La libertad de expresión también existe para los criminales, y el dolor no otorga autoridad para poner mordazas
NotMid 24/03/2025
OPINIÓN
MAITE RICO
El libro de Luisgé Martín sobre José Bretón, el hombre que mató e incineró a sus dos hijos en 2011, ha abierto un nuevo frente en la batalla entre la libertad expresión y el dolor las víctimas. Que Ruth Ortiz, madre de los pequeños, intente impedir por vía judicial la publicación es comprensible. Martín ni siquiera le advirtió de su proyecto. Bretón cuenta intimidades y confiesa el crimen, encantado de tener notoriedad y de, percibe Ruth, seguir causándole dolor desde la eternidad literaria. Los tribunales decidirán si El odio conculca algún derecho, pero lo inquietante es que la Fiscalía de Menores haya pedido la suspensión preventiva de la publicación.
Recientemente Patricia Ramírez, madre del Pescaíto, el niño asesinado en Almería por la entonces pareja de su padre, logró que una productora desistiera de rodar un documental cuya estrella era aquella mujer sórdida. Pero Ramírez va más allá en su batalla y pretende que «ningún preso pueda conceder una entrevista». En un Estado de Derecho la libertad de expresión también existe para los criminales, y el dolor no otorga autoridad para poner mordazas.
Es cierto que las plataformas hacen negocio con el true crime a base de explotar el sensacionalismo, pero los límites existen. Netflix está en los tribunales por una demanda de Rosa Peral, la guardia urbana condenada por asesinato. Y cómo olvidar el hundimiento de La Noria, programa líder de Tele5, después de la entrevista remunerada a la madre del Cuco, cómplice en el crimen de Marta del Castillo. La ira popular llevó a la retirada de los anunciantes y del programa. No fue necesario prohibirlo.
Luego está el doble rasero. ¿Hay que callar a unos delincuentes y a otros no? En la Hemeroteca del Buitre podemos ver a Iñaki Gabilondo advirtiendo contra la tentación de «dar voz a los bárbaros» de la manada de Pamplona pero, años antes, deseando entrevistar a Bin Laden o al jefe de ETA.
Mala suerte la de Luisgé Martín: tanto escribirle discursos a Sánchez para acabar cancelado por sus correligionarias del Ministerio de Igualdad, que piden acallar a Bretón. En su defensa, el autor esgrime a Truman Capote y a Emmanuel Carrère. Muy alto apunta. En cualquier caso, tiene derecho a publicar su libro y la gente a leerlo o no. Con un Gobierno afanado en controlar a la prensa, solo nos faltaba que se acabe instaurando la censura previa.