Cada tribu abreva en noticias diferentes, se indigna por motivos opuestos, relativiza hechos objetivamente graves o aúlla por escándalos manifiestamente postizos. La conversación pública se atomiza.
NotMid 20/01/2024
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Los mismos que manifiestan su perplejidad ante el posible retorno de Trump, responsable de aquel enero de 2021, se aburren del debate sobre la amnistía a los de octubre del 2017 y del 2019. Los mismos que se movilizaron contra Rubiales por el pico a Jenni no lo hicieron antes por las evidencias de sus prácticas corruptas. Los mismos que experimentan un irrefrenable temblor en las yemas de los dedos por el cual derraman en las redes su indignación ante un Baltasar embetunado mantuvieron un silencio estratégico cuando Bildu presentó asesinos en sus listas. Los mismos que cargaron contra la precariedad laboral cuando Fátima Báñez elevaba la tasa de empleo aplauden la fijeza discontinua si el orgullo estadístico parte de Yolanda Díaz. Los mismos que detectan xenofobia en la ultraderecha española apagan el sónar humanitario ante las señales de odio que emite la ultraderecha catalana. Los mismos que celebran el hito emancipatorio de las tetas de Amaral andan a la caza puritana de cosificadores y cosificadas, que serán las que enseñen su cuerpo sin suficiente perspectiva de género. Los mismos que pusieron el grito en el cielo por un banco arcoíris repintado de verde permanecen atentos a los brotes de islamofobia y defienden el velo como libre ejercicio de autodeterminación cultural de la mujer.
Los mismos que critican la censura de una comedia abertzale promovieron la cancelación de un tenor señalado por rijoso. Los mismos que atacan a la derecha por apropiarse de los símbolos nacionales desprecian a un partido que decide llamarse Izquierda Española. Los mismos que hacían chistes con el pelele colgado de Abascal exigieron la intervención de la Fiscalía en el caso del pelele apaleado de Sánchez. Los mismos que lamentan la persistencia del franquismo sociológico disculpan el abuso del decretazo, el oscurantismo disfrazado de prudencia, la verdad depuesta por la propaganda y hasta el culto a la proverbial austeridad del líder (Joma mediante) siempre que baje el precio del aceite de oliva (y ojalá un reparto vertical de pisitos y Seiscientos).
Vivimos en una comunidad política esquizoide, dividida, incomunicada. Podría coserse, pero el que manda acaba de incorporar su muro al ideario socialista, sustituyendo todo lo que había en él: ahora el único principio no sujeto a negociación y venta es el cordón sanitario al PP. Cada tribu abreva en noticias diferentes, se indigna por motivos opuestos, relativiza hechos objetivamente graves o aúlla por escándalos manifiestamente postizos. La conversación pública se atomiza, sorda al prójimo. Y una nación que ya no es capaz de sostener una sola conversación consigo misma no puede prevalecer.