miembros de la subcultura techno se habían convertido en “cerdos”, “sionistas” y “asesinos de niños”. La revista Resident Advisor ha eliminado a Hör de todos sus eventos y sus han desaparecido de los festivales de Toronto y Londres.
ATAQUES Y BOICOTS
Al otro lado de la barrera está About Blank, un club techno feminista y anticapitalista de Berlín Este. Durante años fue considerado un espacio seguro para la escena LGBTQ. Sin embargo, desde que el club se pronunció públicamente contra todas las formas de antisemitismo en 2021, tras los ataques a las sinagogas alemanas, ha sido atacado y boicoteado por colectivos feministas queer.
Incluso ha habido agresiones físicas. Con motivo del Día de la Memoria del Holocausto, a finales de enero, Blank acogió la proyección de un documental sobre la masacre en el Festival Nova. En los días siguientes, desconocidos arrojaron vasos de papel llenos de excrementos a la propiedad. A principios de abril, apareció en triángulo rojo que Hamas utiliza para señalar a las tropas israelíes en los vídeos de propaganda.
La Clubcommission, la asociación berlinesa de ocio nocturno, está en medio de dos frentes. Unos la critican porque sólo respondió el 9 de octubre con una declaración de solidaridad por las víctimas del Festival Supernova, sin mencionar a los judíos, el antisemitismo o Hamas, y otros por no mencionar las palabras “ocupación”, “genocidio” y “apartheid”.
Al parecer, las desavenencias parten de la propia organización. Un miembro de la junta directiva compartió un ‘post’ en Instagram el 8 de octubre en el que se refería a la masacre de Hamas como “resistencia contra la ocupación y el apartheid”. La comisión se ha disculpado y ha anunciado un formato de diálogo sobre el tema. “Demasiado poco y demasiado tarde”, dice Roy.
Nidal Bulbul piensa lo mismo, aunque por razones opuestas. Nació en Palestina y vivió en la Franja de Gaza hasta hace 14 años, cuando se instaló en Berlín para unirse como gestor a la escena techno. A diferencia de los ravers que comparten posts indignados en Instagram desde la seguridad de Centroeuropa, el horror de la guerra de Gaza le afecta personalmente. Ha perdido a decenas de amigos y su familia sobrevive en tiendas de campaña en Rafah. Personalmente se siente perdido, pues “fuera del ambiente techno, como palestino, no recibes ninguna simpatía en Alemania en este momento. Ni se te permite llorar públicamente”, lamenta.
La integración a través del techno funcionó de maravilla y como Roy, siempre se sintió orgulloso de que en su club festejaran personas de todos los países, religiones y orientaciones sexuales.
La fractura está, pero hay esperanza. Días después de la fiesta de Purim, Roy recibió mensajes de sus invitados: “Me pasé todo el tiempo buscando lugares donde esconderme para sobrevivir a un posible ataque, pero estaba feliz de estar allí”. “Me sentía seguro, cálido y acogido. Por primera vez en seis meses”. Y Bulbul ha dado a su personal un mandato claro: boicot al boicot. En el club pinchará cualquiera que haga buena música. No importa si vienen de Tel Aviv o de Ramala. Lo que cuenta es el ritmo y la utopía. Preservar el patrimonio inmaterial de la humanidad.
Agencias