Celebrado cada cinco años, este es especialmente importante porque el presidente Xi Jinping se encamina a revalidar un tercer mandato sin precedentes
NotMid 17/10/2022
ASIA
De un puente del distrito de Dongzhimen, dentro del segundo anillo de Pekín, cuelga un gran letrero con uno de los largos eslóganes de campaña del Partido Comunista Chino (PCCh): “No escatimen esfuerzos para componer un nuevo capítulo de construcción integral de una China socialista y moderna bajo la guía del pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era”.
A la campaña de Xi no se le puede meter la coletilla de “electoral” porque, aunque en China empieza lo más parecido a lo que en una democracia serían unas elecciones generales, todas las fichas importantes que se mueven en el legislativo de Pekín ya están decididas de antemano por unas pocas personas.
Hoy se abre la puerta al vigésimo congreso del PCCh. Celebrado cada cinco años, el de este octubre es especialmente importante porque se espera que el presidente Xi revalide un tercer mandato sin precedentes y consagre su doctrina política -“socialismo con características chinas para una nueva era”- en la Constitución por la que se rige el partido.
El congreso es la fecha más importante en el calendario político de la segunda potencia mundial. No solo selecciona el equipo de liderazgo de China, sino que actúa como un faro que guiará todas las políticas durante los próximos años. Los 96 millones de miembros del PCCh estarán representados por más de 2.000 delegados de todo el país que escucharán al presidente resumir sus logros durante el último lustro.
Los delegados que asistirán durante una semana a las reuniones tienen que aprobar -aunque las decisiones las suele decidir de antemano Xi y su séquito más cercano a puerta cerrada- una nueva lista de miembros para el Comité Central, el máximo órgano de dirección del partido. A su vez, de este comité saldrán los nombres que ocuparán asientos del poderoso Politburó (25 miembros) y del Comité Permanente, el núcleo duro de poder, condensado ahora mismo en solo en siete políticos. Todos son hombres. Todos mayores de 60 años. Todos siempre a la sombra de Xi Jinping.
¿PARA QUÉ SIRVE EL CONGRESO?
Tres funciones principales: establecer la agenda principal del PCCh en todos los sectores, desde la macroeconomía, pasando por el rumbo de la diplomacia internacional, hasta el precio de los alimentos; introducir cualquier revisión de la Constitución del partido, enmendada en cada congreso desde la fundación del PCCh en 1921 para reflejar los cambios en la dirección del liderazgo; seleccionar el equipo de líderes que dirigirá el país durante los próximos cinco años.
En Pekín ya están los 2.296 delegados que representan a todos los niveles de la jerarquía del partido en 34 provincias y regiones: desde alcaldes de aldeas, hasta deportistas olímpicos, astronautas y actores famosos. Su presencia da color, que no votos reales, al evento. Porque la reorganización del PCCh se decide desde tres comités: la Comisión Central de Control Disciplinario, con 205 miembros, el Comité Central, con 204 miembros, y el Politburó, con 25 miembros, entre los que están los “siete magníficos” del Comité Permanente.
La voz de los delegados que participan en el congreso se plasma en una especie de encuesta de opinión -llamada “recomendación democrática”- en la que seleccionan a 200 candidatos al Politburó, los cuales tienen que cumplir una serie de criterios como ocupar, como mínimo, un rango ministerial, o un puesto de mando en el Ejército Popular de Liberación (EPL). Una de las reglas no escritas es que los miembros de la élite política deben jubilarse a los 68 años. Un límite de edad que ni siquiera el presidente Xi, que tiene 69 años, ha respetado.
Los miembros actuales del Politburó tienen preferencia a la hora de seleccionar a sus próximos compañeros. Los delegados del congreso emiten ceremonialmente sus votos para el órgano de poder, aunque el resultado, con la aprobación de los nominados, ya se ha acordado previamente por este grupo y su Comité Permanente. Después de la selección, los nuevos líderes hacen una entrada coreografiada al Gran Salón del Pueblo, caminando en orden de importancia. Al igual que en el anterior congreso, se espera que Xi Jinping entre en la sala como secretario general del partido, cargo que ocupa quien realmente tiene el poder en China. El puesto de presidente, a diferencia de Occidente, puede ser un cargo meramente testimonial.
