La colocación del marido de la ministra Ribera en la CNMV demuestra que al Gobierno no le interesan, al revés, reguladores independientes
NotMid 18/09/2022
EDITORIAL
Desde la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa, no hemos dejado de asistir a un impúdico historial de ocupación por parte del Gobierno de organismos, instituciones y empresas públicas que hoy tienen al frente o como consejeros a personas cuyo mérito principal es el de ser muy afines al PSOE o a Podemos. Lo que acaba de ocurrir con Mariano Bacigalupo, marido de la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, al que se acaba de colocar en la Comisión Nacional del Mercado de Valores, es otro hito que desborda todo principio ético y estético y que demuestra cómo Moncloa no tiene interés, sino al contrario, en que los organismos reguladores del Estado ofrezcan la imagen de máxima independencia gubernamental con la que deben operar.
Bacigalupo, jurista que se reconoce militante socialista, era en estos momentos consejero de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, un cargo que ya generaba como mínimo en apariencia una situación de conflicto de intereses por cuanto desde el mismo tenía entre otras responsabilidades la de vigilar el trabajo de su mujer. Y en este sentido no habían pasado desapercibidos en Bruselas episodios como que fuera él quien defendiera en la agencia europea de reguladores la excepción ibérica para el gas con argumentos casi calcados a los de la ministra. Pues bien, un año antes de que concluyera su mandato en la CNMC, el Ministerio de Economía lo acaba de colocar en la cúpula de otro organismo estatal: la Comisión Nacional del Mercado de Valores, donde podrá mantenerse al menos hasta 2026, con un suelo superior a los 140.000 euros anuales. Tanto da que la experiencia del marido de Ribera sea nula con los mercados bursátiles y financieros, cuya supervisión es la que compete precisamente a la CNMV.
Llega a tiempo Bacigalupo, como hoy publicamos, para que este organismo se pronuncie sobre si el Gobierno se saltó la ley en el grave asalto a Indra, la gran tecnológica española de carácter estratégico. El propio presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Rodrigo Buenaventura, ha reclamado esta semana una reforma legal para impedir actuaciones como ésta que suponen un atentado evidente contra la independencia del consejo del organismo.
La maniobra de puro enchufismo que tiene como protagonista esta vez al marido de la ministra Ribera sigue la estela de otros casos como el igualmente escandaloso nombramiento en agosto de la que había sido directora de Comunicación del PSOE como nueva presidenta del Hipódromo de la Zarzuela, quien carecía por completo de conocimientos de hípica ni posee currículum que la avalara para el desempeño de sus nuevas responsabilidades, más allá de su cercanía con el presidente del Gobierno.
El mismo Sánchez que cuando ejercía como líder de la oposición declaró la guerra al «enchufismo» y que abogaba por «descolonizar todas las instituciones promoviendo la meritocracia», se ha caracterizado por llenarlas de afines a su persona o al partido, abusando del enchufismo y en algunos casos del más burdo nepotismo. Hay ejemplos tan paradigmáticos como el de Correos, la mayor empresa pública de España, que se encuentra en situación de quiebra técnica y en la que se mantiene al frente pese a su errática gestión quien fuera jefe de gabinete de Sánchez en los duros años en los que éste tuvo que pugnar con Susana Díaz por el liderazgo del PSOE. Hoy el carné del partido es el mejor modo de acceder, como Bacigalupo, a organismos que dan mucho dinero y poder, aunque con ello se profundice en una degradación de nuestras instituciones que cada vez es más insostenible.