Las encuestas auguran una gran caída de la participación por el desapego político y las llamadas al boicot de los candidatos reformistas a los que se ha impedido participar
NotMid 29/02/2024
MUNDO
El desapego político y las llamadas al boicot marcan las elecciones parlamentarias en Irán de este viernes, la primera votación desde las protestas multitudinarias antirégimen desatadas tras la muerte de Mahsa Amini. Unos 60 millones de iraníes están llamados a las urnas para elegir el próximo Parlamento y, aún más importante, la llamada Asamblea de Expertos.
Esta comisión es la encargada de escoger al próximo líder supremo en el caso de que fallezca el actual, el ayatolá Ali Jamenei, en el poder desde 1989. A diferencia del Parlamento, que se vota cada cuatro años, la Asamblea de Expertos se renueva cada ocho y debido a la avanzada edad de Jamenei -que cumplirá 85 años en abril-, se espera que la nueva Comisión sea la encargada de elegir a la figura más poderosa del país.
Se trata de la primera votación celebrada después de las protestas contra el Gobierno que se desataron a finales de 2022, cuando la joven Mahsa Amini murió en custodia policial tras ser detenida por no llevar correctamente colocado el velo islámico.
Las manifestaciones por los derechos de las mujeres evolucionaron en reivindicaciones más generales contra el régimen que exigían más libertades para la población y mejoras económicas tras años de inflación y escasez provocados por la mala gestión de las autoridades y las sanciones.
El Gobierno no dio atisbo de ceder a ninguna de las reivindicaciones ciudadanas y ahogó las protestas con mano de hierro. La represión de las autoridades provocó la muerte de más de 500 manifestantes, mientras que más de 20.000 personas fueron detenidas. En el último año, las ejecuciones por causas políticas se han disparado y las detenciones indiscriminadas están a la orden del día. Se espera que este clima político afecte a la participación en los comicios, que podría caer hasta el 30%, según encuestas de medios locales.
Es la primera vez que el principal centro demoscópico del país, el ISPA, no ha publicado cifras de la participación esperada. Hasta ahora, los altos porcentajes de votación eran un barómetro de la legitimidad del sistema, que ofrecía una imagen de transparencia y libertad de elección. Sin embargo, los analistas ven en la caída de la participación un cambio en el régimen, que estaría más preocupado en la sucesión de Jamenei que en dar una imagen de transparencia.
“Irán se encuentra en una etapa en la que el régimen ha renunciado a la mayoría del pueblo iraní y la mayoría del pueblo ha renunciado al régimen”, describe Ali Vaez, director del proyecto Irán del centro de estudios Crisis Group. “Las elecciones en Irán nunca fueron libres ni justas, pero eran impredecibles porque había cierto grado de competencia dentro del círculo de personas a las que se permitía participar. Ahora, este círculo se ha reducido, la gente no tiene opciones para votar”, señala Vaez.
Una encuesta de la televisión estatal iraní apunta que más de la mitad de la población se muestra indiferente ante las elecciones de este viernes. La caída en el voto podría ser especialmente notable en Teherán, donde menos del 20% de los votantes acudieron a las urnas en los últimos comicios parlamentarios de 2020, en los que la participación general fue del 49%.
SIN RASTRO DE LAS PROTESTAS
La autoridad electoral aprobó las candidaturas apenas dos semanas antes de los comicios, mientras que la campaña electoral empezó el pasado viernes, dando muy poco margen a la población para que conozca las propuestas de los aspirantes. Los mensajes electorales se centran en luchar contra la corrupción y en mejorar la economía del país, sin rastro de las protestas antigobierno o de tensiones regionales derivadas de la guerra en Gaza.
Unos 15.000 candidatos compiten por un escaño en el Parlamento, de 290 diputados, encargado de supervisar al Poder Ejecutivo y aprobar tratados.
Los poderes del hemiciclo son muy limitados y cualquier legislación votada debe ser posteriormente aprobada por el Consejo de Guardianes y por el líder supremo Jamenei.
“El Parlamento iraní es simbólicamente importante, pero en la práctica realmente no hace nada. No ha aprobado ninguna legislación significativa en cuatro años”, explica Sanam Vakil, experta en Irán del centro de estudios Chatham House.
