“Está tranquilo, pero muy triste. Es un momento duro, porque le jode que lo traten de traidor, de apestado y de proscrito en su propio partido”, apuntan en su entorno directo.
NotMid 28/11/2024
ESPAÑA
Juan Lobato nunca pensó acabar así su etapa al frente del PSOE de Madrid. Ni por asomo. Sabía que la dirección federal del partido quería sustituirlo, pero de ahí a que muchos dirigentes lo acusaran de “traidor” va un trecho que no se le habría pasado jamás por la cabeza. Lobato concibe la política como un destino de servicio, por eso le duele especialmente su caída en desgracia. Por las formas. “Está tranquilo, pero muy triste. Es un momento duro, porque le jode que lo traten de traidor, de apestado y de proscrito en su propio partido”, apuntan en su entorno directo.
El ya ex secretario general del PSOE madrileño “asume que va a tener que aguantar el repudio” de los suyos, pero es firme en su versión de los hechos y en que actuó con limpieza y sin clavar puñales por la espalda a nadie. Cree que es injusto el linchamiento que ha sufrido, “pero la verdad llegará” y restituirá su buen nombre “político”, añaden, desafiantes, las fuentes.
Lobato comparecerá hoy, como testigo, ante el juez del Tribunal Supremo.Ángel Hurtado, que investiga al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por la presunta filtración a la prensa de una serie de correos entre la defensa de Alberto González Amador, novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el fiscal que lo investiga por presuntos delitos fiscales, para llegar a un acuerdo.
Hurtado acordó llamar a Lobato tras revelar ABC que Pilar Sánchez Acera -actual jefa de Gabinete del ministro de Transformación Digital, Óscar López, y entonces jefa de Gabinete del director de Gabinete de Pedro Sánchez- le filtró en marzo el documento para que lo utilizara en una sesión de control a Ayuso.
El ex líder socialista madrileño cree, ahora más que antes, si cabe, que hizo lo correcto, porque augura que el caso va a dar hoy un acelerón judicial notable. La clave de todo está en el Supremo. Todo depende de cómo se resuelvan judicialmente las filtraciones. Para Lobato, este viernes “es el día”. El día de su “verdad”, se entiende. ¿Y cuál es? La resumen así sus allegados: “Si Juan no hacía esto del notario, iba palante seguro”. “Palante” es como denomina el director de Gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, las imputaciones de los cargos socialistas que pudieron haber participado en la filtración de datos privados de su pareja.
Es decir, el entorno de Juan Lobato no ve descabellado, en absoluto, que el juez acabe imputando a Sánchez Acera. Pero no a él.
Palante. La paráfrasis no es casual. Lobato no quería participar de nada que pudiera albergar la más mínima sospecha de ilegalidad. Cuando supo que el Supremo imputaba al fiscal general del Estado, el entonces líder regional socialista acudió a un notario de la capital, para depositar sus mensajes con la socialista madrileña Sánchez Acera, que entonces trabajaba en la sala de máquinas de La Moncloa. Esa conversación se produjo casi ocho meses antes, en la mañana del 14 de marzo, pero él no vio oportuno salvaguardarlos hasta que no temió de verdad por los intercambios entre la Fiscalía y La Moncloa.
En esas conversaciones guardadas por el fedatario, Sánchez Acera le mostraba a Lobato una fotografía con el correo con datos privados de la pareja de Ayuso, que confesaba delitos de fraude fiscal. Lobato -que es precisamente técnico de Hacienda-, preguntó a su interlocutora de dónde venía ese documento y ella le dijo que de la prensa. Pero lo cierto es que esa conversación fue previa a que los medios mostrasen el documento. De ahí las suspicacias de Lobato.
Según dijo el lunes, él acudió a la notaría con el objetivo de que quedara “bien asegurada la conversación y no dependiese de la integridad de su móvil”. “Por si pasa algo a mi móvil, tener claro que podemos acreditar en un procedimiento judicial en el que nos requieran información sobre eso, cómo nos llegó a nosotros la información”, apuntó.
Y eso lo mantienen en el equipo de Lobato, aun después de verse forzado a dimitir. Aunque ahora sí dejan más claro que se trató de una acción defensiva para blindarse. Porque no se fiaba del todo de lo que le decía su compañera de filas. Por si acaso.
“El fondo de Juan fue, en todo momento, acreditar que él no había recibido esa información de la Fiscalía. No vio delito, pero por si acaso, cuando imputaron al fiscal general del Estado, quiso acreditarlo”, como “cosa personal”, no del partido, explican las fuentes consultadas por este diario. Por eso no avisó a nadie en Ferraz.
De hecho, él no quiso quedarse con una copia de las actas cuando acudió al notario. Y ahora sí la ha solicitado, para poder preparar su declaración como testigo, en la que está obligado a decir la verdad. Para ello, lo ha ayudado un abogado, y nadie más. “Está siendo absolutamente hermético”, incluso con su núcleo de confianza.
Agencias