NotMid 30/07/2022
EDITORIAL
El movimiento #MeToo nació como una iniciativa bienintencionada dirigida a denunciar la posición de subordinación a la que estaba sometida la mujer en determinados reservorios de la gran industria del ocio, que alcanzaba el padecimiento de situaciones de abuso de poder, chantaje o acoso sexual. De hecho, surgió tras las primeras denuncias por las que luego fue condenado el productor norteamericano Harvey Weinstein. Pero enseguida, el #MeToo derivó en una corriente identitaria, intolerante y puritana, de alcance mundial, que pretende imponer una cultura reaccionaria de las relaciones entre mujeres y hombres, a quienes somete a una acusación inquisitorial indiscriminada. Sin atender a los límites racionales entre la verdad y la mentira, genios creativos como Woody Allen, Plácido Domingo o tantos otros han sido denostados, cuando no directamente cancelados por acusaciones sin prueba, muchas veces anónimas.
En el mismo caso se encuentra Joan Ollé, uno de los grandes directores teatrales de Cataluña, a quien los independentistas han convertido en «la bestia negra del teatro catalán» por no seguir su juego. EL MUNDO publica hoy una esclarecedora entrevista con él que es un grito contra la intolerancia y contra la desconfianza en la Justicia que se ha instalado en la sociedad catalana desde el procés.
Ollé fue víctima de una caza de brujas después de que un periódico publicara en 2021 un reportaje con acusaciones de presuntos abusos sexuales. El entonces profesor del Institut del Teatre, donde impartió clases durante 40 años, fue presentado como el Harvey Weinstein catalán. Los insultos y las acusaciones bullían en las redes sociales, donde le llamaron «hijo de puta» y «traidor». Fue repudiado y su carrera defenestrada. Un año y medio después, ni la Fiscalía ni el propio Institut del Teatre han encontrado pruebas.
El #MeToo irrumpió como un nuevo impulso al feminismo y a la necesidad de denunciar los abusos sexuales. Pero también ha alentado el enfrentamiento entre los sexos mediante una suerte de populismo de género donde no existen ni el respeto ni la cooperación. Y lo que es más grave, prejuzga sin pruebas y anula el derecho a la presunción de inocencia. La igualdad entre hombres y mujeres es un reto que compete a toda la sociedad, pero el feminismo radical se comporta como un riesgo para la libertad y la autonomía personal.