NotMid 03/09/2021
OPINIÓN
FERNANDO PALMERO
Hay dos mantras que la izquierda lleva haciendo pasar como verdades desde los años 70 y que, aunque no son más que el reflejo de sus deseos, la derecha (y no digamos ya la socialdemocracia centrada) ha asumido como propios. Y reales. A saber: que apenas queda petróleo para un par de generaciones, por lo que el capitalismo entraría en crisis al perder su principal fuente de energía; y que EEUU ha iniciado su imparable declive imperial. Ni una cosa ni la otra parece que se vayan a cumplir de manera inmediata por más que Europa haya decido apostarlo todo a las renovables (sacrificando la competitividad de su frágil industria) y que la salida de Afganistán se esté presentando como la derrota definitiva que marca el inicio del fin del orden liberal.
Eppur si muove. Y así, mientras Joe Biden hipotecaba su prestigio intentando explicar las humillantes imágenes de la estampida militar de Afganistán, impelido por el mismo terror yihadista que EEUU fue a combatir allí tras la desgarradora herida que significó para los estadounidenses el atentado del 11-S, su vicepresidenta e inminente sucesora, Kamala Harris, viajaba a Vietnam en visita oficial. Un mundo que declina, representado por el viejo político demócrata, y otro que se anuncia ya como el nuevo escenario de confrontación en el Sudeste Asiático, personificado en la que con toda probabilidad será la primera mujer que presida EEUU. Y cuyo mandato no tendrá las hipotecas de guerras pasadas en las que EEUU no tiene nada que ganar. En primer lugar, porque gracias al fracking no necesita ya con tanta urgencia el petróleo de Oriente Próximo.
Pero también, porque en virtud de los acuerdos con los talibán (cuyos extremos aún no se conocen) estos se comprometen, a cambio de una autonomía completa en el diseño de su emirato, a que su territorio no vuelva a convertirse en una plataforma del yihadismo. La apuesta es arriesgada. Ni Afganistán es un país, sino un espacio desarticulado donde los distintos clanes tribales se disputan el rentabilísimo comercio del opio. Ni el nuevo régimen puede garantizar que derrotará al ISIS, con el que ya han comenzado una guerra civil. Y en fin, en tanto que islamistas, los talibán no dan a los acuerdos con los ‘infieles’ valor alguno.
Tendrá Kamala Harris que centrar todos sus recursos en ese nuevo escenario. Aunque en el Indo-Pacífico cuenta con aliados como India, Filipinas, Australia y Japón, no le será fácil quebrar el espacio de libre comercio más grande del mundo que China creó con 15 potencias más (a las que somete, pero que le necesitan) hace unos meses. Justo, cuando el resto del mundo sufría los efectos del Covid.