Del mismo modo que la invasión de Afganistán fue la guerra de la URSS, la invasión de Ucrania es la guerra de Rusia
NotMid 22/09/2022
OPINIÓN
A veces se olvida que a Gorbachov le montaron un golpe de Estado. En 1991, el sector “duro” del Partido Comunista y de la KGB decidió poner fin a las reformas democratizadoras del último líder de la URSS. Y fue un golpe serio: detuvieron a Gorbachov, nombraron una junta, movilizaron unidades armadas. Aquello terminó fracasando porque el plan tenía varias lagunas y porque los partidarios de la democratización -liderados por Boris Yeltsin– reaccionaron con rapidez y valentía. Pero fue un recordatorio de que los regímenes autoritarios y corruptos no se desmontan así como así. Siempre hay grupos poderosos que tienen mucho que perder con esa desaparición.
Conviene recordar esto cuando analizamos los movimientos de Putin. Es cierto que la movilización parcial decretada este miércoles parece una señal de debilidad, más que una demostración de fuerza. Su guerra criminal en Ucrania no ha ido como esperaba, y ha empezado a recibir críticas de sectores que hasta ahora le han sido leales. Como sucede con los referéndums de anexión anunciados por sus Quislings, Putin está tomando decisiones que hasta ahora había intentado evitar; y sus razones tendría para esa reticencia. Sin embargo, ¿de qué sirve fijarse en su posible debilidad? Incluso si Putin terminara cayendo, es poco probable que su sucesor fuera un nuevo Gorbachov; menos probable todavía es que ese hipotético Gorbachov durase mucho. El putinismo no es obra de una sola persona, como tampoco se circunscribe al Kremlin ese nacionalismo irredentista, esa nostalgia imperial y ese belicismo desquiciado que sustentan la invasión de Ucrania.
Esto no significa que Occidente deba resignarse ante la agresión rusa y abandonar a los ucranianos a su suerte. Lo que significa es que seguir hablando de “la guerra de Putin” presenta un horizonte engañoso: si Putin cayera, la guerra terminaría. Recordemos nuevamente la historia soviética: la guerra de Afganistán continuó tras la muerte de Breznev. Y no es inconcebible que esta Rusia de 2022, con unas estructuras de poder que han sido profundamente moldeadas por dos décadas de putinismo, siguiera combatiendo en Ucrania tras la caída del líder. Podemos simpatizar con los rusos que han intentado oponerse a esta guerra, o con aquellos que sufrirán las consecuencias de la huida hacia delante de sus dirigentes. Esto no altera la realidad: del mismo modo que la invasión de Afganistán fue la guerra de la URSS, la invasión de Ucrania es la guerra de Rusia.