El Rey, en su discurso de Nochebuena, recuerda el «deber moral» de preservar los valores de la unidad y la convivencia
NotMid 25/12/2023
EDITORIAL
El Rey aprovechó su tradicional discurso de Nochebuena para lanzar un aldabonazo ante la ciudadanía española. De forma clara y rotunda, envió un mensaje de confianza en la Constitución como garantía para evitar que el clima de división que atraviesa el país erosione el modelo de convivencia solidificado a lo largo de casi cinco décadas de democracia. Desde que accedió al trono en 2014, Felipe VI no había pronunciado un mensaje de Navidad con un contenido político e institucional de tanta envergadura. Y no hay margen de interpretación para sus nítidas palabras a la hora de advertir los graves efectos a los que conduce la crisis institucional en la que ha encallado España. Además de renovar el compromiso de la Corona con el marco constitucional, el Jefe del Estado exhortó a evitar que «nunca el germen de la discordia se instale entre nosotros», como fórmula para «superar la división» generada y como herramienta para eludir volver a incurrir en «errores del pasado» que abrieron «heridas». Lo contrario, «no nos lo podemos permitir», añadió. Sus palabras resuenan con especial énfasis histórico en un año marcado por el 45 aniversario de la Constitución, que la Princesa de Asturias juró el pasado 31 de octubre.
La contundencia en los términos verbalizados por el Rey no sonaron a una advertencia de cara al futuro, sino a un aviso grave y sin ambages sobre el riesgo de un peligro inminente. El Monarca recordó que la Constitución, de la que este año se han cumplido 45 años, constituye «el mejor ejemplo de la unión y la convivencia entre españoles». Su intervención guardó coherencia con las que pronunció tanto en la entrega de los Premios Princesa de Asturias, el pasado 20 de octubre, como en la sesión de apertura solemne de la XV legislatura, ante las Cortes, el 29 de noviembre. En esta ocasión, advirtió de que «fuera de la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles. Si en 2017, en su discurso del 3-O, reaccionó ante la imposición del separatismo, esta vez ha enarbolado una decidida amonestación a la arbitrariedad.
El mensaje que trasladó el Rey no puede deslindarse de la polarización desatada como consecuencia de la investidura de Pedro Sánchez a cambio de la amnistía y tras el anuncio del presidente del Gobierno de levantar un «muro» entre españoles. Felipe VI avisó de la amenaza que representa la fractura social para la preservación de la igualdad y la solidaridad interterritorial. Tal como subrayó, el principio de la cohesión requiere unos «consensos básicos y amplios» alrededor de los valores de la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. En virtud de este esfuerzo, España logró construir una democracia plena sobre la base del Estado de Derecho, ahora amenazado por las cesiones a quienes buscan demoler la arquitectura constitucional.
Otro de los aspectos mollares de la alocución del Rey estriba en su abierta apelación al indeclinable deber de preservar la soberanía nacional y al imperativo legal que asiste a todos los poderes públicos de velar por el «respeto» y el «buen nombre» de la «nación». Su llamamiento a contribuir al fortalecimiento de las instituciones, respetando sus propias competencias, cabe contextualizarlo en el marco de la colonización partidista del Ejecutivo y en la crisis que arrastra el Poder Judicial por su renovación pendiente.
Si Leonor representa la imagen de la España del futuro y la vigencia de la institución monárquica, el Rey dio ayer otra muestra de su rigor a la hora de cumplir con sus deberes constitucionales, como árbitro institucional y símbolo de la unidad del Estado. El Rey reivindicó la Carta Magna como el gran pacto entre diferentes que ha alumbrado la mejor España, pero no con un espíritu de nostalgia sino como puesta en valor del éxito y el progreso alcanzados desde 1978. «Deberíamos tomar mayor conciencia del gran país que tenemos», recalcó.
Felipe VIlanzó un mensaje esperanzador a toda la sociedad civil y, especialmente, a los más jóvenes. Frente al empeño de las fuerzas divisivas, el Rey sobresale por su ejemplaridad, su integridad y la interpretación acertada de sus funciones constitucionales. Su firme compromiso institucional supone un poderoso acicate para el conjunto de la ciudadanía española en la defensa de unos valores compartidos en los que cristaliza un país unido, moderno y avanzado.