Llega la hora de que Europa se conduzca con el realismo político al que lleva demasiado tiempo dando la espalda. La UE se enfrenta al dilema existencial de garantizar por sí misma su seguridad, lo que obligará a los Veintisiete a multiplicar el gasto en Defensa
NotMid 16/02/2025
OPINIÓN
JOAQUIN MANSO
“El futuro se presentaba mucho mejor ayer”. Así arranca el libro clásico que Ivan Krastev y Stephen Holmes publicaron en 2019 y que hoy da triste título a esta carta. Aquel lamento premonitorio describía el proceso de desprestigio creciente de los valores de la libertad, la razón y la sociedad abierta desde su ilusionante instante de máximo resplandor en el final de la Guerra Fría.
La Conferencia de Múnich certifica el ocaso de esos principios universales como la estrella polar que iluminaba el camino del orden mundial y dotaba de un sentido moral al vínculo transatlántico. El concreto momento en el que esa luz se apagó se produjo durante el discurso escalofriante del vicepresidente norteamericano Jay D. Vance en el Hotel Bayerischer Hof, como un disparo directo en el corazón del humanismo liberal europeo.
Cuando Vance afirmó que lo que debe preocupar a los europeos no es Rusia ni China, sino «la amenaza que viene desde dentro, el retroceso de Europa respecto de algunos de sus valores más fundamentales», estaba evangelizando el programa político del autoritarismo global: ostentando como propio el proyecto antiliberal de las fuerzas de extrema derecha del continente; condicionando a la aplicación de esa reversión de valores la vigencia del «pacto de seguridad compartido», y estableciendo una conexión ideológica con las recurrentes advertencias de Vladimir Putin sobre la «decadencia moral de Occidente».
Dicho de otra forma, el vicepresidente dejó claro que la guerra arancelaria, la humillación diplomática y el abandono militar iniciados por Donald Trump pueden ser una forma de negociar desde la estridencia y la fuerza bruta, pero son sobre todo un intento de desestabilizar Europa por el ejemplo que representa para el mundo: por su arquitectura de tolerancia, libertades y fundamentos éticos.
«Hay un nuevo sheriff en la ciudad», dijo también Vance. La llamada de 90 minutos de Trump a Putin para rendir Ucrania y consolidar un peligroso precedente de derecho de conquista traslada esa filosofía Make America Great Again a las relaciones internacionales y pone fin al orden mundial iniciado en Yalta. Rigen desde ahora el interés descarnado y la ley del más fuerte.
La cumbre inminente en Arabia Saudí excluirá probablemente a Europa y terminará de rehabilitar al sátrapa de Moscú, pero principalmente pondrá en marcha una dinámica neoimperialista en la que EEUU, Rusia y China dibujarán un nuevo mundo bajo el viejo criterio de las esferas de influencia. En este escenario, nadie puede ignorar la determinación de Putin de dividir y desgastar a los países de la UE –por cualquier medio– para después colmar su aspiración expansionista sobre Europa del Este.
Llega entonces la hora de que Europa se conduzca con el realismo político al que lleva demasiado tiempo dando la espalda. La UE se enfrenta al dilema existencial de garantizar por sí misma su seguridad a través de una inversión transformadora que obligará a los Veintisiete a multiplicar el gasto en Defensa antes del verano. Más que el desapego estadounidense y la ambición rusa, el principal peligro para el continente es el negacionismo respecto del severo riesgo al que nos enfrentamos en el que siguen instalados no pocos líderes europeos, incluido el nuestro, por temor a la contestación social o por su lejanía del frente.
No será un desafío sencillo, también por caballos de Troya como Hungría o Eslovaquia, o las dificultades de Francia y Alemania, cuyas elecciones del próximo domingo cobran una importancia capital. Es el momento del liderazgo, la unidad y el consenso, de tomar conciencia de que está en juego nuestra manera de entender la vida, de respaldar a Ucrania como primera línea de defensa y de superar las tentaciones que llegarán de Moscú o Pekín para que disolvamos el vínculo vital con la resiliente sociedad civil estadounidense. En definitiva, de audacia y convicción en nosotros mismos para mirar hacia adelante, y no de complejos ni de lamentaciones para encontrar nuestro lugar como actor fundamental en el mundo del siglo XXI. La valentía de Zelenski nos enseña el camino.
El Gobierno español afronta este momento decisivo sin Presupuestos y con una mayoría parlamentaria frágil, que difícilmente respaldará un aumento del gasto en Defensa o un despliegue de tropas en la frontera este. El presidente sigue en la construcción de un personaje antagonista del trumpismo que pretende caricaturizar al otro gran partido europeísta como si fuera de extrema derecha y, al mismo tiempo, camuflar sus propios excesos reflejos. En este sentido, la revista Foreign Affairs publicó esta semana un artículo esclarecedor, El camino hacia el autoritarismo estadounidense, que anticipa la influencia global que esa deriva tendrá en las democracias occidentales que no desarrollen anticuerpos. Los paralelismos son libres:
«Lo que nos espera no es una dictadura fascista o de partido único, sino un autoritarismo competitivo, un sistema en el que los partidos compiten en las elecciones, pero el abuso de poder del gobernante inclina el campo de juego en contra de la oposición». «Los medios de comunicación críticos probablemente afrontarán políticas de represalia contra sus empresas matrices». «La oposición será más difícil y arriesgada, lo que llevará a muchas élites y ciudadanos a decidir que no vale la pena». «Los líderes empresariales tendrán un fuerte incentivo para alinearse con los gobernantes». «Pero la oposición sólo puede ganar si se mantiene en el juego. La oposición en un autoritarismo competitivo puede ser agotadora. Muchos críticos se verán tentados a retirarse. Una retirada de este tipo sería peligrosa […] No resistir allanaría el camino para el atrincheramiento autoritario, con consecuencias graves y duraderas para la democracia».