La guerra de Ucrania significó para el país nórdico una presión para posicionarse en términos geopolíticos
NotMid 27/05/2022
OPINIÓN
MÓNICA GARCÍA-SALMONES
El presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, y la primera ministra, Sanna Marin, emitieron un comunicado conjunto el 12 de mayo en que de una manera sencilla apoyaban, unidos los dos, la entrada en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El motivo, dice el texto oficial: “Ser miembro de la OTAN reforzaría la seguridad de Finlandia”. En apenas dos párrafos se entiende bien cómo se ha vivido este proceso en el país, en un modo acorde con el espíritu finlandés: diálogo y debate, pero toma de decisiones cuando se considera que ha llegado el momento.
“Durante la primavera”, comienza el comunicado, “se ha desarrollado un debate importante sobre la posible entrada de Finlandia en la OTAN”. Para facilitar el debate se dio el suficiente espacio de diálogo a todas las partes. El comunicado concluye diciendo que “ahora que el momento de decidir está cerca, verificamos nuestra posición conjunta para el conocimiento de los grupos parlamentarios y los partidos”.
Desde enero de 2022 hasta hoy el porcentaje de apoyo a la entrada en la OTAN entre la población se ha triplicado; las últimas encuestas mencionan un sorprendente 76%. Este rapidísimo cambio de posición en un pueblo al que le gusta pensarse las cosas mucho ha ocurrido como respuesta a factores externos al propio país. Como explicaba Niinistö el miércoles 11 de mayo en la rueda de prensa con el presidente de Reino Unido, Boris Johnson, el proceso de decisión de entrada en la OTAN fue iniciado por el cambio de posición de Rusia en los últimos meses. Tradicionalmente Rusia aseguraba que la seguridad del Mar Báltico era mucho más estable teniendo el menor número posible de países miembros de la OTAN.
Finlandia y Suecia, por lo tanto, no se han alineado durante los últimos 30 años por propia voluntad, pero siendo conscientes de que con eso agrandaban al gran vecino. Se daba por sobreentendida la importancia de mantener relaciones amistosas con Rusia por motivos de comercio, historia y proximidad.
En este contexto, la mayoría de los finlandeses ha mantenido un deseo de neutralidad claro durante las décadas pasadas, sin duda expresión del hecho de que para ellos la paz y tranquilidad son valores primordiales. Sin embargo, cuando en diciembre Rusia comunicó a Suecia y a Finlandia que no podían entrar en la OTAN, aquello parecía implicar que el país no tenía voluntad propia. “Esto”, comentó Niinistö, “nos hizo pensar”. El ataque a Ucrania el 24 de febrero confirmó de hecho ese cambio en Rusia. En este sentido Mika Aaltola, director del Instituto Finlandés de Política Exterior, avisó desde el primer momento del peligro de confiar en una supuesta “situación de excepción” que favoreciese a Finlandia frente a otros países.
Niinistö, un hombre reconocido en el país por su prudencia, ha sido desde el primer momento un referente para la población en los cambios que estaban ocurriendo. También Marin, a pesar de su juventud, ha ayudado con su buen hacer a transmitir serenidad. Desde los primeros días del ataque a Ucrania, en Finlandia se ha vivido la certeza de que los dirigentes del país tomarían decisiones pensando en el futuro a largo plazo y no solo como reacción al ataque ruso. Aunque lo cierto es que desde el primer momento se ha visto que la guerra de Ucrania significaba para Finlandia -con sus más de 1.300 kilómetros de frontera con Rusia- una presión para posicionarse en términos geopolíticos y el fin de una época, con todo lo que eso implica. Algunos ven la entrada en la OTAN como el menor de los males.
Siguiendo la habitual comparación con Suecia, los medios finlandeses han destacado el hecho de que el movimiento hacia la OTAN de Finlandia y Suecia lo han liderado los finlandeses. Como se ha escrito, el país ha hecho de hermano mayor (iso veli) de Suecia. Göran Djupsund, profesor emérito de Ciencias Políticas, comentaba recientemente en la radio que, en Finlandia, cuando se han de tomar decisiones se toman, mientras que Suecia tiene una mayor cultura de debate, que puede llevar a otro debate y a otro, y así sucesivamente. El hecho de que Marin, del Partido Socialdemócrata, haya apoyado la entrada en la OTAN ha tenido también cierto impacto en Suecia, donde los miembros de ese partido eran más reticentes a cambiar la posición de neutralidad. Como es también característico del país, estos últimos tres meses todos estos eventos se han vivido intensamente, pero con un perfil muy bajo.
Por otro lado, en la Universidad de Helsinki se han organizado encuentros para apoyar psicológicamente a los estudiantes que lo necesitasen. La fragilidad emergente de un futuro súbitamente incierto ha sido un golpe a la forma de vida finlandesa, donde planear las cosas y la seguridad es la regla de actuación. También estos últimos días algún comentarista del país sugería que Finlandia debe tomar ahora un mayor protagonismo en el apoyo a Ucrania, siguiendo el ejemplo tan solidario de Polonia y otros.
Es claro que Finlandia deberá desarrollar una nueva identidad internacional a partir del momento en que entre en la OTAN. Por cierto, que hay un firme propósito en el país de no dejarse intimidar por Rusia, Turquía o cualquier otro país que pueda estar en desacuerdo con una decisión que ya está tomada y ha sido muy sopesada. Durante los años fuertes de la Guerra Fría, el presidente de Finlandia durante más de 25 años, Urho Kekkonen (1900-1986), navegó el barco finlandés siempre comprobando antes las condiciones del viento que soplaba de Moscú.
Las fuentes también muestran que Estados Unidos era muy consciente de que Finlandia había resistido el zarpazo de la Unión Soviética durante la Guerra de Invierno (1939-1940) y se había convertido así, por mérito propio, en un baluarte de Occidente. El conocido profesor emérito de Derecho Internacional de la Universidad de Helsinki Martti Koskenniemi me comentaba el otro día que en esos años existía en la vida política finlandesa una claridad, relativamente predecible, de un tipo de Realpolitik de do ut des, en cuya práctica sobresalieron los finlandeses. Todo eso ha acabado con la nueva era de Putin. El mundo está cambiando. Y con la entrada en la OTAN, para Finlandia se abre un nuevo panorama de reinventarse a sí misma dentro de la organización y fuera de ella, estableciendo su nuevo perfil político de aliados y principios que defender. Veámoslo con optimismo.
Mónica García-Salmones es investigadora de la Cátedra Álvaro d’Ors del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra y del Instituto de Derecho Internacional y Derechos Humanos Erik Castrén de la Universidad de Helsinki.