¿CÓMO SE SELECCIONA A LOS DELEGADOS?
Aproximadamente seis meses antes del congreso, los comités del partido de cada unidad electoral votaron una lista de candidatos de cada provincia. La condición era que fueran miembros del PCCh y que representaran una variedad de sectores de la sociedad. Desde Pekín se alentó a que se seleccionaran delegados que “hayan realizado contribuciones significativas en el alivio de la pobreza, la innovación tecnológica y la batalla contra la pandemia de Covid-19”.
Este los delegados de este año, un 33,6% lo representan trabajadores que han estado en primera línea luchando contra la pandemia. Destaca Zhong Nanshan, un veterano experto en enfermedades infecciosas que ha liderado la batalla contra el coronavirus. También hay funcionarios provinciales, empresarios, oficiales militares, artistas y agricultores. Alrededor de 400 de los delegados son miembros del Comité Central del partido. El 11% de los representantes vienen de minorías étnicas y el porcentaje de mujeres es del 27%.
¿NUEVO MANDATO DE XI?
Nadie duda de que, al terminar el congreso, Xi Jinping se convertirá en el líder chino más poderoso desde Mao Zedong. El presidente, para reforzar y prolongar su poder, ya abolió el límite de dos mandatos en 2018, instituidos después de Mao para evitar que se formara un culto a la personalidad en torno al líder. Xi ocupa actualmente tres puestos principales: secretario del PCCh, jefe de Estado y además dirige las fuerzas armadas del país como presidente de la Comisión Militar Central.
“Xi no es conocido como un formulador de políticas brillante, pero el líder supremo es un maestro en la construcción de un imperio personal, particularmente en el aumento de la influencia de la llamada Facción Xi Jinping en la política del PCCh”, explica Willy Wo-Lap Lam, profesor de Historia en Universidad China de Hong Kong.
La facción leal al presidente seguirá ocupando puestos de mando al acabar el Congreso. “Esta camarilla, que era minúscula cuando Xi se convirtió en jefe del partido a finales de 2012, ahora es la facción dominante del PCCh. Los miembros incluyen ex ayudantes y compinches de Xi de las provincias de Fujian y Zhejiang, donde sirvió desde 1985 hasta 2007. Muchos de los protegidos de Xi provienen de su provincia natal de Shaanxi, así como del alma mater del supuesto nuevo timonel, la Universidad de Tsinghua”, continúa Lam.
Tras 10 años al frente, la figura de Xi, cada vez más nacionalista y obsesionada con el control político, se ha vuelto omnipresente. Su pensamiento se estudia en las universidades y colegios, y cada discurso suyo se distribuye por los múltiples órganos de propaganda… Algunos analistas aseguran que ahora mismo es el hombre con más poder del planeta.
BAILE DE ASIENTOS EN LA ÉLITE POLÍTICA
Está prevista una gran reorganización del liderazgo. Se apunta a que Li Keqiang (67 años), primer ministro chino y segundo hombre fuerte del Comité Permanente, está en la rampa de salida después de cumplir dos mandatos. Suena en las quinielas para sucederle Hu Chunhua (59 años), uno de los cuatro viceprimeros ministros, que ha dirigido con éxito la gestión de alivio de la pobreza a nivel nacional.
Otro de los nombres que aparece es el de Wang Yang (67 años), quien ocupa el cuarto lugar en el partido y preside la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh), el órgano asesor del Parlamento. Tampoco hay que olvidarse de Li Qiang (63 años), jefe del partido en Shanghai.
Por edad, otra vacante que puede quedar libre es la del hombre fuerte en la economía china, el viceprimer ministro Liu He (70 años). El candidato más fuerte para hacerse cargo de las finanzas sería otro veterano funcionario, He Lifeng (67 años), jefe de planificación estatal de China y viejo aliado de Xi.
