Milicias pro Teherán disparan sus acciones contra intereses occidentales en todo Oriente Próximo desde la ofensiva en Gaza
NotMid 31/12/2023
USA en español
La guerra entre Israel y Hamas ya se ha convertido en una guerra entre Estados Unidos y los aliados de Irán. Es un conflicto sin precedentes en la Historia moderna. Es una guerra de baja intensidad -lo que comúnmente se denomina guerrilla, un término inventado por los españoles- consistente en ataques esporádicos, pero diarios, con misiles y drones en cuatro países -Irak, Siria, Irán, y Yemen- y en las aguas internacionales del océano Índico y del Mar Rojo.
Mientras en Gaza se combate, literalmente, edificio a edificio en un territorio que ocupa la mitad de la superficie del municipio de Madrid y en el que viven dos millones de personas, en este otro conflicto los ataques están separados entre sí por cientos de kilómetros, en un teatro de operaciones de dos millones de kilómetros cuadrados, o sea, tanto como España, Francia, Alemania, Italia, y Polonia juntas. Pero las dos guerras están inextricablemnete unidas. De hecho, son el mismo conflicto.
El día de Navidad, pese al inicio de las escoltas por la flota estadounidense y francesa de los mercantes que cruzan el Mar Rojo, hubo un ataque masivo de las milicias proiraníes hutíes de Yemen, aparentemente sin éxito. De acuerdo con las informaciones del Departamento de Defensa de Estados Unidos, el destructor Laboon (que había hecho una escala técnica en Rota rumbo al golfo Pérsico desde su base en Virginia) y cazabombarderos F/A-18 abatieron nada menos que 12 drones, tres misiles balísticos y dos de crucero lanzados por los hutíes. Aunque EEUU no ha dado más información, es de prever que los drones fueran contra barcos, los misiles crucero contra Israel y los balísticos contra cualquiera de esos dos blancos.
Los hutíes hacían así una demostración de fuerza apenas un día después de que EEUU y Francia hubieran empezado a escoltar barcos que cruzan el Mar Rojo en una operación que recuerda al abanderamiento de 11 petroleros kuwaitíes por Estados Unidos y tres por la extinta Unión Soviética pata protegerlos de los ataques de Irán y, de paso, ayudar al Irak de Sadam Husein.
Pero el lanzamiento de los misiles era, también, una muestra del poder de las milicias proiraníes, que un día antes, habían bombardeado con un dron una base estadounidense de Irbil, en Irak, hiriendo a tres soldados de EEUU heridos, uno de ellos en estado crítico. Washington reaccionó bombardeando tres bases de los atacantes, las Brigadas de Hizbulá, que llevan combatiendo a EEUU en Irak desde hace dos décadas, en un nuevo episodio de represalias y contra-represalias que se ha disparado desde el mes de octubre. Entretanto, Irán afirmaba que un bombardeo israelí en la capital de Siria, Damasco, había costado la vida al general de los Guardianes de la Revolución -las Fuerzas Armadas paralelas que se encargan de expandir la influencia militar de Teherán en el exterior-, Seyed Razi Musavi.
Quien menos tiene que ganar y más tiene que perder, al menos por ahora, es EEUU. Si el militar herido grave en Irbil falleciera, sería la primera víctima mortal estadounidense en los más de 100 ataques que, según el Pentágono, han sufrido sus tropas en Irak y Siria desde el inicio de la guerra en Gaza. Eso es lo que quiere evitar a toda costa el Gobierno de Biden. El virtual candidato republicano a la Casa Blanca está acusando a Biden, simultáneamente, de haber empezado varias guerras -en referencia a Ucrania y a Gaza, aunque en ninguna de ellas combaten soldados estadounidenses- y, al mismo tiempo, de debilidad ante Irán.
Así que Biden quiere estabilidad. Más aún en año de elecciones, y, encima, con el ala izquierda de su partido y con una parte del electorado joven que necesita para ganar acusándole de sometimiento a los designios del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Por esa misma razón, el gigantesco despliegue militar que Estados Unidos ha hecho en Oriente Próximo para impedir que Irán aproveche la guerra de Gaza para extender su poder en la región está llevando a cabo operaciones militares defensivas y muy limitadas.
