NotMid 22/10/2022
OPINIÓN
RAÚL DEL POZO
Los echacuervos, videntes y cenizos anuncian miseria y frío. La falta de viento podría detener las turbinas eólicas y provocar cortes de energía, aunque el verdadero problema no es la escasez, sino el precio del gas y la electricidad.
En otras épocas, a los adivinos que predecían desgracias los degollaban. En La Divina comedia,Dante los retrata con la cabeza del revés. Ahora, los videntes y futurólogos suelen ser los banqueros y los jefes de Estado.
Xi Jinping, el que manda tanto como Mao, ha anunciado que China va a parar la venta de gas licuado a Europa para asegurar su propio consumo. El FMI, especialista en dar disgustos, avisa: «El invierno de 2022 va a ser difícil, pero el de 2023 será peor». Parece que tenemos que derrotar a la peor crisis en lo que va de siglo, peor que la de 2008 por la guerra, la pobreza energética, la inflación, la deuda faraónica; aunque no sabemos lo que va a pasar porque solo el pasado es cierto, vigilemos a los políticos para que no empeoren los pronósticos.
Feijóo le recordó a Sánchez en la segunda corrida de otoño en el Senado que va a ser el presidente que llegue al billón de deuda cuando el Banco de Europa dejará de regalar dinero y volverán las brujas del FMI y el canibalismo financiero.
En todas las ciudades de Europa hay refugiados, desertores, apátridas de guerra cuando crecen los delitos de odio y las colas del hambre, que llaman crisis alimentaria. En Madrid, las iglesias están desbordadas. Las colas se han duplicado desde el verano. Los refugiados ucranianos, tan bien recibidos, acaban como mendigos con los bancos de alimentos superados.Ante tanta incertidumbre, Felipe González ha propuesto que la política deje de ser el arte de lo imposible, para idear un nuevo pacto -como entonces cuando los de La Moncloa- que sume y comprometa a todos.
Esperemos que no sea el invierno como lo pintan y, siguiendo el consejo del bardo, caminemos dando la mano, uno detrás de otro. Recordemos, agarrándonos a Keynes que nos dejó dicho que lo inesperado es lo que suele ocurrir, que no hay que amargarse porque, a largo plazo, todos estaremos muertos.