La edad de jubilación también la supera la única mujer que forma parte del Politburó, Sun Chunlan, viceprimer ministra al cargo de la salud, deporte y cultura, quien además ha dirigido en primera línea la inmutable política nacional de Covid cero. La mujer mejor posicionada para reemplazarla es Shen Yiqin, de 62 años, miembro de la minoría étnica Bai y jefa del partido de la provincia de Guizhou.
En Exteriores, el actual ministro, Wang Yi (69 años), podría dejar la cartera y tomar la silla en el Comité Permanente del halcón de la diplomacia china, Yang Jiechi (72 años), la sombra del presidente Xi fuera de los muros del régimen. Yang actualmente es el director de la oficina general de la Comisión Central de Asuntos Exteriores y el principal diplomático chino que está al frente de la herramienta más poderosa de la política exterior.
También habrá baile de sillas en los puestos que controlan el ejército y la policía. Zhang Youxia y Xu Qiliang, dos mandamases del Ejército Popular de Liberación (EPL), miembros del Politburó, se jubilan. Entre los principales candidatos para sucederlos se encuentran el general Li Zuocheng, jefe del Departamento de Estado Mayor, y Miao Hua, el director del Departamento de Trabajo Político.
Según las previsiones de los medios chinos, otro hombre de confianza del presidente Xi que ascenderá será Wang Xiaohong, ministro de Seguridad Pública, quien entrará en el Politburó para hacerse cargo de la Comisión Política y Jurídica Central, un poderoso organismo con jurisdicción sobre la policía y los tribunales. A cargo del aparato estatal de propaganda suena el nombre del académico Li Shulei.
DESAFÍOS DE PEKÍN
Hay una idea que parece que ronda desde hace tiempo la cabeza de Xi Jinping: ha llegado el momento de que China asuma el estatus de país más poderoso del mundo. La hegemonía de Washington está en decadencia y toca reemplazarla. Esa es la base de un planteamiento por el cual Xi nunca ha querido sumergir a China en el orden global liderado por Estados Unidos, sino que opta por promover una visión alternativa. Tanto Pekín como Washington se consideran mutuamente como el adversario más peligroso.
En la esfera de Occidente, la política china se ha visto más hostil en favor de EEUU, que juega bien sus cartas con el miedo a la dictadura china. Pero Pekín va ganando terreno en Asia, América Latina, África y por todo el Pacífico. Hace tándem con Rusia en los foros internacionales, aunque aguanta sin brindar a Moscú un respaldo total en su invasión a Ucrania.
El foco principal de las tensiones de China con Occidente, sobre todo de la nueva Guerra Fría con EEUU, es Taiwan, la isla autónoma que Pekín considera una provincia separatista que, tarde o temprano, acabará bajo el control del gigante asiático. El propio Xi Jinping ha reiterado en varias ocasiones que la “reunificación” con Taiwan debe cumplirse antes del centenario de la República Popular China (2049), y no descarta el uso de la fuerza si fuera necesario.
De puertas para dentro, los próximos líderes de China tendrán que lidiar con una desaceleración crónica del crecimiento económico empujada por la inmutable política nacional del Covid cero, que implica severos bloqueos en respuesta a cada brote del virus, paralizando urbes enteras y frenando los movimientos internos.
A la sacudida del Covid cero se le ha juntado el derrumbe del mercado inmobiliario, los niveles récords que está alcanzando el desempleo juvenil, el debilitamiento del yuan y las crisis energéticas por las sequías del verano y las inundaciones que vinieron después. Todas estas turbulencias parece que han echado por tierra los objetivos de crecimiento del 5,5% que Pekín, durante su cónclave político anual, estableció en marzo. Los economistas internacionales predicen que la segunda potencia mundial va camino de su expansión económica más lenta en 40 años.
Lucas de La Cal