Haber crecido leyendo en pantallas comienza a tener consecuencias en los nativos digitales: su lejanía del papel impreso genera cambios cerebrales y menor rendimiento. La parte buena es que siguen apreciando la importancia de leer
NotMid 01/10/2023
Estilo de vida
Dicen nuestros jóvenes que su poeta favorita es Elvira Sastre. Su escritor, Juan Gómez-Jurado, el rey del thriller español. Su género, la novela negra y su último descubrimiento, los clubs de lectura. Digitales, claro. De la Generación Z -que oscila entre aquellos que nacieron pocos años antes del Tercer Milenio y hasta 2012- hablan todas las disciplinas porque la integran los primeros que, cuando llegaron, el pixel ya estaba allí desde hacía tiempo, dominándolo todo. Son aquellos bebés que tanta gracia hacían cuando se acercaban a la televisión (de plasma) con sus torpes pasos, para intentar mover la imagen con los dedos, como si fuera una tableta.
Ahora, cuando muchos rozan la treintena y otros disfrutan aún de los locos 20 años, la pregunta podría ser si leen, pero los datos confirman hace tiempo que lo hacen. Lo dice el Ministerio de Cultura, el Barómetro de Lectura de la Federación del Gremio de Editores, los informes de Wattpad -la plataforma favorita de lectura de los Zeta– y lo dice hasta Tinder, que ha compartido con La Lectura los detalles de un exhaustivo estudio de las biografías e intereses literarios que los jóvenes expresan en la idestinada al ligoteo. Aunque también a la simple amistad y al deseo de compartir aficiones. Porque “el interés por la lectura a la hora de conocer gente nueva ha aumentado un 88% en el último año”, porque “el uso de emojis relacionados con leer ha crecido más de un 60% con respecto al año anterior” y porque “el término librería casi ha triplicado sus apariciones en las conversaciones de Tinder” en relación a 2022.
Por si fuera poco, en esta app los clubs de lectura han crecido un 60%, al tiempo que aumentan también en la vida no virtual y hasta se resuelven como híbridos, con reuniones tanto analógicas como digitales. Un detalle que al profesor de filosofía Enrique Ferrari, autor del ensayo Resistencias con lo digital (Catarata), le parece importante como desarrollo de la identidad. “El registro público de las lecturas es cada vez más habitual. Los lectores leen y comparten con distintas finalidades, mostrar una personalidad, influir en los demás… Hay una voluntad de crear comunidad a partir de esos gustos literarios”, afirma. Tal vez hay que ir dejando lado el prejuicio de que los jóvenes no leen.
Habrá quien adorne sus hábitos lectores, pero los datos permiten comprobar que, al igual que cualquier generación anterior, los que vienen por detrás tienen sus propios gustos y preferencias y buscan congéneres con los que hablar de todo ello, habitualmente coetáneos. ¿Es la viralidad, entonces, la forma en que la Generación Z recomienda lecturas? ¿Los hashtags Bookstagram o BookTok son realmente su librería? ¿Las horas muertas en redes sociales son la nueva manera de tirarse en la cama con 16 años a leer su libro favorito?
En 2023, la pregunta tampoco es cómo leen, porque resulta obvio que lo hacen fundamentalmente a través de una pantalla, sino qué consecuencias tiene en los nativos digitales haber crecido con una escasa relación con la lectura en papel y con el contacto con el libro en sí mismo: el hecho de pasar páginas y de utilizar no sólo los ojos y el cerebro en el acto de leer. La relación que se establece entre la mano y el cerebro en la infancia mientras se lee está ya perdida, dice por lo pronto la neurología. ¿Pero hasta qué punto condiciona la comprensión y, a la larga, la capacidad crítica?
PAPEL Y DIGITALIDAD
El análisis obliga a partir de los adolescentes, para poder atisbar con qué capacidades llegan a la treintena. Al respecto, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Europeos (OCDE), en su informe Lectores del siglo XXI: desarrollando competencias de lectura en un mundo digital -basándose en los datos del informe PISA 2018, destinado a medir la competencia de los alumnos de 15 años en matemáticas, ciencias y comprensión lectora- resalta que, “en la última prueba, los alumnos españoles de secundaria rindieron menos en lectura que los de otros países de su entorno. Obtuvieron 477 puntos, frente a los 487 de media de los 37 países”. Y prosigue: “Leer en papel permite un mejor rendimiento que hacerlo en una pantalla”. Al comparar el rendimiento de los estudiantes que aseguraron que “casi nunca” o “nunca” leen libros físicos con los que afirmaron que sí lo hacen, los segundos obtuvieron mejores resultados.
EL CASO SUECO
Antes del verano una información proveniente del Ministerio de Educación de Suecia saltaba a las noticias internacionales. Se afirmó entonces que el país escandinavo retiraba su Plan de Digitalización e incluía los libros tradicionales en las aulas, tras haber sido los pioneros en incluirlas. Si bien se exageraron los términos, sí es cierto que para la ministra Lotta Edham es necesario repensar el equilibrio entre la lectura en pantalla y la lectura en papel. Tras los resultados obtenidos en el informe PIRLS en los estudiantes de primaria, Edham afirmó que eran “una señal de que tenían una crisis de lectura en las escuelas suecas”. Y anunció que el Gobierno iba a incluir mayor número de libros de texto y menos tiempo de pantalla en la escuela. De ahí que resulte pertinente atender a qué sucede en el cerebro de un niñoy adolescente que, a medida que crece, carece de contacto con los lomos de un volumen cualquiera. ¿Qué ocasiona la lejanía con lo impreso, desde la prensa hasta el libro pasando por revistas, cómics o tebeos? Algunas consecuencias son buenas, pero otras no lo son en absoluto.
