A pesar de su voto en contra, Von der Leyen no rompe puentes con la italiana. Entretanto, el choque de trenes entre el húngaro y el resto de la UE sube de intensidad.
NotMid 21/07/2024
EUROPA
La reelección de Ursula von der Leyen y Roberta Metsola como presidentas de la Comisión y el Parlamento Europeo, respectivamente, confirmaba esta semana la continuidad de la UE para los próximos cinco años. La décima legislatura arranca con la Europa más polarizada y fragmentada. Y echa a rodar con retos mayúsculos tanto dentro como fuera de sus fronteras. La prioridad es promover la independencia europea en un mundo en llamas. Con el cambio de ciclo, la Comisión Geopolítica da paso a la Comisión de la Defensa y la Competitividad.
La nueva Europa que nace de las últimas elecciones es la más escorada a la derecha. No solo en la Eurocámara. El próximo Colegio de Comisarios contará con 13 sillones para los Populares y 2 para los Conservadores, frente a una Socialdemocracia debilitada que afrontará su próxima prueba de fuego en las elecciones germanas del próximo año.
Mientras el liderazgo del eje franco-alemán agoniza, Marine Le Pen prepara su camino para las elecciones presidenciales de 2027. El aterrizaje de la líder ultraderechista en el Elíseo tendría consecuencias brutales para el bloque comunitario. La UE de finales de década se anticipa mutante. Y su futuro anticipa nubarrones.
El Pleno de Estrasburgo refrendó esta semana el mandato Von der Leyen 2.0. La alemana repetirá con las riendas del Ejecutivo comunitario otro lustro. Encajó una victoria más holgada de lo que se anticipaba con 41 votos por encima de los 360 exigidos. Su primer mandato no le pasa factura y afianza su liderazgo. En 2019, aprobó el examen por la mínima de nueve ‘síes’.
Una de las grandes incógnitas de este voto -que es secreto- pasaba por los 24 eurodiputados de Hermanos de Italia, la formación de Giorgia Meloni. La gran coalición de Populares, Socialdemócratas y Liberales sumaba 401 votos, pero teniendo en cuenta la fuga de algunos de ellos, el futuro de Von der Leyen estaba en manos de los Conservadores y Reformistas (ECR) de Meloni o de Los Verdes. Finalmente, fueron los ecologistas quienes la salvaron votándola masivamente a favor a pesar de que su programa climático para el nuevo mandato es menos ambicioso.
La italiana escondió sus cartas hasta el final. Votó en contra. Su argumento es que los conservadores no pueden formar parte de una gran coalición que incluye a los “perdedores” de Liberales y Verdes, formaciones que se desplomaron en las últimas elecciones europeas. En un vídeo publicado en redes sociales, la primera ministra transalpina aseguró que su decisión respondía al hecho de “no compartir el método y el mérito”. Pero adopta un mensaje y un tono conciliador. “Esto no comprometerá la colaboración [con la Comisión Europea] en muchos temas como la inmigración”, confirmó a la vez que deseaba “buena suerte” a Von der Leyen.
La alemana y la italiana tienen una relación cordial. Poco después de su proclamación como primera ministra italiana, Meloni fue recibida con alfombra roja en el Berlaymont. A pesar de las dudas que imperaban por entonces sobre cuál sería la agenda europea de la mandataria ultraconservadora.
Durante la campaña europea, Von der Leyen cortejó a Meloni, a la que amadrinó para normalizar su presencia en el juego institucional. “Es pro-Ucrania, pro-Estado de Derecho y pro-OTAN”, repetía. La italiana se ha erigido como la representante de una derecha radical buena y digerible, una potencial aliada alejada de las fuerzas ultras y prorrusas que han brotado en el nuevo Hemiciclo: los Patriotas por Europa de Orban, Vox y Le Pen, y la Europa de las Naciones Soberanas, liderada por Alternativa para Alemania (AfD).
A finales de junio, Meloni ya se abstuvo en la nominación de Von der Leyen tras ser excluida por el resto de líderes europeos. Poco después, sus tradicionales aliados de Vox la abandonaron para unirse a los Patriotas de Orban, que desterraron a los Conservadores del tercer puesto en la Eurocámara convirtiéndose en la principal familia europea de la oposición. Su reciente rechazo a Von der Leyen la aísla más en la cámara.
Meloni ha pasado en muy pocas semanas de ser la reina de Europa a rozar el ostracismo. La prestigiosa revista The Economist llevaba recientemente a Ursula von der Leyen, Georgia Meloni y Marine Le Pen a su portada bajo el titular: las tres mujeres que darán forma al futuro de Europa. Elevaba a la italiana al centro de la imagen. La sensación un mes y medio después es de desconcierto, de falta de estrategia y de improvisación en Roma.
