NotMid 16/11/2023
OPINIÓN
JUAN PABLO FUSI AIZPURUA
1) Tal como se ha planteado y negociado, la amnistía carece de todo contenido o razón morales y de cualquier grandeza, visión o sentido históricos. La única razón por la que se ha acordado es proporcionar a Pedro Sánchez los votos parlamentarios que necesita para formar Gobierno tras su derrota en las elecciones del 23 de julio de 2023. Unas elecciones que fueron convocadas por él mismo y su Gobierno, en busca de una ratificación de su mandato, seriamente cuestionado tras su descalabro en las elecciones autonómicas y municipales de mayo.
2) El procedimiento seguido para negociar y acordar la amnistía provoca, cualquiera que sea la perspectiva desde la que se analice y juzgue, perplejidad y asombro: negociación y acuerdo en ¡Bruselas! entre el Gobierno español en funciones, o sus representantes, y los propios culpables del delito o delitos objeto de la amnistía. No se puede humillar más, y más cruelmente, a un país.
3) La amnistía sanciona que no hubo ni ilegalidad ni delito alguno en los actos que, en gravísimo desafío al orden legal, constitucional y democrático español, culminaron el llamado ‘procés’ catalán, impulsado y dirigido desde 2010 por los ‘governs’ catalanes de Mas y Puigdemont: consulta sobre Cataluña como Estado independiente (9 de noviembre de 2014), referéndum de autodeterminación (1 de octubre de 2017) y declaración de independencia de Cataluña (27 de octubre de 2017).
4) La amnistía convierte así la actuación del Gobierno, la Justicia y el Estado españoles (aplicación del artículo 155 de la Constitución, detención y procesamiento de los responsables de los hechos incuestionablemente ilegales mencionados), actuación impecable ante aquel desafío en defensa de la Constitución y el ordenamiento democrático, en un ejercicio de represión arbitraria, ilegal y procesable.
La amnistía, en suma, agudiza el evidente proceso de degradación que la democracia española sufre desde ya algunos años, una deriva indeseable y especialmente lamentable. La Transición fue la respuesta históricamente necesaria -y casi modélica- a la crisis española del siglo XX, el ciclo abierto por el golpe de Primo de Rivera de 1923, la caída de la Monarquía y la proclamación de la República en 1931, y que culminó en la Guerra Civil y la dictadura de Franco. Lo que viene ocurriendo desde 2004-2007 es extremadamente alarmante: la pos-Transición (Zapatero), la “nueva” política que pareció emerger desde 2015, la etapa de gobiernos de coalición posteriores y, ahora, la amnistía. Todo ello está liquidando o, al menos, erosionando gravemente uno de los más exitosos periodos de la historia reciente del país: la democracia española de 1978.