NotMid 21/03/2025
EDITORIAL
La detención del rostro más visible de la oposición turca, el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, agrava la deriva autoritaria de Recep Tayyip Erdogan y amenaza con arrastrar a Turquía -país candidato a la UE y miembro de la OTAN- hacia la órbita de las autocracias embarcadas en un pulso iliberal contra las democracias.
Si bien es un juez quien le acusa de terrorismo y corrupción, la separación de poderes se ha debilitado tanto en Turquía que el arresto solo puede interpretarse como un golpe de mano de Erdogan contra su principal rival de cara a las elecciones de 2028, a las que no puede concurrir legalmente a menos que las adelante.
Inmerso en una creciente escalada represiva desde el intento de golpe de 2016, el presidente turco baraja una reforma constitucional que le permita presentarse a los comicios para perpetuarse tras 20 años en el poder. Retorcer la ley no parece, sin embargo, garantía de éxito electoral para un líder carente de popularidad, como se comprobó en las últimas elecciones locales: su partido, el islamista AKP, sufrió su peor derrota, mientras Imamoglu, del secular CHP, fue reelegido por abrumadora mayoría en la capital cultural del país. Su encarcelamiento amenaza con desestabilizar política y económicamente a Turquía en un momento crítico en el que Europa y la OTAN la necesitan como socio fiable para equilibrar el repliegue de EEUU.