Hoy por hoy en España solo se ríen Sánchez y sus socios. De todos los españoles. Divididos en los que lloran por los rincones, incrédulos, y los que ríen por no llorar
NotMid 23/12/2023
OPINIÓN
ANDRÉS TRAPIELLO
Llega uno un tanto sombrío a este final de año, más perplejo que de costumbre. A la hora en que escribo estas líneas Sánchez y Feijóo están reunidos. ¡Cuántas cosas que no debían de haber sucedido han sucedido! Se oye de fondo un transistor con la monodia de los niños de San Ildefonso. Es bonita esa letanía de números y premios salidos de voces tan blancas, tiene algo de encantatorio y mágico. Hace sesenta años, los de mi niñez, esa lotería tenía el halo de la pobreza redimida. No había muchos más juegos de azar y, en cambio, había muchos más pobres. Y los niños de San Ildefonso eran huérfanos de verdad. Verles repartir la suerte habiéndola tenido ellos tan mala producía a todo el mundo admiración y lástima.
Siente hoy uno entre admiración y pena por Feijóo. Da pena saber que ha tenido que reunirse con Sánchez. Pero también siente uno admiración por que haya sido capaz de hacerlo.
La reunión esa ha levantado muchas expectativas y pocas esperanzas. Los que leen esta hoja ya saben si les ha tocado o no el gordo. No hace falta saber de qué han hablado Sánchez y Feijóo para afirmar que a este no le ha tocado ni la pedrea. Mejor habría sido no haber ido a esa reunión, por respeto a la esperanza. Si no se quiere acabar con las ilusiones, mejor no malgastar las esperanzas.
Todo lo que podrían haber acordado, lo importante, ya lo ha acordado Sánchez con sus socios de investidura, y lo único que podrían pactar, es impensable pactarlo porque solo sería una concesión. Se comprende también: Sánchez ha cedido tantas cosas a los independentistas y ex terroristas a cambio de nada, que pretende que a cambio de nada Feijóo le dé la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Sólo necesita de Feijóo eso, y en el fondo a Sánchez le da lo mismo, para él el Cgpj es solo un comodín con el que recordar que quien no cumple la Constitución es el otro.
El papel más ingrato en la política española no lo tiene, hoy por hoy, Sánchez. En El Gran Teatro del Mundo ese papel le ha caído a Feijóo.
Nunca las relaciones entre un presidente de gobierno y el jefe de la oposición han sido tan desagradables como ahora. Ni siquiera las disputas de Aznar con González llegaron a este grado de desquicie. Uno pedía con la sequedad que le caracteriza: «Váyase, señor González», y González le respondía lo que le tenía que responder, con más o menos guasa. Pero nunca se faltaron al respeto. De hecho la vida les ha puesto de acuerdo contra Sánchez, al que los dos detestan.
Hay que tener estómago para reunirse con alguien que lleva mofándose de ti en público siempre que le viene en gana. La penúltima vez hace unas semanas, desde la tribuna de oradores del Parlamento. Más de un minuto. Eran forzadas, pero al fin y al cabo, carcajadas. Y hace tres días: «Se lo digo en buen plan, se le está poniendo una cara avinagrada», o algo parecido. El tono lo es todo. Sonaba a un «jódete». ¿Qué es más grave, llamarle a alguien «facha» o «hijoputa»? Palabras menos lesivas, por el tono, afrentan el doble que otras que no se dicen. Y si al menos se riera de hombre a hombre… Pero no, lo hace porque lleva al lado a sus matones. Eta sin pistolas no era nada, Sánchez sin socios, tampoco. De modo que reírse de Feijóo es una más de sus villanías. De voto a voto, limpiamente, jamás se hubiera atrevido. Cierto, él ha logrado sumar: votos sucios, de prófugos y malversadores condenados por la justicia; incluso en el caso de los bilduinos, manchados de sangre. Y como todos ellos saben que la palabra de Sánchez no vale nada, ríen a mandíbula batiente cuando este sale diciendo que el referéndum en Cataluña, como decía de la amnistía, no será posible. Y qué escena esa de quitar la bandera de España en cuanto el Presidente le dio la espalda al President en el palacio de la Generalidad.
Cómo nos reímos, que decía Gila. Así que a Sánchez solo le queda salir corriendo a desternillarse de Feijóo, para él un alfeñique. Los matones lo secundan, aunque estén deseosos de perderlo de vista en cuanto no lo necesiten, conscientes de que nadie ha hecho más por la independencia de Cataluña que él. En fin, que hoy por hoy en España solo se ríen Sánchez y sus socios. De todos los españoles. Divididos en los que lloran por los rincones, incrédulos, y los que ríen por no llorar. Así es muy difícil concentrarse un día como hoy.
Continúa el sorteo en la radio, esos dos no han salido de la reunión y uno está deseando acabar este artículo para seguir montando el belén. Hacía lo menos veinticinco años que no sacábamos las figuras de su caja de zapatos. Qué desastre. Parece un hospital de campaña. A casi todas las figuras les falta algo, una pierna, un brazo, al caballo del rey Baltasar, dos patas. Una delantera y otra trasera. Se sostiene. «Anda», me digo, «qué suerte, y negro, como mi humor sombrío». Más que un belén parece una película de Buñuel. Y como el belén está hecho de restos de otros belenes, los romanos son más altos que el castillo de Herodes, y las ovejas tan grandes como el buey y la mula. A los niños estos detalles les darán lo mismo. Nada que ver con ese 30% que seguirá votando a Sánchez (según encuestas) a sabiendas de que su voto no tiene ni pies ni cabeza. O sea, descerebrado. Incluso te lo reconocen: «Tampoco estoy de acuerdo con la amnistía, pero voy a votarle de nuevo, sí, ¿y qué?». ¿Y qué? Nada, todo menos discutir en Nochebuena. Feliz Navidad.