El autor reivindica la importancia de las fuerzas armadas en el actual escenario geopolítico y defiende su demanda de mejores condiciones laborales y mayor inversión en material estratégico
NotMid 28/05/2022
OPINIÓN
PEDRO BLASCO
He tenido la suerte, privilegio diría, de pasar cuatro meses sumergido en el estudio de la situación geopolítica del mundo con los mejores expertos españoles civiles y militares en la materia y conocer, de primera mano, la situación de nuestras fuerzas armadas, sus problemas, inquietudes, necesidades y esperanzas.
Algunas situaciones, bastante indignantes y sencillas, ya las conocía. El sueldo de un soldado es mucho menor que el de, por ejemplo, un policía municipal. Mientras el primero terminará su carrera obligatoriamente a los 45 años y se tendrá que buscar la vida para mantener a su familia, el funcionario municipal tiene en la actualidad una jubilación anticipada mucho mejor a la del resto de españoles y unas condiciones laborales más que aceptables. En Madrid un agente de la Policía Local gana, nada más salir de la academia, 2.000 euros al mes. Un soldado o marinero apenas supera los 1.000 euros.
Nuestros oficiales tienen una preparación muy exigente. Además de la carrera militar, son ingenieros en diferentes ramas. Tienen formación en todos los campos de la defensa y hay especialistas en las tecnologías más avanzadas. Hablan tres y cuatro idiomas, han estado jugándose la vida en varias misiones internacionales y son expertos muy cualificados en campos técnicos, sociales y científicos. Podrían tener una mayor proyección económica en la vida civil y doblar sus sueldos, pero la vocación gasta malas pasadas y lleva al corazón a tomar decisiones que perjudican seriamente el bolsillo. Mucha gente no comprende que estas personas tan preparadas técnicamente sacrifiquen una vida profesional más atractiva a cambio de cumplir su sueño de ser militares profesionales. Quieren servir al Estado y sienten los ejércitos como algo suyo.
Hoy trabajan en nuestra defensa 152.000 personas, de las que 123.000 son militares en activo (tierra, 76.000; armada, 20.000; aire, 20.000 y cuerpos comunes, 2.800) y 14.000 están en la reserva activa. Hay 15.000 civiles en el Ministerio de Defensa. Tenemos 40.280 mandos y 79.000 soldados y marinería. Un 12% del total son mujeres. Tenemos ya una general de División, pero aún queda mucho por recorrer en igualdad, especialmente en la mentalidad de mucha gente, para quienes la conciliación pone en peligro algunas de las misiones que tienen encomendadas. Si hay conciliación, que es de ley, debe haber recursos, algo que me temo no cabe en los actuales presupuestos. Los reservistas voluntarios, personal que presta servicio de forma desinteresada a nuestros ejércitos por una temporada, son en la actualidad 3.800 personas, y casi 5.000 más a su disposición.
Quienes piensen que nuestros soldados son sólo la fuerza, o la Unidad Militar de Emergencias (UME), andan despistados. Hoy nuestros ejércitos no sólo están preparados para una guerra clásica con infantería, cañones, aviones y barcos. Nuestros soldados se mueven en todos los campos de la defensa moderna, en unas guerras más híbridas que nunca donde la desinformación o los ataques al ordenador de un gran hospital o aeropuerto forman parte de las ofensivas cotidianas, incluso en tiempos de paz.
Nuestros oficiales y jefes analizan diariamente las enseñanzas que está produciendo la guerra de Ucrania tras la invasión rusa. Saben, por ejemplo, de la eficacia de los drones, y que nuestro país no tiene aún presupuesto para armar los pocos que tiene. Pero no están quietos y ya han presentado nuevos sistemas para combatir esta nueva arma, que los canales oficiales ucranianos dicen que han destrozado a los carros rusos.
Hoy, y lo hemos comprobado, tenemos excelentes equipos en ciberespacio, ciberdefensa, economía, terrorismo en todas sus facetas, especialistas en amenazas biológicas, energía nuclear, catástrofes, pandemias, inteligencia, buenos profesionales en el espacio marítimo, espacio aéreo, espionaje, crimen organizado, antipiratas, cambio climático, flujos migratorios irregulares, desinformación… Estas materias y muchas más tienen sus especialistas dentro de nuestras fuerzas armadas en constante formación.
