NotMid 17/0772022
ASIA
POR UE STUDIO
Las islas Senkaku (llamadas Pinnacle en inglés o Diaoyutai en chino) son un grupo de islas y rocas pertenecientes a la prefectura de Okinawa que se encuentran situadas a 170 km de la isla de Ishigaki, a 170 km de Taiwán y a 330 km de la República Popular de China. Estas islas, desconocidas para la opinión pública mundial durante décadas, se han convertido en los últimos años en uno de los puntos geopolíticos más calientes del planeta al representar el choque entre una China cada vez más necesitada de recursos y sus vecinos en Asia, quienes observan con preocupación la creciente actividad del gigante asiático junto a sus fronteras.
El origen de la vital importancia geopolítica de estas islas se encuentra en una investigación realizada en 1968 por la Comisión Económica de Naciones Unidas para Asia y Asia Oriental (ECAFE por sus siglas en inglés) que descubrió en el subsuelo marino de estas islas lo que podrían ser una de las mayores reservas de hidrocarburos del planeta. Con base en la Convención de Montego Bay sobre Derecho del mar, la soberanía sobre estas islas habilitaría la articulación de una Zona Económica Exclusiva de 200 millas náuticas alrededor de sus costas, lo que permitiría la explotación de estos recursos de hidrocarburos por parte de la potencia soberana. Y con una China que ha estado creciendo económicamente a una media de dos dígitos desde los años 70 y que se ha convertido en la segunda economía del planeta, se entiende que su vital necesidad de recursos, materias primas y fuentes de energía sea una prioridad en su política exterior, tal y como se puede advertir con el desembarco chino en África.
La relación entre Japón y estas islas comienza en 1895 con su incorporación a Okinawa en aplicación del principio jurídico consuetudinario de terra nullius (tierra de nadie), que permite a una nación incorporar nuevas tierras a su territorio nacional si ninguna otra lo ha realizado antes. Tras su incorporación al territorio nipón, varias familias japonesas se trasladaron a estas islas para dedicarse a la producción de bonito seco y a la recolección de plumas de aves, llegando a tener hasta 200 habitantes simultáneamente. Relevancia especial tuvo la familia Koga, cuyos miembros vivieron y trabajaron en las islas durante generaciones desde que su patriarca, Tatsushiro Koga, abriera la primera factoría de bonito en Uotsuri-shima, la isla principal, hasta que vendieron sus tierras a la familia Kurihara, quienes tomaron el relevo en la presencia privada en las islas. Como se ve, no solamente actores estatales participan en este choque diplomático y geopolítico, sino también actores individuales japoneses.
Tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, en el plano territorial, las islas Senkaku, junto con el resto de Okinawa, pasaron a estar controladas por EEUU. En el plano jurídico, una nueva Constitución japonesa fue aprobada, conteniendo el famoso artículo 9 mediante el cual Japón renuncia a su derecho a la guerra y a tener un ejército propio, limitándose a disponer solamente de las famosas Jietai o Fuerzas de Autodefensa. Este compromiso político, unido a los horrores experimentados por Japón en la Segunda Guerra Mundial (especialmente tras haber sufrido dos bombardeos atómicos sobre su población civil), ha cristalizado en un pacifismo japonés que se ha convertido en parte de la tradición política japonesa. Sin embargo, el expansionismo de una China cada vez más asertiva militarmente y la amenaza de una Corea del Norte que busca ser nuclear han introducido en su agenda política el debate nacional acerca de la necesidad de modificación de este artículo 9. Las frecuentes incursiones aéreas y marítimas chinas en las islas Senkaku refuerzan la idea de que Japón necesita esta reforma para ser capaz de defender su integridad territorial.
Esta administración estadounidense finalizó en 1972 con la devolución del archipiélago de Okinawa a Japón. Es en este punto donde tanto China como Taiwán fundamentan su argumentación diplomática, reclamando que deberían haber obtenido el control sobre estas islas al considerarlas parte del territorio anexionado ilegítimamente por parte del Japón imperial, supuesta anomalía a la que la intervención estadounidense pondría fin. Esta situación se hace, además, más compleja, toda vez que Taiwán es considerada como una provincia rebelde por parte de Pekín. Enfrentados desde el punto de vista territorial, ambos actores alcanzan, sin embargo, un consenso táctico en sus reclamaciones sobre las Senkaku.
Sin embargo, esta argumentación resulta endeble por dos razones. En primer lugar, no existe constancia de protestas diplomáticas o políticas desde su incorporación en 1895 a Okinawa hasta que se publicaron los informes acerca de los hallazgos de hidrocarburos por parte de Naciones Unidas. En segundo lugar, el Tratado de Cooperación y Seguridad Mutua entre EEUU y Japón firmado en 1960 reconoce a estas islas como parte del territorio japonés y se compromete a su defensa en caso de ataque.
Finalmente, a los actores estatales e individuales en este conflicto diplomático se unieron los actores colectivos: tras la intensificación de las ofensivas diplomáticas chinas y taiwanesas sobre las islas, grupos de activistas japoneses comenzaron a irrumpir en las islas desde finales de los 70 como forma de protesta para presionar al gobierno japonés en su defensa internacional de las mismas. Paralelamente, un grupo nacionalista chino surgido en Hong Kong, el movimiento Baodiao, hizo lo mismo. Su líder, David Chan, murió ahogado en una de estas incursiones en 1996, convirtiéndose en un mártir para este movimiento y popularizándolo tanto en China continental, como en Taiwán y entre la diáspora china.
El Gobierno japonés ha intentado evitar que estos actores tanto estatales como sub-estatales continuaran desequilibrando el delicado equilibrio geopolítico que suponen estas islas para la región. A pesar de no contar con un ejército, ha tratado de combinar la protección de su integridad territorial con la cuidadosa desescalada de la situación mediante métodos no coercitivos: en el plan interno, mediante la adquisición pública de varias islas de las Senkaku y su posterior nacionalización para evitar nuevas incursiones. En el plano externo, mediante su firme apuesta por el multilateralismo, un compromiso que alcanza su culmen en su proyecto Free and Open Indo-Pacific (FOIP) con el que busca lograr soluciones consensuadas con otras democracias en la región para superar los retos transnacionales a los que se enfrentan estas sociedades.
La invasión rusa de Ucrania ha demostrado que la integridad territorial de las naciones sigue siendo vulnerable a pesar del orden liberal de interdependencias que hemos tratado de crear. Japón, como tercera economía del planeta y una de las democracias más sólidas y defensoras del multilateralismo, se enfrenta al reto de seguir mostrando esta asertividad en la defensa de su integridad territorial, a la vez que trata de proteger las relaciones amistosas con sus vecinos.
UE Studio