NotMid 23/02/2024
OPINIÓN
Serhii Pohoreltsev – Embajador de Ucrania en España
Ya es nuestra historia, cuyos siguientes capítulos nos toca escribir…
En el principio sólo eran dos nombres geográficos: Crimea y Sebastopol. A finales de febrero de 2014 van a convertirse en un símbolo del derrumbe espectacular de la arquitectura de seguridad que las naciones conjuntamente lograron edificar desde la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial. Este sistema se veía como piloto y ejemplo a seguir en otras regiones del mundo.
Aparte de otros principios consagrados en el Acta final de Helsinki, la inviolabilidad de las fronteras e integridad territorial de los estados fueron los pilares de este sistema. No es que las fronteras no hayan cambiado hasta entonces (recordaremos los casos de la desmembración traumática de Yugoslavia y la disolución relativamente pacífica de la Unión Soviética), pero por primera vez en la historia contemporánea europea un Estado se atrevió a intentar anexionar por fuerza una parte de otro Estado.
Ya es obvio que fue solo el prólogo de lo que se avecinaba. La invasión a toda regla que lanzó Rusia contra Ucrania hace exactamente dos años no deja lugar a dudas qué afrontamos.
Las autocracias, íntimamente arraigadas en la economía de mercado, ya se sienten lo suficientemente fuertes para desafiar a Occidente y el orden internacional basado en reglas. Los regímenes autoritarios buscan un multilateralismo que presupone la partición del mundo en ‘zonas de influencia’ sin injerencia de Occidente en sus asuntos con todos estos principios y nociones de la observación de derechos humanos, la igualdad de los estados, la libertad de las naciones de formar parte de las alianzas etc.
Putin, en este sentido, es el pionero. Ya no oculta sus intenciones de “recuperar”, recurriendo al uso de la fuerza si no lo consigue con la presión económica y las amenazas, los territorios de los países que se independizaron de la URSS en 1991 bajo el pretexto de que “históricamente pertenecen a Rusia”. La población rusa, enferma de revanchismo y resentimiento, comparte esta visión y sinceramente lo apoya.
La invasión de Ucrania por Rusia como la primera presa que debe caer no fue ocasional. Vistos sus recursos humanos, económicos y militares, Ucrania es la clave en los planes de Putin para reconquistar todo el espacio post-soviético (quizás salvo los territorios de los países bálticos que están protegidos por el escudo de la Alianza Atlántica).
Si cae Ucrania, otros no podrán resistir mucho. De ahí toda esta persistencia. En el momento en que se escriben estas palabras, las bajas del ejército ruso ya ascienden a más de 405.000 efectivos. Casi 6.500 carros de combate, 12.000 piezas de artillería, más de 12.000 vehículos blindados, 336 aviones, 325 helicópteros e incluso 25 navíos de guerra, o sea, todo un arsenal que Rusia había acumulado durante décadas, ha sido convertido por las tropas ucranianas en una chatarra.
Hay que reconocer que a Rusia aún le quedan muchos recursos, tanto humanos como materiales. Y parece que no le importe el precio que tendrá que pagar hasta que renuncie a sus intenciones. Lo que no se logró en su apuesta por la guerra relámpago, Putin y su régimen esperan conseguir en una guerra de desgaste o con un engaño.
Últimamente el Kremlin da señales a las élites occidentales de que está dispuesto a parar las hostilidades y buscar una solución negociada a base del “reconocimiento de las realidades en el terreno” (o sea, de las conquistas territoriales rusas) y con la condición de que Occidente suspenda toda la ayuda militar a Ucrania. De hecho, se propone un trato que prevé que Occidente renuncie a los principios fundamentales del derecho internacional.
Los cálculos de Putin son sumamente fáciles de descifrar. En una guerra de desgaste entre Rusia y Ucrania el Kremlin contaría con una clara ventaja. Con el suministro de armas occidentales, más tecnológicamente avanzadas, y la ayuda económica a Ucrania en la ecuación, esta superioridad rusa no será evidente para nada.
En esencia, Putin, un oficial del KGB destinado en Dresde entre 1985 y 1990 donde aparentemente profundizó sus conocimientos de los trucos negociadores de Hitler, propone a Occidente elegir entre la guerra y la deshonra. Por desgracia para él, Europa ya sabe esta artimaña: aquel quien opta por la deshonra para evitar una guerra ineludiblemente obtendrá ambas.
Las posibilidades de maniobrar tanto para Ucrania como para Occidente se ven condicionadas por la amenaza existencial que representa la Rusia de Putin. Lo que propone el Kremlin es más bien una invitación enmascarada a rendirse ahora con la perspectiva, aplazada, de una guerra de magnitud mayor acompañada con el exterminio del pueblo ucraniano. De aceptar tal trato, la autoridad moral del Occidente se verá sumamente deteriorada, lo que animaría a otros totalitarismos a seguir el camino trillado por Rusia. El mundo se sumergiría en un ciclo vicioso de conflictos armados.
Este Putin colectivo no tiene ninguna intención de renunciar a sus planes de conquistar Ucrania. Ya no hay lugar a dudas. El mundo está atrapado en una situación cuando Rusia, al menos la de Putin, no será una parte de la solución política. Tendremos que buscar una solución que no incluya a Rusia en la ecuación.
Ahí Occidente debe demostrar una voluntad política de acelerar la integración de Ucrania en la estructura de seguridad colectiva, en primer lugar, en la OTAN. La invitación a Ucrania a adherirse a la Alianza en su próxima Cumbre en Washington daría una señal potente a Rusia de que los intentos de Moscú de absorber al país vecino están condenados a fracasar y el apoyo militar, financiero y político occidental a Ucrania solo va en aumento. Occidente no puede permitirse una debilidad ante los chantajes del Kremlin. La adhesión de Finlandia y la esperada entrada de Suecia en la OTAN ponen en evidencia que las amenazas de Moscú no van más allá de la retórica belicista.
Durante la década pasada, especialmente en estos dos años de la agresión en toda regla, la nación ucraniana ha demostrado su determinación de luchar por la soberanía e integridad territorial de su país, así como el sacrificio para defender los valores que comparte con la Unión Europea.
Hoy en día el ejército de Ucrania lucha para crear las condiciones que permitirían restablecer o, mejor dicho, reeditar el derecho internacional pisado por Rusia. La Fórmula de Paz propuesta por el presidente Volodymyr Zelenskyy ofrece una visión para sentar fundamento de un nuevo orden internacional basado en reglas.
Europa estará en peligro hasta que no se restablezca la integridad territorial de Ucrania, incluidas Crimea y la ciudad de Sebastopol, y Rusia no respete la soberanía de sus vecinos y no aprenda vivir en paz con ellos.