El ejército de Kiev avanza en el frente de Kremina y Svatove tras dos meses de parón. Los mercenarios de Wagner intentan en vano conquistar Bajmut
NotMid 28/12/2022
MUNDO
El pasado sábado los pocos vecinos que aún quedan en la ciudad ocupada de Kremina denunciaron que los soldados rusos comenzaron los saqueos a gran escala en las calles mientras el cuartel de las tropas de la Z era trasladado a la vecina Mezhove, dos pasos que suelen anteceder a un tercero como hemos visto en los últimos meses: la huida masiva. Robaron todo lo que se podía robar, incluyendo las ya clásicas lavadoras y las tazas del inodoro y lo subieron a los camiones con la Z pintada a ambos lados y a coches privados también robados, la mayoría viejos Lada de la era soviética de los lugareños.
El mitificado general invierno, que muchos pronosticaban que sería el factor clave a favor de la estrategia defensiva rusa, no está teniendo el efecto disruptor sobre los movimientos que Moscú esperaba. De hecho, una vez que el barro o rasputitsa (literalmente, mar de lodo) se congela por el frío, el piso vuelve a endurecerse como el hormigón y las ofensivas se activan. En las últimas horas, los ucranianos han comenzado a moverse exactamente donde lo dejaron hace dos meses en su ofensiva para liberar Járkiv, a las puertas del corazón del Donbás, es decir, en el triángulo Kremina, Lisichansk y Sverodonetsk. Este conjunto de localidades, hoy reducidas a escombros, le costó varios meses a Moscú y miles de soldados.
Ahora Ucrania vuelve a estar a unos 15 kilómetros de distancia apretando el acelerador. Los tanques ucranianos, muchos de ellos arrebatados al enemigo vuelven a moverse por los campos helados, con su cruz blanca destacada sobre el verde oscuro. Serhii Sobko, uno de los generales ucranianos, explica que eligieron ese símbolo por tratarse de «la cruz de las catacumbas», un símbolo de victoria para los antiguos cosacos.
Kremina ya está rodeada por tres de los cuatro puntos cardinales y es cuestión de tiempo que los rusos salgan de allí si no quieren quedar cercados por los ucranianos. Una de las dos vías de entrada ya está cortada y la otra se encuentra bajo el fuego de artillería. Un poco más al norte, el suelo congelado también sirve a los ucranianos para acercarse a Svatove, en la región de Lugansk, que ahora mismo está bajo amenaza. Hasta aquí llegó el ejército ucraniano hace dos meses y de aquí parece partir una nueva acometida hacia el Este. Los soldados de Kiev, mejor pertrechados para el invierno, van a encontrarse con una barrera de trincheras y dientes de dragón para intentar frenar o al menos ralentizar los avances ucranianos.
Bajmut, el otro punto del mapa donde se vive otra gran batalla, similar por tamaño, destrucción, muertos y hasta estrategias a cualquiera de las de la Segunda Guerra Mundial, los mercenarios de Wagner siguen varados en tierra de nadie casi seis meses después incapaces de tomar la ciudad (de 72.000 habitantes en tiempos de paz) mientras echan carne de cañón procedente de las cárceles rusas a un frente en el que cientos de cadáveres rusos congelados muestran la inutilidad de la misión. Cada día se suceden los asaltos, a veces masivos y otras veces simples pelotones apoyados por un gran bombardeo artillero. No queda ni un árbol en pie, mientras que las astillas que salen disparadas con cada explosión resultan tan peligrosas como la propia metralla.
Enfrente tienen desde hace días a los componentes de la Legión Internacional, es decir, los voluntarios extranjeros que luchan a favor de Ucrania, en cuyas filas hay ex militares de EEUU, Canadá, Reino Unido, Polonia, Países Bálticos e incluso España. Esta unidad de élite, especializada en combate urbano, ya echó a los chechenos de Sverodonetsk en mayo y ahora causa grandes bajas a los Wagner, también ex militares en su mayoría. Es decir, están chocando las dos mejores unidades de cada bando.
Retener esta población, en teoría sin demasiada importancia estratégica, resulta vital para mantener a los rusos quemando reservas de militares y munición sin avanzar un solo metro y frustrando las promesas del propio general Surovikin, que aseguró a Vladimir Putin que si dejaba que sus soldados se retiraran de la ciudad de Jersón, al otro lado del río Dnipro, conseguirían con esas reservas relanzar su conquista del Donbás. Ucrania va a tratar por todos los medios que esas promesas de Surovikin jamás se cumplan. Cada día mueren centenares de soldados en trincheras y posiciones defensivas que se toman al asalto y que cambian de manos varias veces al día.
Es pronto para saber si las sospechas de Kiev sobre una nueva ofensiva rusa en torno a la capital va a materializarse o no, pero de momento EEUU, que ya adivinó la anterior maniobra, asegura que no detecta movimientos significativos en la frontera.
Agencias