NotMid 10/10/2023
EDITORIAL
El ataque masivo de la organización terrorista Hamas contra Israel ha originado en la política española una serie de reacciones que evidencian los prejuicios ideológicos con los que buena parte de la izquierda observa el conflicto árabe-israelí, lo que le impide analizar lo que ocurre con raciocinio. Representantes del Gobierno de coalición y de sus socios -de Sumar, Podemos, EH Bildu, ERC, el Partido Comunista o el BNG- han exhibido cuando menos una equidistancia indecente que, con las imágenes de la carnicería de este sábado y de los secuestros que los fanáticos islamistas siguen perpetrando a la luz del día, se hace insoportable. En su extremo, culpan al Estado judío de los asesinatos de sus ciudadanos, con los que no se identifican; en cambio, lamentan las víctimas palestinas, de las que también culpan al Estado judío. Esta posición hipócrita, que dota de carné de buenas y malas víctimas a los muertos según su procedencia, resulta miserable.
Israel ha sufrido el mayor ataque indiscriminado contra su población civil de las últimas décadas. La UE y EEUU han condenado a la milicia islamista, han brindado su apoyo a Israel y han recordado su derecho legítimo a defenderse. Mientras tanto, desde la izquierda en países como Francia y España escuchamos declaraciones inverosímiles e inmorales. La parte socialista del Gobierno de Pedro Sánchez ha condenado sin ambages el atentado, pero tras el bombardeo de Hamas, la vicepresidenta Yolanda Díaz exigía «poner fin a la ocupación y que el pueblo palestino pueda vivir con dignidad». Díaz es una de las mayores representantes de España y la imagen internacional que proyecta, nefasta. También la diputada de Sumar Tesh Sidi evitaba condenar el atentado; la portavoz de Podemos, Isabel Serra, denunciaba un «apartheid sobre Gaza y Cisjordania»; y Otegi incluso insinuó que Israel había permitido el ataque como excusa para responder con brutalidad. Exceptuando el caso de quien perteneció a ETA y defendió la legitimidad del terrorismo, ¿qué concepción moral, qué catadura ética tiene quien es incapaz de aparcar su ideología ni siquiera cuando la sangre de las víctimas sigue derramándose? Esa ceguera interesada hace un flaco favor a los valores democráticos, pero también a la causa de Palestina.
El conflicto se ha desatado como nunca antes. Las consecuencias son imprevisibles. La implicación de Irán desliza una ruptura nuclear y numerosos expertos hablan de la III Guerra Mundial. Lo único claro es que las débiles costuras de Oriente Próximo se han quebrado y que el atentado de Hamas, instrumento armado de Teherán -al igual que Hizbulá-, ha hecho explotar una guerra activa y larga. Contra ello no cabe la equidistancia. Tampoco hacia la teocracia de Irán. Las democracias defienden a las víctimas y condenan a los verdugos. Sin paliativos.