NotMid 13/06/2022
EDITORIAL
Tras más de 100 días de guerra en Ucrania y con un pronóstico cada vez más incierto sobre el desarrollo real de la misma y, lo que es peor, sobre la fecha de un posible desenlace, los diferentes estados de la Unión Europea comienzan a manifestar más claramente sus preferencias para poner fin al conflicto. Francia, Alemania e Italia, los halcones del continente, mantienen un contacto más o menos estrecho con el Kremlin tratando de llevar la vía diplomática hasta sus últimas consecuencias. Mientras, los países más próximos geográficamente al conflicto abogan por nuevas sanciones y el envío de armas. Bien es cierto que las conversaciones y las visitas al sátrapa ruso no han obtenido de Putin compromiso alguno. Pero la postura institucional de la UE continúa apostando por mantener abierta esa vía diplomática como herramienta complementaria y necesaria al bloqueo económico y político.
Huelga decir que la dudosa calidad de lo que Rusia considera diplomacia no ayuda a la consolidación de esta estrategia, pues mientras Moscú responde al teléfono viola al mismo tiempo los acuerdos sobre corredores humanitarios; intensifica el aislamiento geográfico marítimo para impedir la salida de alimentos con destino al tercer mundo; bombardea las inmediaciones de localidades que visitan los líderes occidentales y hasta podría estar haciendo uso de armas químicas, hecho que está siendo investigado con el fin de documentar posibles crímenes de guerra por los que denunciar a Putin. Por supuesto, la vía diplomática tiene que seguir abierta. Pero -teniendo además en cuenta la reciente adhesión de Crimea- siempre ha de llevar aparejada compromisos de reconstrucción por parte de Rusia, un tutelaje por parte de Occidente, sanciones que penalicen su posible violación y la asunción de las responsabilidades que de esta guerra deriven.
Es el momento de afianzar una unidad estratégica en el continente que consolide a Occidente como un solo bloque en defensa de la democracia ante el avance de los regímenes iliberales y totalitarios -que es lo que se dirime esta guerra-. La retirada o las soluciones diplomáticas de compromiso no son una opción para un país que Rusia ha destruido y continúa aniquilando. Europa ha comprobado que no es posible la paz sin pagar un precio. El mundo sabe que hoy es Ucrania, pero que mañana puede ser cualquier otro país que Putin decida invadir.