La UME les ha permitido a nuestros ejércitos ser más visibles y también más queridos, pero en los momentos más difíciles, como fueron los de la pandemia, no sólo esa unidad dejó pruebas de su entrega. Todos los ejércitos, todos, y también las fuerzas de seguridad, estuvieron en primera línea y arriesgaron como lo exige su profesión y vocación. No sería justo centrar en la UME la mejora en la percepción que los españoles tienen de sus ejércitos. Filomena, la pandemia, las misiones internacionales y ahora nuestras fuerzas en las fronteras con Rusia han servido para mejorar ese concepto. Pero no es suficiente.
La base de nuestro respeto por su trabajo debe estar en una potente cultura de Defensa, que apenas existe porque el Estado abandonó en España hace muchos años la cultura nacional. Esa deficiencia sólo se puede paliar enseñando a nuestros niños qué hacen nuestras fuerzas armadas y sus valores, algo que parece que aún está lejos, especialmente en territorios que piensan en nacionalismo y no en un Estado fuerte.
¿Y qué quieren nuestros militares en esta nueva situación, con una guerra en Europa que amenaza nuestro sistema de vida? Nuestros soldados saben que sus sueldos serán los de los funcionarios del Estado y que la caja no está para muchas fiestas. Conocen que la Sanidad y la Educación, entre otras, son materias básicas en nuestra cultura y estado de bienestar. También saben que no pueden competir con otros países que multiplican por 10 nuestro presupuesto y que tienen armas más poderosas.
Como profesionales que son quieren hacer su trabajo lo mejor posible. Y para cumplir con su deber creen que España, séptimo PIB de la OTAN, no puede ser el país número 28 en gasto en Defensa con un 1,04% del PIB. Ocupamos el puesto 20 en el ránking mundial, con 12.828 millones de dólares, 250 dólares por persona (Estados Unidos, 2.171 dólares; e Italia, 402). Creen que en esta ocasión el Gobierno, tras Ucrania, va a reaccionar y que el futuro les permitirá capacidades en línea con países similares de Europa. El próximo aumento de presupuesto, que sin duda será ratificado en la cumbre de la OTAN, va a tapar agujeros, algunos muy serios, y permitirá una financiación equilibrada entre el capítulo de gastos y los objetivos de inversión de los costosísimos planes de armas que sujetan la defensa. No olvidemos tampoco que España tiene una importante y competitiva industria, pese a que les duela a unos pocos.
Lo que piden, necesitan y siempre que pueden demandan nuestros militares, por los cauces reglamentarios y disciplina, es algo que no cuesta dinero. Hay consenso en materia de Defensa entre los dos grandes partidos en materia y no debería haber problemas para lograr este objetivo fundamental con urgencia. Necesitan una ley de financiación, programación y sostenibilidad que les permita planificar a medio plazo. ¿Qué compañía que se precie no planifica a medio plazo? Esta empresa, que es de todos los españoles, juega en el alambre cada año y la defensa nacional debe sujetarse sobre bases sólidas, ahora más que nunca. Nuestros ejércitos necesitan para ser más eficaces conocer con qué medios humanos y materiales van a poder contar a medio plazo. Debe ser así, especialmente cuando están embarcados en proyectos muy ambiciosos básicos para la defensa nacional como, por ejemplo, el nuevo Submarino S-81, las nuevas fragatas, el nuevo avión europeo o la digitalización, base de unas fuerzas armadas modernas.
En la próxima cumbre de la OTAN que se va a celebrar en Madrid emergerán los principales problemas con los que se va a enfrentar Europa y el mundo en los próximos 10 años. Se hablará de Ucrania, Rusia, China, Taiwán… pero también del Sahel, donde España cree que hay que hacer un esfuerzo especial y donde nuestros soldados están hace tiempo. Y volverá a salir, sin duda, la cuestión de la financiación. España no se acerca al compromiso del 2% del PIB que pidió la OTAN a sus países. Sí que cumple las otras dos recomendaciones: destinar el 20% del presupuesto a inversión tecnológica y apoyar los despliegues internacionales, donde somos el segundo país del mundo, con casi 3.000 hombres y mujeres por el mundo.
Este año el Día de las Fuerzas Armadas se celebra en Huesca bajo la amenaza de Rusia a todo Europa y nos recuerda que aunque los españoles creamos que tengamos unas fuerzas armadas preparadas, la paz es algo muy frágil y también muy caro.
- Pedro Blasco es periodista y ha sido alumnos del XLVI Curso de Defensa Nacional del Ceseden.