En España, la crítica argumentada contra las decisiones de Israel, necesaria y saludable, se ha sustituido por insultantes consignas antijudías y burdas falsedades al servicio de intereses mezquinos
NotMid 15/10/2023
OPINIÓN
JOSÉ SÁNCHEZ TORTOSA
Una sociedad puede recuperarse de una guerra, de una catástrofe. Se necesita tiempo, esfuerzo, cohesión social, organización y la solidez de sus instituciones. Es, sin embargo, mucho más difícil levantarse cuando la propaganda, el sectarismo, las falsedades históricas y las identidades histéricas se imponen fragmentando a una sociedad ya enferma. Así la europea y, especialmente la española, cuyo antijudaísmo pertinaz, con la grosera máscara del antisionismo, ha vuelto a mostrar su descarada cara con los tópicos habituales que suelen llenar las declaraciones de políticos, artistas y periodistas cuando salta a la pantalla el conflicto en Oriente Medio.
En lugar de críticas ponderadas y argumentadas contra las decisiones del Gobierno y el ejército de Israel, necesarias y saludables, y tan duras como corresponda, proliferan y encuentran eco las consignas antijudías más insultantes y las falsedades más burdas al servicio de los intereses políticos e ideológicos más mezquinos. Acusar a Israel de ser el Tercer Reich de los palestinos, como judíos sometidos ahora a la opresión, la persecución y el genocidio, es la vuelta de tuerca más desvergonzada de ese antijudaísmo incurable, pues implica acusar retrospectivamente a los judíos que sufrieron el nazismo de los asesinatos, torturas y secuestros a civiles, niños incluidos, cometidos por el terrorismo de Hamas. Y ocultar, a la vez, las causas de la situación bajo la responsabilidad de la Autoridad Nacional palestina, a la cual llegan fondos de la UE, en contraste con el abandono económico y militar de las comunidades judías durante la II Guerra Mundial. Es la banalización del Holocausto más extrema. Es escupir a la cara a sus víctimas, a sus descendientes, a los actuales habitantes de Israel y a los propios palestinos, víctimas de una tiranía que los usa sin escrúpulo.
En 75 años de historia de Israel como Estado soberano la población palestina no ha dejado de crecer. En 12 años de historia del Estado nacionalsocialista alemán la población judía europea se vio diezmada en casi la mitad. La manipulación de la historia y la diseminación del odio al judío, terca pulsión que mutó en odio a Israel, se manifiestan de nuevo como justificación política y moral con la cual calmar las atormentadas conciencias de los antisemitas de siempre, con la novedad de la difusión de las imágenes de las matanzas en redes sociales por parte de los asesinos, quizá como muestra del justo castigo que el judío de los países merece, según su patológica ideología.
Israel es una especie de singularidad histórica que, tras el exterminio nazi, se constituyó en el único Estado judío del planeta dando acogida a los que ya habitaban esas tierras y a muchos de los que sobrevivieron al Holocausto. Está habituado a convivir con el riesgo de la desaparición en una guerra continua. Los intervalos de relativa paz ganados dependen de una tensión militar y de una unidad nacional sin las cuales no existiría. No puede permitirse el lujo de un pacifismo pánfilo ni del exotismo de las causas que, bajo disfraz de antiimperialismo, ocultan el verdadero rostro del asesinato en masa y la miseria para las gentes que dicen representar. Acaso la sociedad israelí haya empezado a dar síntomas de la decadencia característica de sociedades de la abundancia y el bienestar, sueño del que la han despertado sin piedad, como el festival de música electrónica por la paz arrasado por los terroristas muestra dolorosamente.
El derecho de Israel a existir se basa en la legitimidad estricta de su fortaleza para sobrevivir en territorio hostil, la misma legitimidad de las revueltas contra el nazismo en los guetos o en los campos de exterminio de los judíos que se negaron a dejarse matar.
Pero un Estado que no se resigna a la desaparición resulta antipático a ojos de las bellas almas europeas que satisfacen sus traumas demonizando a Israel mientras parte de sus impuestos se transfieren a las autoridades palestinas sin el mínimo control que garantice su uso social en beneficio de la población en lugar de incrementar el arsenal de los terroristas que anhelan un nuevo Holocausto.
José Sánchez Tortosa es doctor en Filosofía, profesor y escritor.