A los países de la coalición aliada no les importaban las vidas de los afganos, solo las nuestras, y la seguridad de nuestros Estados
NotMid 27/08/2021
OPINIÓN
FERNANDO PALMERO
Frente al amplio consenso que no duda en hablar de la derrota de EEUU -y por extensión de todos sus aliados occidentales-, el secretario general de la OTAN refrescaba el otro día en El País algunos conceptos de realpolitik. El objetivo en Afganistán no era ganar una guerra y consolidar un régimen democrático homologable a las democracias liberales. “El motivo para ir a Afganistán”, explicaba Jens Stoltenberg, “era impedir ataques contra EEUU y otros aliados, y durante 20 años hemos impedido que Afganistán fuera el santuario de grupos terroristas que pudieran planear y organizar atentados contra los países de la OTAN. Eso ha sido un logro significativo.
El plan no era estar allí para siempre”. Lo ocurrido, continuaba Stoltenberg, “es una tragedia para el pueblo afgano, el final de la misión fue una decisión dura y difícil, pero no cambia nada el compromiso de los aliados de protegerse unos a otros”. La intervención, remataba, “no era para proteger Afganistán”. Era por todos nosotros. Según él, si no se hubiesen invertido tantos millones de dólares y sacrificado tantas vidas, es probable que los atentados sufridos en Europa en los últimos 20 años -dos de los más salvajes en Madrid y Barcelona- hubieran sido muchos más.
Esto es, a los países de la coalición aliada poco importaban las vidas y las libertades de iraquíes, sirios o afganos, incluidas las mujeres y las niñas, por más que en el repertorio de argumentos para justificar ante sus opiniones públicas la intervención no faltaron nunca apelaciones a los valores democráticos y liberales. A EEUU, pero también a España, solo le preocupaban las vidas de sus ciudadanos, es decir, las nuestras. También, ese principio que está en la naturaleza más íntima de cualquier Estado: la seguridad, sin la cual resultaría imposible garantizar la permanencia de la nación. No se trata solo de cinismo interesado. Como no lo es que gracias al petróleo que importamos de Oriente Próximo hemos podido alcanzar niveles de desarrollo a los que no estamos dispuestos a renunciar.
Y es comprensible que queramos apartar de nuestras acomodadas conciencias verdades como las que nos recuerda Stoltenberg. Aunque atentados como el de ayer en Kabul parezcan desmentirle. Porque aquella ofensiva que se inició tras la voladura de las Torres Gemelas, y que se llamó a sí misma guerra contra el terror, parece haber terminado con la victoria del terror en estado puro, provocando la estampida de las potencias que mantienen aún allí a su personal. Ya lo advirtió Biden. Si fuimos allí para evitar nuestra muerte, toca ahora salir de allí para que ningún occidental más pierda la vida. No es por Afganistán.