A pesar de ello, la tercera potencia de la Eurozona tendrá mucho que decir en la nueva Europa. Por lo pronto, Von der Leyen ya le ha prometido un sillón con rango de vicepresidencia para rebajar la carga burocrática además de la designación de un comisario para el Mediterráneo. La alemana y la italiana se entienden y se necesitan. De puertas para afuera, esta aparente distancia permite a Von der Leyen proyectar una imagen de distancia con la derecha radical y a la italiana hacer lo propio con el establishment. Pero entre bastidores, están más que dispuestas a colaborar en aras de un interés mutuo.
ORBAN, ENEMIGO EUROPEO NÚMERO 1
La percepción de Meloni está a años luz de Viktor Orban, que de una legislatura a otra ha pasado de formar parte del Partido Popular Europeo -del que fue expulsado en 2021- a crear y liderar los Patriotas, una de las formaciones más euroescépticas. La relación entre Budapest y Bruselas es cada vez más tensa.
Orban es ya un enemigo dentro de casa. La UE y el húngaro se dirigen a un choque directo. Y el tono sube cada vez más. “Nunca aceptaré que los demagogos y los extremistas destruyan nuestro modo de vida europeo”, afirmó Von der Leyen desde el atrio de Estrasburgo donde advirtió de que los fondos europeos están y estarán vinculados al respeto del Estado de Derecho. Hace unos meses, sin embargo, la Comisión descongeló 10.000 millones para Hungría, que -casualidad o no- horas después levantaría su veto a un nuevo paquete de ayuda para Ucrania.
La formación de Orban votó nein a Von der Leyen alegando que supone “un retroceso”, “más centralismo” y “menos libertad”. Sin embargo, la amenaza que supone el primer ministro húngaro para la UE del futuro se extiende mucho más allá del Parlamento Europeo, que le ha aplicado un cordón sanitario. La extrema derecha, más numerosa que nunca antes en la cámara, hará ruido, reventará debates y formará shows, como demostró en la sesión inaugural de esta semana. Pero tendrá complicado marcar agenda frente a la gran coalición, que aunque agoniza, resiste.
Sin embargo, el Consejo Europeo no puede ignorarlo. El 1 de julio, Hungría inauguró la Presidencia rotatoria del Consejo con una gira por la paz con paradas en Moscú, Pekín o la residencia de Donald Trump. Tras años aislado entre sus pares europeos, Orban aguarda con ansias la victoria del republicano en noviembre. Juntos quieren proyectarse como los mesías de la paz. Y su primera implicación será el freno a la ayuda a Ucrania. “Dios tiene un plan para Donald Trump, y ¿qué otra cosa podría ser el plan de Dios en tiempos de guerra como este sino es que este líder nos traiga la paz?”, afirmó este viernes en una radio local.
RETOS EXTERNOS…
Fuera de las fronteras comunitarias, el principal desafío tiene nombre propio. Una victoria de Donald Trump se traduciría en tensiones comerciales, en retrocesos en la lucha contra el cambio climático y en un parón en seco de la ayuda militar a Ucrania. La UE se prepara para este escenario poniendo las primeras piedras para crear la UE de la Seguridad con un comisario de Defensa y con la intención de fortalecer sus industrias para depender menos de su hermano mayor al otro lado del Atlántico.
A ello se suma la incertidumbre sobre la guerra de Ucrania, la pérdida de credibilidad moral ante el Sur Global por las divisiones y tibieza en Gaza, la mutación de las guerras tradicionales a amenazas híbridas más sofisticadas, el polvorín del Sahel o la impaciencia de los Balcanes Occidentales, Moldavia y Ucrania para formar parte del club comunitario.
… Y PRIORIDADES INTERNAS
Von der Leyen ya ha desgranado las que serán sus líneas prioritarias para el nuevo mandato. Baja la ambición climática, sube la seguridad y la defensa. Su gran prioridad será la UE de la competitividad en un mundo crecientemente confrontante, volátil y proteccionista. Su discurso en el Pleno de la ciudad gala tuvo muchas pinceladas progresistas. Estaba llamada a convencer a Liberales, Socialdemócratas y Verdes. Pero sus promesas para la bancada a su izquierda son tímidas. La cartera de una Comisión que incluya la vivienda, la petición más demandada por Socialdemócratas, choca con la nula competencias de Bruselas sobre esta materia.
Donde no titubea es en la dureza con la inmigración, el tema explotado por la extrema derecha para sumar votos. También es uno de los más importantes para Meloni. Y aquí, Von der Leyen, en particular, y los populares europeos, en general, abogan por la vía Meloni de fortalecer los controles fronterizos, cerrar acuerdos con países terceros o externalizar el proceso de asilo fuera de la UE.
La UE tiene que hacer frente a todo ello con un Hemiciclo, una política y una sociedad altamente polarizadas y en medio del auge de fuerzas populistas. “La democracia es nuestro tesoro común. Es el foro en el que podemos expresar nuestras diferencias y desacuerdos. Y es tan vital como frágil. Durante mucho tiempo lo dimos por sentado. Nos convertimos en demócratas acomodados. Pero hoy nuestras democracias están amenazadas”, advierte la presidenta reelecta.
Agencias