El 75% de los menores diagnosticados con disforia de género en Tavinstock padecía un trastorno autista. El caso británico es una llamada de atención muy seria para España
NotMid 21/02/2023
OPINIÓN
MAITE RICO
El próximo junio cerrará sus puertas el Servicio de Desarrollo de la Identidad de Género (GIDS), que se puso en marcha en Reino Unido en 1984 para ayudar a los menores con disforia de género. Desde 2009 era el centro de referencia del Sistema Nacional de Salud, adscrito a la fundación Tavistock. En casi tres décadas, el GIDS o la clínica Tavistock, como se la conoce, ha atendido a 9.000 menores y escrito una de las páginas más negras de la medicina, cuyas consecuencias tardaremos años en conocer. Así lo constatan varios informes.
El más impactante es una acuciosa investigación de Hannah Barnes, periodista de la BBC. Otros son informes internos, como el del psiquiatra David Bell (a quien la fundación trató de silenciar), y el de la pediatra Hilary Cass, que ha determinado el cierre de la clínica. Todos coinciden en la imposición, a partir de 2005, de un “enfoque afirmativo” que llevaba a administrar bloqueadores de la pubertad a los menores sin la debida atención psicológica y sin seguimiento, y en un clima de amedrentamiento que etiquetaba como “transfobia” cualquier cuestionamiento profesional. Los propios sanitarios han denunciado la presión que ejercían en la clínica poderosas organizaciones trans, como Mermaids.
Pero vayamos a datos concretos: el 75% de los menores tratados padecía trastornos del espectro autista (frente al 2% de la población general). El 70% presentaba más de cinco «rasgos asociados» como ansiedad, trastornos alimentarios, maltrato, abusos sexuales y familias desestructuradas. Más del 25% había pasado por centros de menores. Es decir, eran niños muy vulnerables que necesitaban ayuda y lo que recibían era una etiqueta -“nacidos en un cuerpo equivocado”- y unos tratamientos irreversibles. Pero lo más llamativo, para mí, es que el 75% de los pacientes fueran niñas. Esa misma pauta se está repitiendo en España entre los jóvenes atendidos por disforia (que se han disparado en los últimos cinco años hasta un 10.000% en algunas comunidades). ¿Por qué hay más chicas? ¿Investigará alguien el fenómeno?
Un millar de pacientes, encabezados por la joven Keira Bell, que empezó con los bloqueadores a los 16 años, han demandado a la clínica, cuyos beneficios se disparaban al mismo ritmo que los de los laboratorios farmacéuticos. Ideología e intereses económicos pasan por encima de la ciencia y del ser humano. El caso británico es una llamada de atención muy seria para España.