La Universidad necesita una reforma que reduzca los desajustes. Además, hay que potenciar las enseñanzas medias
NotMid 05/06/2023
EDITORIAL
La Universidad española necesita una reforma estructural que la dirija a formar a jóvenes en la excelencia de cada campo y, sobre todo, a conectarlos con el mercado laboral. Desde el prisma del estudiante, el principal, uno de los grandes lastres que los campus arrastran desde hace años es que la gran mayoría de los graduados no encuentran trabajos estables vinculados a sus carreras. Las causas son varias y sólo podrán atajarse cuando exista voluntad política y cuando la clase dirigente universitaria abandone sus vicios endogámicos: cuando en ambos sectores no primen los intereses económicos y partidistas.
Como apuntamos hoy en nuestro Primer Plano, España es el segundo país de la Unión Europea con más paro entre los graduados superiores -un 8,6%, el doble de la media comunitaria- y es el que mayor porcentaje de titulados tiene empleados en puestos por debajo de su calificación, un abismal 37%. Además, según el informe PIACC de la OCDE, el nivel cognitivo de un universitario español equivale al de un bachiller holandés. Son estadísticas que deben encender la alarma de cualquier Universidad y de cualquier gobernante político, pues su objetivo sólo puede ser guiar a nuestras generaciones jóvenes y a las venideras hacia una educación de calidad y, con ella, hacia una sociedad formada y crítica.
Principalmente, existe un problema de base: el número de universitarios es mayor que los empleos que necesita el mercado de trabajo. Hay una sobrecualificación, entre comillas, dado que el nivel de exigencia y de conocimientos es menor en comparación con el resto de países. Se da un excedente de alumnos en determinadas carreras que no se corresponde con la demanda laboral. Lo que incide en dos puntos. Primero, en la necesidad de una orientación al alumnado, desde edades tempranas en colegios e institutos, que le ayude a equilibrar su vocación con la realidad del mercado. No es lógico que un 50% de titulados en Educación Infantil y Primaria no vaya a ejercer nunca porque se ofrecen más plazas que puestos de trabajo hay y que, mientras tanto, los grados más reclamados, los de STEM, no acaben de ser atractivos para los estudiantes. Y, segundo, hay que llevar a cabo una reestructuración de los planes de estudio para reducir los desajustes entre la Universidad y el mercado laboral: enfocar las carreras al desarrollo de los trabajos, a la práctica que espera al alumno.
Exigencia, racionalización y orientación. Desgraciadamente, la nueva Ley de Universidades, la Losu, no se rige por estos parámetros: ni aborda la empleabilidad, ni enfrenta el corporativismo, ni cambia el modelo de financiación de los campus, basado en el número de alumnos que reciben. Y todo por un ejercicio de cortoplacismo político.
Además, también es tarea de la Administración contribuir a acabar de una vez con el desprestigio de las enseñanzas medias: fomentar una Formación Profesional conectada con la empresa facilitará la inserción laboral.