NotMid 01/07/2022
EDITORIAL
Que la jefatura del Estado camina de la mano de la OTAN. Esa es la sensación con la que esperan en Zarzuela que tanto la Organización Transatlántica como los líderes mundiales se hayan marchado de Madrid, tras cuatro días de intensa agenda en los que el Rey, como jefe de la primera institución del Estado, y la Reina, como su esposa, han trabajado para que todo saliera bien.
Tras una semanas convulsas, golpeados por una nueva crisis después del viaje de Don Juan Carlos a Sanxenxo y la reunión en Zarzuela de padre e hijo que terminó con el Emérito más lejos de España que nunca, la ciudadanía también ha confirmado la utilidad de representación de la Corona. Porque desde que el lunes Don Felipe recibiera a Josep Borrell y la Reina Letizia mantuviera un encuentro con Jill Biden, el papel institucional de la Monarquía y los ocho años de experiencia de Don Felipe como Rey se han visto fortalecidos en una semana.
Casa Real ha trabajado meses junto con el Gobierno en el rol de los Reyes durante la cumbre. Querían mostrar el papel de España como «un socio leal de la OTAN» -así lo dijo el Rey en su discurso en el Palacio Real– y confirmar que la política del país va en consonancia con la de la organización. Es Exteriores quien diseña el papel que Felipe VI tiene de representación internacional. Así lo establece la Constitución y con ese deber de la Carta Magna se organizó la agenda. Algo que tenían claro es que se quería que la Corona cumpliera con su papel constitucional de acogida y recibimiento institucional. Por eso se decidió que el martes por la noche el Palacio Real abriera sus puertas para la cena de bienvenida. Hay pocos enclaves en España tan asombrosos como esa llegada al patio de la Armería del Palacio.