NotMid 13/11/2022
EDITORIAL
Bruselas sumó ayer otro sombrío pronóstico sobre la economía española a los que organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco de España barajan para el año próximo. La Comisión rebajó a la mitad su previsión de crecimiento para España, recortándola al 1% desde el 2,1% que proyectaba en verano y constatando así el frenazo de la economía de cara a 2023. El comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, reconoció además que existen diferencias entre las previsiones del Gobierno español y las de la propia Comisión, que proyecta una menor contribución del consumo privado y de las inversiones al crecimiento.
Las previsiones macroeconómicas publicadas por el Ejecutivo comunitario anticipan un crudo principio de año en el que la Eurozona entrará en una recesión de la que España escapa por poco, pero vuelven a certificar que la recuperación de nuestro país a niveles prepandemia está siendo más lenta que la del resto de socios europeos.
Esta evidente ralentización será difícil de encarrilar si el Gobierno continúa empeñado en fundar en previsiones ficticias, por su excesivo optimismo, unos presupuestos tan expansivos como insostenibles en un país con una deuda del 116% del Producto Interior Bruto. Una deriva que necesitará de un esfuerzo de responsabilidad fiscal extra en plena revisión de las reglas europeas con planes individuales de ajuste para racionalizar las finanzas públicas. Países como España -o Italia y Grecia-, muy endeudados, tendrán menos margen de maniobra y estarán obligados a presentar proyectos «realistas y posibles».
El contexto europeo tampoco ayuda a la recuperación, con un pronóstico de inflación sostenida derivada de la crisis energética y una guerra de Ucrania a la que no se le ve el final. La Comisión, de hecho, elevó ayer su cálculo sobre el repunte del alza de precios en España hasta el 8,5% para este ejercicio, frente al 8,1% que estimaba en julio.
La Unión Europea lanza otro aviso al presidente Sánchez para que ajuste un gasto público que continúa disparado y con el que será muy difícil cumplir con Europa incluso bajo la nueva era de flexibilidad fiscal. Y todo ello cuando aún están pendientes las observaciones de Bruselas sobre los presupuestos.