La primogénita del excéntrico rey Rama X sufrió un ataque cardíaco por el que tuvo que ser hospitalizada hace días
NotMid 24/12/2022
ASIA
Han transcurrido 10 días desde que la princesa Bajrakitiyabha, la hija mayor del rey de Tailandia, fue ingresada en un hospital de Bangkok. Había sufrido un ataque cardíaco y una crisis multiorgánica mientras se encontraba en un evento militar de entrenamiento de perros. Distintos medios internacionales publicaron que la princesa, de 44 años, se encontraba clínicamente muerta. Y ello obligó al Palacio Real a reaccionar con un comunicado, algo muy inusual en un régimen tan hermético en todo lo que tiene que ver con la Monarquía como el tailandés, para asegurar que Bha -como se la conoce- había sido «estabilizada en cierto nivel». De la extraordinaria preocupación por su estado dio cuenta la rapidez con la que su padre, Rama X, voló hasta Bangkok para visitarla. Pero, a partir de ahí, se ha impuesto el habitual apagón informativo.
Millones de tailandeses participan a diario en ceremonias y rezos públicos en los que ruegan por la salud de la princesa. Y su rostro es omnipresente en los medios para conminar a los ciudadanos a hacer votos por su pronta recuperación. Nada se sabe, sin embargo, de cómo se encuentra realmente. Aunque especialistas en la dinastía Chakri -que reina en el país desde finales del siglo XVIII- aluden a fuentes próximas a Palacio para concluir que Bha estaría siendo mantenida con vida de forma artificial conectada a respiradores, a la espera de que el monarca decida cuánto tiempo prolongar la esperanza… o la agonía.
En medio de la desazón, se producen episodios como la detención, días atrás, de un ex profesor universitario popular en redes locales, Suvinai Pornavalai, por una campaña para recaudar dinero que decía necesitar para afrontar los costes de «un ritual» con el que salvar a la princesa -no tardó en hacerse con 20.000 dólares de seguidores-. «Toda mi vida he practicado ritos espirituales, pero no me di cuenta de que ofrecer mis servicios era inapropiado y engañoso», tuvo que admitir a modo de disculpa tras ser puesto en libertad con cargos, según el Bangkok Post.
PRIMOGÉNITA
Bha es hija de la primera de las cuatro mujeres que ha tenido el actual rey Maha Vajiralongkorn, Rama X, excéntrico jefe de Estado que asumió el trono a finales de 2016, a la muerte de su padre, el astuto y muy venerado Bhumibol, quien reinó nada menos que 70 años y fue una figura política fundamental que consiguió que la Corona se erigiera como centro de cohesión y estabilidad en un país en el que él mismo lidió con constantes golpes de Estado.
Poco tienen que ver el rosario de escándalos y la nada edificante biografía que se conocen de Rama X -incluido el harén de 20 concubinas siempre a su disposición con el que acostumbra a viajar a sus dominios en Alemania- con el discreto perfil de su primogénita. Se sabe que la princesa es licenciada en Derecho y en Ciencias Políticas. Y en la escena internacional era conocida, de hecho, por su labor diplomática. Fue embajadora de Tailandia en Austria entre 2012 y 2014. Pero, sobre todo, ha desempeñado cargos honoríficos para Naciones Unidas, como el de embajadora nacional de ONU Mujeres para el desarrollo de proyectos de empoderamiento femenino.
Las cuestiones relativas al orden sucesorio al trono se siguen rigiendo hoy en Tailandia por los preceptos de la Constitución de 1924 que establecen que si un rey fallece sin nombrar de forma oficial a su heredero éste ha de ser propuesto por el Consejo Privado de la Corona. Y la Carta Magna aprobada en 2007 deja la puerta abierta a que las mujeres puedan reinar. Por ello en algunos medios se veía a la princesa Bha como posible futura reina, si bien la hipótesis parecía poco probable dado que Rama X se hace acompañar en actos institucionales por su primer hijo varón, Dipangkorn, de 17 años, en lo que se interpreta como el reconocimiento de que es su heredero.
INSTITUCIÓN INTOCABLE
Aunque sobre el papel Tailandia es una monarquía parlamentaria, su funcionamiento dista mucho de ser homologable al de los sistemas occidentales. Estamos, de hecho, ante una institución intocable, que goza de una hiperprotección en todos los sentidos que hace prácticamente imposible medir en la actualidad el grado de apoyo real que concita entre los 70 millones de tailandeses. Sin ir más lejos, las draconianas leyes de lesa majestad contemplan penas de hasta 15 años de cárcel para quien ose criticar a los miembros de la familia real. Y, con todo, en el reinado de Rama X se están produciendo episodios que reflejan el desgaste de la Corona, tanto por la escasa popularidad de su actual titular, como por el hecho de que entre sectores cada vez más amplios de la población se vea en el trono un obstáculo insalvable para conquistar las reformas prodemocráticas que frena la casta militar dominante. Y, así, en el otoño de 2020 se produjeron inéditas marchas de decenas de miles de estudiantes en Bangkok en las que, además de pedir la dimisión del Gobierno, se lanzaron proclamas contra la monarquía.
Aunque el tratamiento que recibe Rama X siga siendo el de una figura cuasidivina, no está consiguiendo desempeñar el rol unificador en una nación con profundas grietas sociales que sí ejerció su padre. Pero, dicho esto, bastó que se hiciera con el cetro para que el actual monarca demostrara que en absoluto era el títere que muchos pensaban -círculos de la cúpula castrense creyeron que le dominarían a su antojo-. Al revés, es Rama X un rey-dios con mucha ambición de poder que entre sus primeras medidas obligó al Parlamento a aprobar una enmienda a la ley que regula la Oficina de la Propiedad de la Corona por la que ésta quedó exclusivamente en sus manos. Estamos hablando de la mayor corporación de Tailandia, con una amplísima cartera de propiedades e inversiones en bancos y grandes empresas, que Forbes valoró en unos 30.000 millones de euros.
Dinero más que suficiente para conjuros que, por desgracia, no parecen lo más eficaz para devolver la salud a una princesa que hoy se debatiría entre la vida y la muerte.
Agencias