NotMid 02/11/2022
EDITORIAL
Tras la compra de Twitter por parte del multimillonario Elon Musk es imprescindible que el nuevo propietario cumpla con su compromiso de establecer en la red social un sistema de moderación de contenidos que evite, entre otros peligros, la difusión de mensajes de odio, especialmente aquellos que promueven atentar contra los derechos humanos y las libertades individuales. Otro gran capítulo que exige a la empresa actuaciones inmediatas es la neutralización de los intentos organizados para influir con fake news en la opinión pública, e incluso para alterar procesos electorales con agresivas campañas de desinformación. Experiencias recientes han demostrado que las posibilidades en manos de quien planeasen usar Twitter como arma no convencional para atentar contra la convivencia son casi ilimitadas.
Este diario siempre se ha distinguido por su defensa de la libertad de expresión y el rechazo a los intentos iliberales y sectarios de legislar ahogando los avances que garantizan una información independiente y veraz. Pero, de entrada, los recelos sobre Musk están realmente justificados dado el historial de sus excéntricas y cambiantes declaraciones sobre los más variopintos temas, y el peligro que supondría utilizar esta potentísima herramienta, en la que confían millones de personas, para distribuir de forma masiva y con intencionalidad contenidos afines a sus intereses personales, políticos y empresariales.
Bastan algunas afirmaciones del magnate para ilustrar la desconfianza de la comunidad de usuarios -y hasta de los organismos estatales- sobre la moderación del magnate y cómo sus excesos pueden desestabilizar la neutralidad de la red que ahora dirige: el más reciente es su retuiteo de un mensaje que afirma que Paul Pelosi no fue atacado por un antivacunas sino por un prostituto con el que había tenido relaciones sexuales; especialmente preocupantes han sido también su llamamiento para que Ucrania entregue la península de Crimea a Rusia, sus elogios al Partido Comunista chino y la defensa de la anexión de Taiwán a China.
Twitter es un ejemplo de que el crecimiento exponencial del uso de las redes sociales es un reto que habrá de afrontarse con extrema precaución para no sesgar la libertad del emisor, sin que esta sirva de excusa para un uso ilegal de estas herramientas. Sería deseable que los gobiernos propiciaran la existencia de órganos de autorregulación en las empresas con mayor capacidad de influencia para detectar y expulsar de las redes a quienes actúan con comportamientos que en muchas ocasiones son delictivos.