Si durante la Presidencia de Barack Obama, por ejemplo, la Marina estadounidense cobardeó ante los hutíes, en esta ocasión, a pesar de que éstos han llegado a cerrar el Mar Rojo al trafico mercante, no ha llevado a cabo ninguna acción contra las lanzaderas de misiles de esa milicia.
La Casa Blanca no está dispuesta a permitir ninguna repetición del “incidente del Golfo de Tonkín”, es decir, del confuso combate naval de Vietnam del Norte a tres destructores de EEUU en agosto de 1964. La acción, que posiblemente fue un ataque aislado ordenado por un oficial norvietnamita que se excedió en sus competencias, no ocasionó ninguna víctima estadounidense, pero fue exagerado por Washington para lanzar la intervención a gran escala en Vietnam.
Por eso, también, EEUU quiere que Israel centre su ofensiva en Gaza y pase a llevar a cabo ataques selectivos contra Hamas. Así lo repitió el martes el consejero de Seguridad Nacional Jake Sulivan, al ministro de Asuntos Estrategicos de Israel -y buen conocedor de Washington, donde fue embajador durante ocho años, hasta 2021-, Ron Dermer. Pero el Gobierno de Tel Aviv parece indiferente ante el riesgo de que la guerra se escape de Gaza.
Claro que, en realidad, también Irán está siendo cauteloso. La mayoría de las acciones consisten en el lanzamiento de unos pocos proyectiles sin apenas precisión que, en unas instalaciones militares enormes y llenas de vastos espacios vacíos, apenas causan daños materiales o humanos. Ni siquiera Hezbolá, en Líbano, ha llevado a cabo acciones de envergadura contra Israel, pese a ser probablemente el grupo proiraní mejor armado y organizado de la región.
Los bombardeos de represalia estadounidenses son, igualmente, limitados, y suelen consistir en el lanzamiento de una o dos bombas a cargo de un par de cazas sobre los centros de operaciones de las milicias directamente involucradas en los ataques. Los estadounidenses, además, tienen sistemas como el C-RAM diseñados para defender sus bases de misiles de corto alcance y morteros. En lo que va de conflicto, solo los misiles lanzados por los hutíes contra los barcos y, también, contra Israel -aunque ninguno de estos últimos ha llegado a su blanco- son los únicos ataques de entidad. Y la tecnología que emplean esos sistemas probablemente no es iraní, sino china, lo que añade otra potencia más a esta guerra de nervios a gran escala.
Pero, que Irán sea capaz de traer en jaque a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y a las de sus países aliados -entre ellos, cuatro potencias atómicas: Gran Bretaña, Francia, India y Pakistán- en ese inmenso territorio es una exhibición del poder de la República Islámica y se su cohorte de milicias satélites.
También es una vindicación de la política de seguridad de la República Islámica, que ha logrado, pese a los sucesivos embargos impuestos por varios presidentes de EEUU -que en el caso de Donald Trump fueron casi un bloqueo económico total- desarrollar la tecnología y las tácticas necesarias para llevar a cabo una guerra asimétrica a gran escala. Sabedor de que no podría enfrentarse directamente a sus grandes enemigos -EEUU, Israel y Arabia Saudí- Irán ha construido a lo largo de las décadas una red de milicias chiíes que le hacen la guerra por delegación.
La invasión de Irak por Estados Unidos le abrió las puertas de ese país y, a través de ahí, reforzó su relación con Siria. La guerra civil de ese país fue en buena medida una lucha entre los aliados suníes de Arabia Saudí para expulsar a los alauitas de damasco, que contaban con el apoyo de Irán y Rusia. La victoria de Damasco convirtió a Siria casi en un protectorado iraní.
Y las bases estadounidenses en Irak y en Siria se convirtieron en una especie de anillo de seguridad para tratar de impedir la expansión de los aliados de Irán a más países y, llegado el caso, preparar el terreno para una invasión de la República Islámica. Una invasión que, a día de hoy, parece imposible. Más bien, es Irán el que está demostrando. Por la vía de los hechos, que es la potencia hegemónica en gran parte del Oriente Medio.
Agencias