Pese a la falta de autoridad del hemiciclo, el Consejo Electoral ha dejado fuera de la carrera a decenas de aspirantes reformistas y centristas. Miles de candidatos conservadores compiten de forma individual por un escaño y se prevé que el Parlamento sea capitaneado por un Gobierno conservador, en la línea del actual presidente, el ultraconservador Ibrahim Raisi.
En el caso de la Asamblea de Expertos, de 88 miembros, también han quedado fuera decenas de aspirantes de centro y reformistas. Entre los excluidos se encuentra el ex presidente Hasan Rohaní, un candidato moderado que gobernó el país durante ocho años y que ha formado parte de la Asamblea durante más de dos décadas.
“Al régimen no le importa perder legitimidad. El Estado profundo, representado por el líder supremo y la guardia revolucionaria, ha descalificado incluso a miembros en los que el sistema antes confiaba, como Rohaní, un hombre que fue dos veces presidente”, advierte Vaez.
Sin embargo, el actual presidente Raisi, que ya formaba parte de la Asamblea de Expertos, se presenta de nuevo para seguir en el cargo. Vaez asegura que las autoridades están centradas en controlar todo el proceso de una posible transición en el liderazgo del país para asegurar la continuidad del régimen en el caso de que se deba votar a un nuevo líder supremo.
Esta figura, que Jamenei capitanea desde hace más de tres décadas, es la encargada de supervisar directamente las fuerzas armadas del país, el Poder Judicial, proponer o rechazar leyes aprobadas por el Parlamento y dirigir también su economía.
Si bien Rohaní solo anunció su expulsión de la carrera electoral, el Frente Reformista ha llamado al boicot a las urnas porque unas “elecciones de monopolio” no pueden tener “impacto en el destino del país y sus ciudadanos”, señaló el portavoz de la formación, Javad Emam.
Opositores en el exilio y figuras clave de las protestas en Irán se han sumado al boicot de los comicios, que han calificado de “farsa”. “La República Islámica, con su represión despiadada y brutal, el asesinato de jóvenes en las calles, las ejecuciones, el encarcelamiento y la tortura de hombres y mujeres merece sanciones nacionales y una desgracia global”, señaló en un comunicado desde la prisión la premio Nobel de la Paz Narges Mohammadi.
Una joven de Teherán que vive en Turquía desde hace cuatro años y participó en las protestas en Estambul por la muerte de Mahsa Amini señala que la mayoría de los activistas en el país se sumarán al boicot.
“Es un boicot en silencio porque si lo publicas en las redes sociales te pueden detener, pero creo que se notará en las urnas. Podemos votar y elegimos no hacerlo, no queremos participar en esta farsa”, asegura la joven, haciéndose eco del comunicado de Mohammadi.
A diferencia de los analistas, esta joven sí atribuye un gran poder al Parlamento, que discutió y aprobó una ley para endurecer las penas de prisión por no llevar el velo islámico en público.
“El régimen tiene más poder que el Parlamento, pero ellos discutieron y aprobaron estas medidas. Si se hubieran negado a ceder, quizás la situación sería diferente. Ellos apoyaron la persecución de las mujeres en las calles. Por eso pedimos el boicot de las elecciones”, añade. Parte de su familia sigue viviendo en Irán y tampoco acudirán a las urnas este viernes. “No lo ven como un boicot, más bien creen que nada puede cambiar, por eso no le ven importancia a votar esta vez”, añade.
Ayer, el propio Jamenei instó a la población a acudir a las urnas, describiéndolo como un deber nacional. “No hay ningún motivo para no votar”, aseguró. “Cuanto más fervientes sean las elecciones, más se garantizará la autoridad nacional y la seguridad nacional”, añadió, tras repetir que no votar no resuelve “los problemas del país”.
Para la analista Vakil, las llamadas al boicot podrían tener cierto efecto sobre la población, aunque cree que la caída en el voto está más relacionada con un desapego general por la política, derivada de la falta de medidas económicas y sociales. “El Gobierno tuvo la oportunidad de abordar las quejas de la gente de una manera diferente y, en cambio, lo que hicieron fue redoblar las políticas de línea dura. No tienen interés en realizar reformas, no tienen interés en general legitimidad ante el público. Eso la gente lo sabe”, asegura Vakil.
Agencias