NotMid 20/10/2022
OPINIÓN
ANTONIO LUCAS
He estado muy atento al desafío metafísico del tabloide británico Daily Star. No puede ser de otro modo. Quizá llegue a decir en algún momento que es lo mejor de la prensa de esta semana. Lo propuso un periódico sensacionalista, faltón, rancio, frívolo, ajeno al distinguido linaje del conservadurismo british de algunas redacciones de buen paño.
Los macarras del Daily Star armaron una escenografía con una mesa, un retrato de la ya ex primera ministra británica (Liz Truss) y una lechuga (fresca) dotada de ojos, boca, nariz, peluca rubia, manos y vigilada de cerca por un reloj despertador en hora… Una cámara apuntaba día y noche a los dos seres invocados en esta performance del periodismo verité. Y esa imagen se emite (aún está) por un canal de YouTube. La observo al detalle mientras escribo.
El espectáculo era asistir en streaming (y en crudo) a la lucha por la supervivencia. Al final ha ganado la lechuga, claro. Era un combate de naturalezas distintas con un mismo mensaje para el mundo: no hay dos extinciones iguales. Las hay evidentes y las hay programadas. De ahí el riesgo asumido por los del Daily Star: confiar en la superioridad vital de la lechuga con su corazón de nieve? ¿ganaría la carrera una hortaliza de fuerza quieta o durará más en el tiempo una política imprevista por el malabarismo de un partido equivocado en esta crisis institucional irremediable? Insisto, hace tiempo que este oficio no llegaba tan lejos en su audacia y su verdad.
El proyecto periodístico es de importancia. Además, dispone a la risa, una risa tremenda. El espectador pudo seguir la debacle puntualmente. Asomarse a ratos a la pantalla y comprobar cómo Inglaterra cabe en la caducidad de una lechuga. ¡Inglaterra! Y una lechuga, ahí se ve la mala hostia, de la peor variante, vituperada y despreciada en la gastronomía europea. Me refiero a la iceberg, pálida y de empaque débil, a la que no entran a robar ni los caracoles.
Liz Truss se ha jugado el futuro para nada. También conviene reconocer que comenzó en desventaja. Una desventaja creciente. Se le cayeron, además, dos ministros en menos de una semana, mientras que la lechuga no tiene que lamentar bajas en el equipo. Esto no hay humano que lo aguante. También es posible que en el pulso con la lechuga le haya quedado grande la lechuga. Vivir es sobreponerse a realidades feroces. Algunas cosas monumentales pueden quedar rotas por el pulso contra una lechuga. Y pasar así a la historia. Ahora pienso en la huerta española y con qué haríamos estos juegos del hambre. A quién aplastar con un níspero. O con un gazpacho.