NotMid 05/01/2024
OPINIÓN
RAFA LATORRE
Este nuevo partido que lidera el cordial y elocuente Guillermo del Valle tiene al menos una virtud de origen. Al disputar el valioso salvoconducto con su nombre gallardo, Izquierda Española, ha provocado que la izquierda española realmente existente se autodefina con su berrinche.
La izquierda tiene unos mandarines muy celosos. Se entiende el enfado de Íñigo Errejón, no sólo por la natural melancolía de quien ha pasado de ser el gran teórico de la refundación de la izquierda a vulgar culiparlante de un apéndice del PSOE. Estos de Izquierda Española desnudan la cobardía de quien no se atrevió a llevar a Laclau hasta las últimas consecuencias. De quien, en fin, terminó castrando con geografía a su criatura; a la que llamó, el muy acomplejado, Más País por no decir Más España. A la izquierda populista la venció el repelús.
No es cierto que en «este país» la cercanía con el nacionalismo sea la que mide lo a la izquierda que está un partido, porque eso eximiría a la derecha de su culpa. La relación con el nacionalismo es el perverso metro iridiado de la moderación, que es distinto. La izquierda es una congregación que, en otro tiempo, aspiraba a que sus políticas se juzgaran por sus presuntas buenas intenciones en lugar de por sus resultados y que hoy -todo se ha simplificado una barbaridad- se guía por lo que a Sánchez se le antoje. De ahí que Feijóo sólo necesite plagiar el programa del candidato Sánchez de 2018 para hacerle la más reaccionaria oposición al presidente Sánchez de 2024 sin que Sánchez ni la sanchosfera hayan dejado de ser de izquierdas y Feijóo de derechas.
La vida es eso que pasa mientras la izquierda señala herejes. Al parecer es de izquierdas la nueva directora del Instituto de las Mujeres y también es de izquierdas la anterior, a pesar de que una y otra no coinciden, ni siquiera, en algo tan elemental como la definición de lo que es una mujer.
Declararse de izquierdas es una lata, como toda ascesis, porque exige una constante profesión de fe e implica estar sometido a la permanente amenaza de excomunión por parte de una curia ignota. Pero es una superstición que cultivan muchos españoles, qué se le va a hacer, que creen, sola fide, en la doctrina de la salvación por la fe en lugar de en la mucho más justa doctrina de la salvación por las obras. Así que hay que agradecerles a Del Valle y a su Izquierda Española que se sometan al engorroso trance con la puesta en circulación de un partido al que, si tan de derechas es, ya está tardando El País en hacerle un publirreportaje.