Tres años después del confinamiento, de los centenares de muertos diarios, da la impresión de que no sabemos muy bien para qué sirve ese fantasma de la pandemia, qué queremos pensar sobre lo que ocurrió
NotMid 16/03/2023
OPINIÓN
DAVID JIMÉNEZ TORRES
Bastó con que cayera un banco -cualquier banco- en Estados Unidos. De pronto regresaron a nuestras mentes ciertas palabras ominosas: Lehman, 2008, crisis. Un reflejo angustiado con el que parecíamos hacer nuestra aquella frase del Ulises de Joyce: la Historia es una pesadilla de la que estoy tratando de despertar. Aunque, para ser más precisos, en nuestra época la Historia suele aparecer como una pesadilla de la que ya hemos despertado, pero cuyo recuerdo nos sigue aterrorizando. Los miedos de estos días por la posibilidad de una nueva crisis económica se mezclan con el fantasma de una Tercera Guerra Mundial que lleva sobrevolando Europa desde febrero de 2022. Claro que no dejamos de ser unos privilegiados: los ucranianos realmente pueden hacer suya hoy la cita del Ulises. O quizá, tratándose del pueblo al que Stalin condenó a terribles sufrimientos en los años 30, opten por aquella otra sentencia de Faulkner: el pasado nunca muere, ni siquiera es pasado.
El caso es que esta semana tuvimos ocasión de recordar otra pesadilla: se cumplieron tres años del inicio del primer estado de alarma de la pandemia. Tres años del casi colapso de los hospitales, de los centenares de muertos diarios, del confinamiento. Sin embargo, da la impresión de que no sabemos muy bien para qué sirve ese fantasma, qué queremos pensar o decir sobre lo que ocurrió. Podemos recordar a los fallecidos, podemos hablar del miedo, del duelo, del encierro; pero no parece haber una conversación pública sobre la pandemia, y ni siquiera -a diferencia de lo que ocurre con la crisis de 2008- se han asentado una serie de lecciones que podamos invocar en cuanto algo nos recuerda lo que pasó.
Es cierto que ni los poderes públicos ni la mayoría de partidos parecen interesados en hablar de aquello -¿qué fue de la famosa auditoría que prometió Salvador Illa?-, pero también actúa aquí un impulso más instintivo y profundo. Manuel Arias Maldonado recuerda a menudo que, en 1945-46, el público cinematográfico rechazaba las películas sobre la Segunda Guerra Mundial. Aquel horror ya había terminado y, al mismo tiempo, estaba demasiado reciente; el público quería ver otras cosas. Con la pandemia ocurre algo parecido: todavía no se ha convertido en un fantasma porque, en nuestras mentes, aún está agonizando.