Dice Jesús Porta, neurólogo del Hospital Clínico San Carlos y vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología -al que le apasiona y preocupa a partes iguales el asunto de este reportaje- que “tanto la lectura como la escritura es importante iniciarla en papel”.
Porta fue uno de los primeros en advertir, tras la decisión escandinava de repartir tabletas a todos los estudiantes desde pequeños, que no todo saldría como esperábamos. “Para los niños es muy importante mantener la lectoescritura clásica”, sostiene. Menos perjudicial es que, a partir de la adolescencia, esto pueda cambiar. “Es un sistema de aprendizaje evolutivo, se establece una relación gráfica de la mano y el cerebro que es beneficiosa en un momento concreto del desarrollo. Lo mismo que la lectura pausada, sin más estímulos, de un libro, está relacionada con la memoria de las páginas y la localización de las mismas. Una vez se adquiere esto, no hay problema en leer en otras plataformas”.
Una vez… Pero, ¿y si no sucede prácticamente nunca? Explica Ismael Sanz, director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), que “el alumnado que lee con mayor frecuencia libros en formato impreso, en comparación con los que rara vez o nunca leen libros, obtuvo 49 puntos más en la prueba de lectura del informe PISA 2018”. Mientras que “la ventaja de rendimiento para el alumnado que lee libros con más frecuencia en dispositivos digitales es de 15 puntos“. Es decir, “hay indicios de que los que leen en papel tienen mejores resultados“. Y aunque se mantiene prudente respecto a establecer una relación causal, concede: “Hay asociación. Correlación”. Al menos, como para que la investigación se active e incida en la cuestión.
Este especialista también resalta que otro reciente informe de la OCDE se preguntaba “si el mundo digital abría una brecha cada vez mayor en el acceso a los libros impresos”. Y aportaba un dato esclarecedor: la relación que existe entre el número de libros que hay en un hogar y el rendimiento de los hijos. Según el estudio, los jóvenes españoles que leen “con la misma frecuencia en formato papel y en dispositivos digitales” tienen una media de 179 libros en su casa, mientras que aquellos que comunicaron leer libros ” con mayor frecuencia en dispositivos digitales” tienen 131. El alumnado que contestó que «rara vez o nunca lee libros” tiene un promedio de 113 libros.
HACIA UNA LECTURA HONDA
Todo ello lleva a afirmar que “comprender los efectos del medio en la comprensión lectora se ha vuelto fundamental”. Así lo indica el mayor metaanálisis realizado hasta ahora al respecto, que data de 2018 y en el que intervenía el investigador español Pablo Delgado. El estudio No tires tus libros impresos aportaba contexto y explicaba que “los resultados de las investigaciones que comparan los resultados del aprendizaje en medios impresos y medios digitales eran contradictorios, lo que dificulta llegar a conclusiones. En sus pruebas, realizadas entre 2000 y 2017, se comprobó que leer en papel aumenta el tiempo de lectura, permite una mayor comprensión de combinaciones de géneros -informativo y narrativa, por ejemplo- y, por último, que a medida que crecían, los estudiantes con mayor hábito de lectura en papel leían mejor, es decir, con mayor hondura. Lectura profunda.
Con el objetivo de ahondar en la relación entre el papel y la comprensión lectora, la investigación también sostenía que “el gran atractivo de los entornos digitales de evaluación y aprendizaje ha llevado a muchos sistemas educativos a adoptarlos”. Y proseguía: “Sin embargo, como revelan los hallazgos del trabajo actual, es posible que los entornos digitales no siempre sean los más adecuados para fomentar la comprensión y el aprendizaje profundos. La conclusión sencilla es que proporcionar a los estudiantes textos impresos, a pesar del atractivo de los entornos de estudio computarizados, podría ser una dirección eficaz para mejorar los resultados de comprensión. Dada la inevitable inclusión de dispositivos digitales en nuestros sistemas educativos contemporáneos, se debe trabajar más para capacitar a los alumnos en la realización de tareas de lectura en medios digitales”. Es decir, que los jóvenes (niños y adolescentes) no sólo deberían leer más en papel, sino también desarrollar una mayor capacidad de análisis del texto escrito en versión digital.
RELATO GENERACIONAL
Resulta curioso ahondar en los datos ofrecidos a La Lectura tanto por Tinder como por la red social TikTok sobre cómo los jóvenes describen sus hábitos lectores, porque permite confirmar que, después de tanto cambio, sus contenidos favoritos siguen siendo aquellos que hablan del amor y también los que describen su propia generación. Una de las escritoras más mencionadas en las biografías digitales de los Zeta es la irlandesa Sally Rooney, nacida en 1991. El “ránking de los cinco autores más nombrados en las biografías de los usuarios de Tinder en nuestro país, de mayor a menor”, sería éste: Rooney, Elvira Sastre, Juan Gómez-Jurado, Megan Maxwell,Andrea Abreu y La Vecina Rubia, cuentan desde Tinder.
Y un paseo por el hashtag BookTok regala vídeos en los que los jóvenes españoles hablan de literatura, sobre todo de la suya, porque de los clásicos se habla menos. Como diría un Zeta: “Mucho contenido”. Andrea Izquierdo, tiktoker literaria, tiene en sus vídeos una amplia biblioteca tras de sí. Hasta ordenada por colores. Está feliz porque acaba de recibir su novela La chica del Zodiaco (Planeta) traducida al polaco. Ha publicado ya siete títulos y no llega a los 30 años. Cientos de miles de seguidores atienden cada día sus recomendaciones. Y algunos, como ella, hasta se compran libros tradicionales. En papel.
Agencias