Sánchez y Feijóo deben dejar el cálculo menguado y apostar por un acuerdo de Estado que mire por los españoles
NotMid 07/04/2022
OPINIÓN
NICOLÁS REDONDO TERREROS
Durante los últimos años he venido escribiendo sobre la perniciosa radicalización de la política. Cierto que los españoles no somos los únicos en padecerla aunque, por la debilidad institucional, por la falta de costumbres democráticas y por nuestra tendencia a sentir a los otros españoles como los primeros enemigos, sea a quienes más profundamente perjudica. La división es radical y múltiple; tiene su origen en los sentimientos identitarios de algunas formaciones políticas, pero también en aspectos ideológicos provocados por quienes todavía alaban a Lenin y Stalin o por quienes han montado en Babieca y combaten derechos individuales fundamentales como si fueran incompatibles con la nación española.
Ese ambiente se agrava cuando los partidos extremos -ambos opuestos, aunque sea por causas distintas, a algunos de los fundamentos de la España del 78 y al gran proyecto civilizatorio, a veces lento y tortuoso, de la UE- adquieren un protagonismo determinante en la política española, convirtiendo en rehenes de su radicalismo a los partidos centrales del espacio público. En ambos sectores ideológicos se emplean argumentos parecidos para justificar la aproximación a sus extremos ideológicos y para la descalificación global del adversario. Desde la izquierda tildan de facha a los que han criticado los apoyos parlamentarios del Gobierno o han visto desaconsejable para los intereses generales un Ejecutivo con Podemos, partido más ocupado en profundizar en las contradicciones inherentes a la democracia representativa que en solucionar los problemas reales y cotidianos de los ciudadanos.
Deberíamos saber a estas alturas que el socio minoritario del Gobierno no está en él para solucionar los problemas de los españoles; se sienta en los sillones ministeriales para imponer su programa radical…, no tiene interés en gobernar para todos, desea imponer a todos sus verdades inquebrantables… Y, desde el extremo de la derecha, se muestran remisos al reconocimiento de otras formas de sentir de ser españoles cohibidos por un discurso externo pleno de retórica imperial y carente de soluciones para la España del siglo XXI.
Los partidos antisistema de ambos extremos ideológicos desean obligarnos a todos a acatar sus respectivos catecismos, convirtiendo a los oponentes -es decir, a la otra mitad de españoles-, en enemigos o fachas o traidores o antiespañoles.
El PP, después de despejar toda la quincallería que adorna crisis como la que ha sufrido, ha elegido un líder que ha expresado su voluntad de llegar a acuerdos con el principal partido del Gobierno. El presidente Sánchez ha tenido que gobernar en los últimos tiempos sin mirar a sus socios de coalición y de espaldas a sus apoyos parlamentarios. Esta dinámica de cese de la convivencia en el Ejecutivo se mantendrá, y muy probablemente irá incrementándose, según se acerquen las elecciones y el PSOE se vea obligado a tomar decisiones que aun siendo impopulares son imprescindibles por la grave situación económica de nuestro país.
Hoy se reúnen Sánchez y Feijóo. Desde determinados sectores de la derecha verían un acuerdo entre ambos como una debilidad del nuevo líder popular; y desde la izquierda interpretarían los posibles acuerdos como una claudicación del inquilino de La Moncloa. En ambos sectores serán frecuentes las consideraciones del pacto como una traición. Unos y otros podrán pensar en la horas previas a la reunión que en España el enfrentamiento iracundo agrada a los forofos y el acuerdo penaliza a los que lo auspician. Sin embargo, creo que si salieran del cónclave con algún compromiso de envergadura la mayoría de la sociedad los aprobaría esperanzada. Con esas sensaciones tan difusas como certeras, que en ocasiones llamamos instinto, la ciudadanía española sabe que Sánchez no puede sacarnos de la crisis con sus socios actuales y sus menguados apoyos parlamentarios, de la misma forma que recela de un centroderecha que vaya a las próximas elecciones cabalgando en el no, a la simple espera de ver el cadáver político de Sánchez pasar por su puerta.
Antes de que sepamos la conclusión, rompo una lanza, o mejor alzo la voz, para que ambos dirigentes, en estas circunstancias desconocidas durante los últimos 40 años, dejen de lado el cálculo menguado, las artimañas palaciegas o el halago a los suyos y miren por los españoles. Hoy es un buen día para empezar el camino de una nueva política en España, ¿lo aprovecharán?
ElMundo