Abuelas de 130 millones de años y embriones ‘listos’ para nacer
Las actuales islas son sólo un eslabón en una cadena viva de millones de años que incluye formaciones erosionadas al noreste del archipiélago y volcanes submarinos al suroeste.
NotMid 17/10/2021
No es que la realidad imite al arte: es el arte, sin duda, el que imita a la realidad.
Los científicos se esfuerzan en explicarnos en estos días, con todo el didactismo de que son capaces, que lo que estamos viviendo durante este ya casi un mes de erupción en Cumbre Vieja, en La Palma, es un proceso que tiene en 1949 (volcán de San Juan) y en 1971 (Teneguía) no dos precedentes, sino su absoluta mismidad: “Son todo la misma erupción, pero separados los capítulos entre sí 72 años”.
Nos piden que miremos el proceso volcánico como un todo, y que entendamos que el interior del planeta, en La Palma, está “muy vivo”, aunque entre esos tres momentos quepa prácticamente la longitud de una vida humana. “Eso en geología es un parpadeo”, insisten. “Es una centésima de segundo en un camino muy largo”.
Abrir el foco de ahí y dar un millón de pasos hacia atrás es entregarse a un vértigo ciego: en realidad, lo que estamos viendo en estos días, por el telediario, es cómo nace, crece y muere un trozo de planeta, cómo evolucionan las Canarias, que viven con toda una familia sumergida alrededor de “bisabuelas, abuelas, madres y embriones que serán sus hijas“. Todo femenino, nótese.
Lo cuenta Luis Somoza, vicedirector del Instituto Geológico y Minero de España, que aunque no parece saber que está narrando una fábula milenaria, una especie de cuento sagrado, hace pura literatura oral cuando explica profesoralmente que, alrededor de las islas Canarias que conocemos, la naturaleza, igual que de los abuelos hace devenir a los padres, y de estos a los hijos, en una sucesión sin fin, ha creado toda una genealogía hecha de magma, litosfera rota, gases en ebullición y una inmanencia natural irresistible.
Porque esa es otra de las conclusiones: según esto, sabiendo ahora que las Canarias son sólo un eslabón en una cadena viva de millones de años, emerge el hecho de que las islas son seres vivos que nacen cuando se embaraza la Tierra, viven cuando levantan la cabeza por encima de la superficie del mar, pasan sus sarampiones -digamos- cuando les sale una erupción como la actual en Cabeza de Vaca, y mueren de viejitas, de puro gastadas, debilitadas por la erosión, hundiéndose dulcemente en el océano del que una vez emergieron orgullosas, acostándose de nuevo bajo las aguas.
“Vamos a ver”, arranca Somoza, “en lo que de alguna manera hay consenso es en que las Canarias fueron creadas por una línea de fuego, no un punto sino una hoguera más amplia, que parte de la astenosfera y que rompió la litosfera oceánica, que como sabemos es más fina que la continental. Yo siempre digo que la continental es la pizza gruesa y que la oceánica es la masa fina”.
Traducción: en el manto de la Tierra, donde bulle el magma (recordemos las Naturales del cole: núcleo, manto y corteza), hay un área algo más caliente que el resto justo en el lugar sobre el que va desplazándose la placa tectónica africana, donde ubicamos las Canarias. “Es decir, es como si la corteza fuera el brazo y lo fuéramos moviendo, del codo al dedo índice, sobre varios mecheros, que son la línea de fuego”.
Claro, hablamos de un movimiento más allá de lo perceptible, prácticamente nulo para nuestros 2.000 años de civilización (el dicho No somos nada adquiere aquí su verdadera dimensión)… Y sin embargo muy tangible para la edad real de la Tierra, y para sus tiempos. Tanto, que el movimiento creó, al romper la corteza igual que se ha roto en estos días en La Palma, unas bisabuelas de las Canarias, y posteriormente “unas abuelas que son en realidad casi un calco de las islas actuales, porque el magma rompe igual”.
Estás abuelas tienen (es decir, fueron creadas hace) “unos 130 millones de años. Luego vienen unas madres, que también tenemos localizadas, y luego han emergido las Canarias, de las que El Hierro y La Palma son las más jóvenes, con edades aproximadas de uno y dos millones de años”. Son las islas jóvenes, las que morirán más tarde, mientras Fuerteventura y Lanzarote, con sus volcancitos redondeados y ya cubiertos de vegetación van declinando y comenzando ya a anochecer sobre el Atlántico.
En varias expediciones marinas a partir de 2014 miembros del Instituto Geológico y Minero visitaron lo que ellos llama Las abuelas, que “ya estaban ahí en el Cretácico”, y sobre todo descubrieron, “hace un par de años”, unos pequeños volcancitos hacia el oeste, adonde se va desplazando la genealogía de las Canarias, y a 5.000 metros de profundidad bajo el nivel del mar: son “los embriones de las futuras Canarias”, las que vendrán después de estas, dentro de millones de años, quién sabe si aún con el hombre haciendo sus cosas sobre la faz de la Tierra.
Antaño se quiso aplicar a las Canarias la teoría del punto caliente que por ejemplo “explica perfectamente Hawaii, que va de las islas más viejas a la de Kilauea, la más joven y por tanto aún en erupción”. Sin embargo, “hay cosas en Canarias que no encajan perfectamente“, dice Somoza. Por ejemplo, el vulcanismo “reciente, hacia los 1800, en el Teide, por eso yo prefiero hablar de línea caliente, de gran hoguera”.
Más poesía científica: “En realidad, las abuelas y bisabuelas de las Canarias son de las construcciones submarinas más antiguas de la Tierra, porque se entiende que nacieron cuando se creó la dorsal atlántica“. Traducción: la litosfera, es decir, la corteza, se rompió “muy al principio” en mitad del Océano Atlántico y se creó “un costurón” que “puede que generara una falla en dirección a donde están las Canarias”.
“Son los montes submarinos más antiguos de la Tierra”, abunda Somoza, antes de enfilar la prosa: ¿y para qué está investigando España la increíble genealogía geológica de las Canarias, su línea de sucesión en el seno de la naturaleza? Pues por algo así como los derechos dinásticos, por una suerte de herencia, como en las mejores (y peores) familias. “Según normativa internacional, si conseguimos demostrar que hay una vinculación entre todas estas islas, estén sumergidas o no, podríamos ampliar los límites jurisdiccionales de España hasta 150 millas más, con todo lo que eso significa”, termina Somoza.
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