“No calculó bien el enfado de Junts con el pacto con ERC ni la personalidad límite de Puigdemont después de seis años de exilio”, afirman
NotMid 05/11/2023
ESPAÑA
«Pedro había trazado un calendario que se estaba cumpliendo a la perfección. Primero, el pacto con Sumar obligó a este partido a cerrar un acuerdo a uña de caballo porque así le interesaba; después, el Comité Federal del PSOE, que le salió a pedir de boca; más tarde, la foto de Santos e Iratxe con Puigdemont, donde le reconoció como president. Mientras tanto, la negociación con ERC, hasta llegar al jueves 2, el gran día, el día en el que Junts primero y Esquerra después acordarían el texto de la ley de amnistía para presentarlo en el Congreso y convocar el debate de investidura para la semana que viene. El sábado podría presentarse en el Congreso de los socialistas europeos como presidente del Gobierno recién investido con mayoría absoluta en la primera votación. Pero sus planes se torcieron el jueves porque sobreestimó sus posibilidades de cuadrar el círculo y subestimó el riesgo de negociar con Puigdemont, a quien España le importa una higa y Pedro Sánchez, también». Así es cómo fuentes del Gobierno explican el naufragio de los planes perfectamente trazados por el candidato a la investidura designado por el Rey.
El estupor, la indignación y la incertidumbre reinan en los despachos oficiales de la izquierda gobernante desde el pasado viernes. Nadie es capaz de imaginar en este momento dónde y cuándo acabará la pesadilla de la investidura, una vez que Puigdemont ha decidido llevar al Gobierno y situarse a sí mismo al borde del abismo. De un abismo que por un lado limita con la repetición de las elecciones y por otro con los límites constitucionales, políticos y morales de una ley de amnistía que no puede contener todo lo que exige el ex presidente catalán.
EL PLAZO
«Al final, son ellos dos quienes tienen que tomar las decisiones», señalan en el PSOE. Ellos son Pedro Sánchez y Puigdemont, dos personalidades acostumbradas a conducirse en la política al filo de lo imposible. Dos temperamentos capaces de soportar condiciones extremas, a quienes muchas personas dieron por muertos políticamente y que lograron resucitar en las elecciones. Jamás pudo imaginar Carles Puigdemont que le iba a tocar la lotería de poder decantar el Gobierno de España con sus siete diputados. Tampoco Pedro Sánchez pudo nunca pronosticar que tendría que admitir una ley de amnistía y poner a su partido ante la situación más controvertida de las últimas décadas. Las fuentes consultadas por este diario señalan que se está pidiendo «demasiado» a la militancia socialista y al electorado de izquierdas. Además de asumir la ley de amnistía, los votantes socialistas han de soportar una cierta sensación de humillación y chantaje del líder independentista fugado.
Cuando faltan 20 días para que expire el plazo que empezó a correr tras la investidura frustrada de Feijóo para la convocatoria automática de nuevas elecciones, Sánchez y Puigdemont se enfrentan cada uno a su propio dilema. El líder de Junts tiene que decidir si asume que algunos de los suyos le puedan considerar un traidor y a no poder explicar el acuerdo tras su defensa numantina de la unilateralidad, y el líder del PSOE tiene que establecer cuál es el límite de las cesiones al independentismo para ser elegido presidente. «Los dos tienen un dilema moral», aseguran quienes conocen la situación, aunque no sea en todos los extremos.
«O cede, o cede». Ésta es la sentencia que se repite en los ámbitos cercanos a Sánchez y Puigdemont. O cede el presidente en funciones para ser investido antes del 26, o no tendrá más remedio que ir a unas elecciones. O cede Puigdemont para no quedarse a vivir en la intemperie de Waterloo y además defraudar a la mayoría de la sociedad catalana que apuesta por pasar página del 1-0. Todo el mundo tiene muy presente que el político del que depende la investidura de Sánchez anunció a sus colaboradores que convocaría elecciones autonómicas el 26 de octubre de 2017 y después de un tuit de Rufián y unos cuantos gritos de «traidor» bajó su ventana horas más tarde decidió declarar la independencia.
Los dos están atrapados en su propio laberinto. Laberinto de Estado en el caso de Sánchez. Laberinto de pasiones y celos en el caso de los partidos independentistas catalanes. En el Gobierno nadie pone paños calientes. «Estamos en una situación grave, Pedro no puede volverse atrás después de todo lo que ha cedido. Nadie renuncia a la investidura de presidente si puede tenerla. Y cuanto más tarde en ceder, más será lo que le van a pedir, por eso intentó ser él quien forzara el calendario fijando una fecha para el debate de investidura. No calculó bien el enfado de Junts con el pacto con ERC ni la personalidad límite de Puigdemont después de seis años de exilio. El problema es que sus reclamaciones situarían a la ley de amnistía fuera de la Constitución».
El PNV es la incógnita
La negociación de la investidura es el puzle más complejo que recuerdan los más experimentados negociadores. Las conversaciones se desarrollan en tantos ámbitos, con tan distintos interlocutores y con tantas formaciones políticas que a muchos políticos experimentados les resulta milagroso que pueda llegar a buen puerto. Una de las incógnitas más llamativas es la actuación del PNV. El partido decisivo para impedir la investidura de Alberto Núñez Feijóo y que es una de las formaciones más experimentadas en la negociación de investiduras y de pactos de Gobierno se ha quedado el último, junto con Junts, para cerrar el acuerdo con el PSOE. Los nacionalistas vascos han recuperado su relación histórica con los sucesores de Pujol, rota cuando Puigdemont incumplió el compromiso adquirido con Urkullu de convocar elecciones para evitar la declaración de independencia, y no han querido cerrar el pacto con Sánchez antes de que lo haga Junts.
Agencias