La composición ideológica del Ejecutivo, lastrado por querencias antisistema, priva a nuestro país de la imagen de seriedad internacional que merecería
NotMid 14/09/2022
EDITORIAL
El avance de la contraofensiva ucraniana no solo está logrando recuperar una proporción notable de terreno invadido en muy poco tiempo, tanto en el norte como en el sur del país, lo que eleva la moral del ejército resistente: también está empezando a romper la omertá impuesta por Putin en Rusia. Aunque la propaganda del régimen quiere aparentar normalidad llamando “reagrupamiento” a la retirada, cada vez es más difícil mantener engañados y callados a sectores significativos de la esfera pública rusa. Por primera vez desde que comenzó la invasión, Putin recibe la presión pública tanto de los opositores como del ala dura del régimen. Los primeros, en un admirable ejercicio de coraje, son ese centenar de concejales de tres ciudades rusas -entre ellas San Petersburgo, cuna política de Putin- que exigen la marcha del único responsable de la catastrófica invasión. Los segundos, por su parte, piden represalias salvajes contra los mandos militares que han dirigido la campaña con tan desastrosos resultados hasta la fecha.
En la Duma por primera vez se oye hablar de «guerra», rompiendo el eufemismo oficial de «operación militar especial». Algunos parlamentarios reclaman una leva obligatoria para enviar más hombres al frente, algo a lo que Putin se resiste de momento, consciente de la erosión que semejante decisión supondría. Para colmo, y aprovechando que la guerra absorbe toda la atención del Kremlin, Azerbaiyán ha decidido reactivar su viejo conflicto con Armenia -aliada militar de Rusia- realizando un ataque que ha causado un centenar de bajas. Putin ha tenido que negociar a toda velocidad un alto el fuego entre ambos países, pues en plena retirada de territorio ucraniano no se puede permitir enviar tropas a un nuevo frente, pero en todo caso revela la debilidad geopolítica que proyecta Rusia en estos momentos.
No cabe anticipar un triunfo de Kiev que sigue resultando difícil. La reacción de Putin, sometido a una presión dentro de sus fronteras desconocida para él, es imprevisible. Pero el éxito de Zelenski, auxiliado militarmente por las potencias democráticas, ya es incontestable y permite concebir esperanzas de victoria. Para que esas esperanzas tengan una oportunidad de concretarse, Occidente no puede flaquear. El momento, como sabe Blinken, es ahora. Por eso resulta tan decepcionante la división en materia de Defensa que volvió a escenificarse en el Gobierno de coalición. Podemos, legatario de un antiamericanismo caduco y adolescente que todavía le lleva a oponerse a la OTAN -esa organización que vela por las libertades políticas en una democracia liberal como España-, decidió abstenerse en la votación que dirimía la incorporación de Suecia y Finlandia a la Alianza Atlántica.
Cabe preguntarse en qué posición queda el crédito de España cuando, tras comprometerse Sánchez a incrementar el presupuesto de Defensa, una parte de su Ejecutivo anticipa su posición contraria a ese incremento y se niega a apoyar el refuerzo de la organización. La condición de aliado exige estar a la altura del desafío histórico. Lamentablemente la composición ideológica de este Gobierno, lastrado por querencias antisistema, priva a nuestro país de la imagen de seriedad internacional que merecería.