NotMid 09/01/2023
OPINIÓN
SILVIA ROMÁN
Aviso al agresor de turno: si quiere hacerse un Putin y desestabilizar -aún más- el mundo en 2023, cuidado con iniciar un acto de agresión no provocado aprovechando la inestabilidad mundial, la polarización o el cada vez mayor odio a Occidente: la jugada le puede salir mal (como al líder ruso).
Si algo nos ha enseñado este 2022 no es sólo que el mundo es un lugar peligroso -donde ya se han roto tabúes como el de blandir la espada de Damocles nuclear-, sino que también está lleno de admirables sorpresas.
Para la deformada mentalidad del Kremlin fue un chasco que el pueblo ucraniano plantara cara a las tropas rusas con un espíritu indomable, que Estados Unidos no se mantuviera alejado como en la era Trump y tendiera de nuevo el puente atlántico, o que los miembros de la Unión Europea no se dividieran y abandonaran a Ucrania a su suerte… Moscú esperaba un Kiev cobarde, una Bruselas escindida y un Washington con un Biden de perfil bajo. La mezcla de los factores daba un Vladimir Putin ganador. Toda una estrategia fallida, un cuento de la lechera ruso.
Ahora bien, no bajemos la guardia. Y más con el escenario escalofriante que se nos viene encima, una constelación de enconadas adversidades: crisis económicas, políticas, climáticas y sociales. Un mundo bien salpicado de deuda, hambre, refugiados y civiles muertos en conflictos.
Las guerras seguirán muy presentes en nuestro planeta. Choques a pecho descubierto como el de Rusia y Ucrania; o zonas calientes como Armenia y Azerbaiyán, Taiwan o el Sahel; sin olvidar otras formas de violencia como la represión que ejercen regímenes como el de Kabul o Teherán. No dejemos en la retaguardia a las mujeres del velo iraníes ni a las afganas que ya no pueden estudiar, ni a todos los conciudadanos que las apoyan frente a la cruel cerrazón de los ayatolás y de los talibán.
Pero ojo también al rechazo que está (estamos) generando Occidente. Gran parte de nuestra vecindad nos contempla como unos privilegiados deshonestos: ya sea Estados Unidos con sus intervenciones en dispares puntos del planeta; ya sea Europa acaparando todas las vacunas del Covid… O ya sea ambos en su exhibición diaria del malestar que les produce las olas de migrantes tocando a sus puertas.
Es tiempo de autocrítica y hábil gestión en esta zona de confort. Por nuestra propia supervivencia. Un continente africano enfadado o una Latinoamérica molesta acabarán definitivamente en manos enfundadas en puños de hierro. No sólo bajo el látigo de sus propios autócratas, sino también bajo el de Vladimir Putin y Xi Jinping; de los dos socios que están a un paso de convertirse en aliados; del que no consigue armas de China, pero sí oxígeno económico para no asfixiarse con las sanciones occidentales.
La alargada sombra de la guerra se proyecta sobre los asuntos globales y éste es un claro ejemplo: los lazos atados entre el zar y el emperador.
De hecho, Xi tiene donde mirarse: en el espejo de Putin. A la hora de valorar una invasión de Taiwan, puede visualizar ya las reacciones occidentales: penalización económica, aislamiento internacional y, según las palabras de Biden, la respuesta implacable de Estados Unidos, que ha declarado a China su enemigo público número uno y teje fuertes alianzas en el Pacífico, de cara a que Pekín sienta su aliento en el cogote.
Mientras, todo es contemplado y seguido de cerca por unos espectadores interesados (en todos los sentidos): Turquía e India. Dos países liderados por mandatarios ultranacionalistas dispuestos a sacar tajada jugando lo mejor posible sus cartas, ofreciéndose al mejor postor, haciendo gala de una sibilina ambigüedad y favorecidos por la ubicación geoestratégica clave de sus respectivas capitales.
El mundo se está reseteando. Si la caída del Muro de Berlín y el final de la Unión Soviética marcaron el cacareado “fin de la historia”, el año 2022 ha sido un “volver a empezar”. Y es que por mucha conexión global e interdependencia económica que exista en nuestro siglo actual, la brutalidad ha resurgido en su forma más clásica, en un continente como Europa, salpicado de democracias.
Los invasores con mentalidad expansiva de mitad de siglo pasado han regresado justo en un año en el que las sociedades democráticas no pasan por su mejor momento. Gracias a ello, en 2022 los tiranos han conseguido reforzar su control, esto es, no les ha ido tan mal. Otra cosa es la calidad de las decisiones tomadas. Pero el contexto les era totalmente propicio para extender sus tentáculos.
Sobre esta inestabilidad internacional los autócratas se querrán seguir manteniendo en los meses venideros. Las democracias se verán de nuevo enfrentadas a múltiples desafíos, pero los pueblos seguirán teniendo mucho que decir y pelear. En su resiliencia y valentía estará la clave para no ser arrastrados a definitivos tiempos oscuros.
Desde Kiev a Teherán, Taipei a Kabul, Puerto Príncipe a Managua… Desde simples brasas hasta puras llamas: el planeta está en combustión. Aprovechemos las lecciones aprendidas del convulso 2022 para prevenir, disuadir y combatir lo que se avecina en 2023. Cada día se hace / hacemos Historia.